Breve diatriba para estos “días de reflexión, recogimiento y bendiciones”
Dice Nietzsche que “No miente tan sólo aquel que habla en contra de lo que sabe, sino también aquel que habla en contra de lo que no sabe”. De modo que no sólo es mentiroso quien niega lo que le consta, sino también el que ataca lo que ignora. El mundo ―se deduce de aquí― está infestado de mentirosos. En el primer caso se miente ocultando la verdad, y en el segundo haciendo pasar la ignorancia por conocimiento.
En los tiempos de la guerra interna, hubo aquí calumniadores que proferían acerca de sus propios rivales de izquierda afirmaciones como esta: “Fulano de Tal trabaja para el enemigo; lo sé de una fuente de confianza”. Esa fuente nunca aparecía, y resultó que los que trabajaban para el enemigo eran los menos sospechosos. Este es el caso de quien ignorando la verdad afirma que la conoce. Estos mismos calumniadores solían también soslayar vicios de militancia que todavía permanecen en gran parte ocultos, incurriendo así en el primer caso de mentiroso que consigna Nietzsche. Los mentirosos lo son pues de ida y vuelta: o mienten para ocultar verdades, o lo hacen profiriendo mentiras jurando que éstas son verdaderas.
Algunos de estos especímenes todavía andan por ahí, circulando por estas calles, jugando a la radicalidad política mientras su quehacer y su entorno rosalila niegan de tajo esta supuesta radicalidad. Pues un oenegero no puede acceder a la capacidad de ir a la raíz de los problemas ―eso y no otra cosa es ser radical―, ya que el día en que las oenegés desarrollen sus luchitas a partir de haber establecido la raíz causal de los problemas que generan los males que palian con dineros de la cooperación internacional, ese día se quedan sin salario y sin “lucha” sus flamantes propietarios. Como se ve, los mentirosos pasaron del chisme y la calumnia a la farsa. Lo cual indica que no ha habido en ellos ningún cambio y que su vida sigue igual.
También indica Nietzsche que “Todo idealismo frente a la necesidad es un engaño”. De donde se sigue que las idealidades políticamente correctas de los issues de la cooperación internacional y de la constelación de oenegés a la que localmente se le mal llama “sociedad civil”, son engañosas. No porque las reivindicaciones en juego no sean justas, sino porque quienes las enarbolan localmente ―o sea, los dueños de oenegés― lo hacen por la necesidad clasemediera de procurarse ingresos para llevar una vida consumista comparable a la de las capas medias del primer mundo, de modo que tal idealismo, desarrollado por esa necesidad, es una farsa, como bien dice Nietzsche.
La corrupción moral que la mentira, la calumnia y la farsa implican no es perseguida por la justicia porque se ejerce a la sombra de la falsa bondad, del falso sacrificio y de un simulacro de apostolado por la verdad que conmueve a las “buenas conciencias”, proclives como son al autoengaño característico de quienes viven inmersos en la falsedad santurrona de estar en lo correcto. Es el caso de los biempensantes, las progresías y los fariseos, siempre dispuestos a rasgarse las vestiduras en público y a practicar la bajeza en privado.
Por eso también dice Nietzsche que “Nada hay más hipócrita que la eliminación de la hipocresía”. Lo que traducido a nuestro medio equivale a que nada hay más corrupto que asentar como posible la eliminación de la corrupción política sin cambiar el sistema económico corrupto que la origina. ¿O no, amados farsantes? Bendiciones, pues (je).