¿Tendrá algo de azar que un alacrán aparezca adentro de una mochila y que además no sea exterminado y termine viviendo en la hojarasca de un bosque a 15 kilómetros de distancia de su jardín de nacimiento?
¿Lo asombroso será producto de la casualidad? los escépticos afirmarán, con cierta razón, que si el lugar donde originalmente se ubicaba la mochila está cercano a un jardín donde han encontrado a estos arácnidos, mayores serán las probabilidades de que busquen escondites oscuros para cazar insectos. Esta sería una explicación lógica y contundente.
Pero sigamos abonando el terreno de la conjetura. El alacrán viajó muy tranquilo en el fondo de la mochila sin aguijonear a su dueño que tiene la manía de abrirla ya sea para sacar el libro o cuaderno de versos o guardar sus lentes oscuros, y esa mañana no lo hizo, y con esa decisión involuntaria, anuló la posibilidad de picadura y evitó un susto mayor si es que hubiese ingresado en el área de emergencias hospitalarias, con la salvedad que los alacranes negros son menos ponzoñosos.
Todos hemos vivido sucesos asombrosos a lo largo de nuestra existencia, pero presas de la distracción de la rutina, no los advertimos y tampoco dimensionamos sus alcances. Tenemos diferentes grados de atracción para estos acontecimientos.
Hagamos un recuento de cosas que nos han pasado y apliquemos los principios de causalidad, es decir, que a todo efecto corresponda una causa y comprobaremos que algunos no encajan en lo apretado de este corsé y tendrán un carácter de inexplicables.
¿Qué probabilidades matemáticas habrá si el mismo día del encuentro inesperado con el alacrán, la misma persona pierda una memoria extraíble de cinco centímetros, en un tramo recorrido de dos mil metros, y la encuentre intacta, sin que nadie la haya pisado, en un sitio por el que transitan miles de personas? ¿Extraño? ¿verdad?
¿La casualidad es el destino o el destino es obra de la casualidad? En lo personal, me niego rotundamente a depender del fatum, la fatalidad, lo determinado por la divinidad, sin asumir gran parte de la responsabilidad de mi destino por las decisiones tomadas cuyos efectos precisos se expresan como consecuencias.
Pero las minucias asombrosas siempre aparecen cuando uno menos las espera.
Debemos observar y estar receptivos a esos pequeños milagros del universo.