Cuando escuchamos hablar sobre equidad de género, casi siempre vienen a nosotros pensamientos como “feministas que odian a los hombres”, “mujeres insatisfechas con ellas mismas que pelean con el mundo”, “mujeres que odian a otras mujeres que son más bonitas” y así un sinfín de comentarios estériles y estereotipados que evitan la verdadera discusión.
Hablar de equidad de género es darle a cada quien lo que necesita, para crecer como ser humano y que el hecho de pertenecer algún género no restrinja de ninguna manera su desarrollo. Este es uno de los puntos tocados en el último Foro Económico Mundial sobre América Latina 2017, desarrollado en Argentina hace algunos meses, donde se planteaba que justamente la igualdad de género que promueve la Agenda 2030 “es un tema económico y no sólo social”.
En un mundo tan desigual, donde miles de personas sin importar su sexo, color de piel, religión sufren innumerables vejámenes a sus derechos humanos, es sin duda el sexo femenino la que termina llevando la mayor carga, por ello es necesario que los Estados comiencen a garantizar que todas las mujeres disfruten de al menos tres tipos de autonomía: la física, la económica y en la toma de decisiones, es decir en el escenario político.
La participación de las mujeres en la economía es clave para impulsar su desarrollo, y no solo de ella sino también de su familia. Pero muchas veces, por las diferentes dinámicas sociales en las que se encuentran sumergidas, que por supuesto están determinadas por la clase social a la que pertenecen, la que establece sus roles y responsabilidades tanto dentro del hogar como fuera de él, se convierten en una barrera para la autosuperación.
Pero además, las mujeres y las niñas, sobre todo en el caso de El Salvador, no poseen autonomía en sus propios cueros, enfrentándose a un mal mayor: la violencia. Según un informe presentado en conjunto por la Policía Nacional Civil y la Alianza por los Derechos de Niñez, Adolescencia y Juventud en el país se perpetraron un total de 3,947 delitos de carácter sexual, de los cuales 2,253 fueron cometidos contra personas de entre 12 y 17 años de edad, en todo el curso del pasado año 2016; de estas, el 74% de las agresiones sexuales ocurren dentro del hogar.
Este clima de zozobra, donde la violencia sexual se acrecienta con la violencia social, las agresiones hacia las mujeres y niñas naturaliza, estigmatizando muchas veces a las víctimas con la agravante de altos grados impunidad, nos podemos preguntar ¿cómo podemos pedir a las mujeres y niñas salir adelante si su situación, económica, política y social es tan adversa?
Sin duda no es posible, si más de la mitad de la población se encuentra atada a la violencia y a su condición de vulnerabilidad social, difícilmente un país puede salir adelante y desarrollarse. Necesitamos por tanto, un Estado fuerte y firme para avanzar, no solo por la Agenda 2030 como compromiso de país, sino como sociedad, dando herramientas efectivas a la ciudadanía, con instituciones independientes y transparentes, con educación de calidad donde enseñen a pensar y no solo a obedecer. Donde las mujeres y hombres nos desarrollemos juntos para un mejor mañana, para un mejor hoy.