La familia de mi novia pertenecía al grupo de familias murciélago, había llegado a mi pueblo hace unos cuarenta años, habían vivido en Tulún, en la costa oriental de Yucatán, se dedicaban a trabajar en la extracción de sal del agua de mar; debido a problemas comerciales el pueblo fue atacado por una coalición de pueblos vecinos, lograron huir a un pueblo a unas cuarenta leguas al sur y luego llegó a mi pueblo hace unos quince años. El papá de mi novia había recibido educación para sacerdote, pero era demasiado joven cuando huyó de Tulun, al llegar a mi pueblo los sacerdotes se dieron cuenta que esa persona tenía la capacidad de comunicarse con los dioses, estudió otros cinco años y se convirtió en un sacerdote de segundo grado.
Mi novia nació aquí en mi pueblo, a los dos años cuando le trataron de pandearle los ojos (hacerla bizca) para que se viera más bonita, no lo consiguieron quedando feíta para toda su vida. Como ningún hombre pensante se fijaría en esa muchacha con los ojos derechos, siempre pasaba dentro de la casa, se convirtió en la mejor tortillera y tejedora.
Yo conocí a su padre un día que andaba jodiendo con mis amigos, nos gustaba salir a cazar, nunca logramos matar un tunco de monte o un venado, pero si iguanas, mazacuatas y cusucos; nos perdimos y decidimos preguntarle a un señor que meditaba sobre unas rocas, era el padre de la que después fue mi novia, nos indicó el camino para regresar a la ciudad; en los siguientes meses siempre lo saludaba cuando lo veía caminando hacia el templo.
Un día que mi padre me envió al mercado a comprar plumas para mi penacho de guerrero, me encontré con el sacerdote y su hija, ella tenía el pelo en la cara, posiblemente para que no se le notara el defecto de sus ojos; ella me gustó desde que la vi, aunque no pude distinguir como era su cara, pero tenía un cuerpo atlético, buenas chiches y nalgas paradas. Su padre me contó que su hija era una de las doncellas que acompañaban a los sacerdotes cuando se hacían las ofrendas a los dioses todos los días.
Desde ese momento empecé a vigiarla, le mandaba frutas con sus hermanas y hermanos menores, un día le mandé a decir que quería verla de cerquita; ella llegó corriendo, la abrasé, la besé y ni cuenta me di que tenía los ojos derechos. Las otras veces que nos vimos hablamos de los dioses, de su defecto visual, de lo paradito de sus pezones, de sus labios carnosos, de su larga cabellera, de lo lisito de sus piernas, etc.
Cuando le conté a mi abuelo de que esa muchacha me gustaba, me preguntó como era ella, quién era su familia; yo creí que la había aceptado, pero la mandó a envenenar para que yo quisiera seguirla.