Las letras y la academia salvadoreña están de luto: Luis Borja, un poeta y académico de la Universidad de El Salvador (UES), falleció el miércoles 3 de marzo en horas de la noche y este jueves nos sorprendió la noticia de su muerte a causa del Covid.
Luis era joven, con apenas 36 años, nacido en plena y desgarradora guerra civil. Ya iba escalando hacia la madurez de un verso potente y de hondo contenido humano y social.
Al fallecer tan tempranamente, El Salvador pierde un pilar grande de tu poesía renovada y estremecedora en su alma angustiada, como angustiada está el alma nacional.
Esta es una síntesis de su currículum:
Luis Borja (Ahuachapán, El Salvador, 1985), quien ganó la VI edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, fallado en Salamanca el pasado 12 de abril. Y lo obtuvo por su libro ‘UMIT’, uno de los 905 trabajos procedentes de todos los países iberoamericanos.
En 2014 Borja también ganó el Accésit del XXIV Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma con su obra El Disparo.
Cuentos del Barr(i)o, publicado en 2014 por la editorial Visor. Otros poemarios son: Letrosis (2013), Pus (2014), La herida del poema (2015), Mi hombro es una lágrima (2016), Un labial para las muertas (2017).
También realizó la Antología Subterránea palabra (2016). Miembro fundador del Taller de poesía del Parque (Ahuachapán), en 2006 ganó el Certamen de Poesía Universitaria y, desde entonces, ha participado en diversos festivales celebrados en países centroamericanos.
Poemas suyos se han difundido en revistas de España y México, y en las antologías Invisible. Antología de poesía joven salvadoreña (Venezuela); Las puertas de la madrugada. Antología poética Cuba-El Salvador (El Salvador-Cuba) y En el nombre de hoy (Visor, 2015).
Al fallecer fungía como director de la Editorial Universitaria en la Universidad de El Salvador.
Foto publicada en La Zebra
A continuación un estremecedor poema de Luis Borja:
EL BELLO LEGADO
Soy un país moribundo
Me nació el hijo entre la pólvora
me nació en la trinchera escondida en el beso de la muerte
Me nació el hijo en el escondite
en la alambrada inerte que tejimos como barricadas
Me nacieron los hijos muertos
estrellados
mutilados
Corriendo hacia el abismo que les ofrece el nuevo siglo
Me nacieron los hijos sueltos
volátiles como el suspiro de un disparo
Me nacieron los hijos desaparecidos como el pulso de un latido tuerto
Como la práctica onanista de un país que se pudre
De un país que se queda mudo
con la garganta cercenada de disparos
Me nacieron los hijos ciegos
Me nacieron los hijos mudos
Agonizantes
cabizbajos
cohibidos
Me nació el eructo de un beso prohibido en la frontera de los sueños
Los hijos junto a los sueños se me pudrieron
Me nacieron inmigrantes con la plegaria del sueño americano
Con la agonizante ceguera de convertirse en lavaplatos
en constructores
En mendigos colectores de sueños
En limpia mierda sin temblarle el pulso ante la injuria del yanqui
en venado escapista de trenes
en alma nostálgica ante el himno nacional
Y sin embargo la plegaria insiste en convertirlos
en prostitutas en plena frontera
en el alma del coyote
ese mismo coyote que ahoga los sueños entre sus colmillos
dicen que el mar se ha vuelto más violento
dicen que el mar está a punto de vomitarlos
dicen que el mar esconde la palpitación imbécil de sus sueños
dicen, a mi no me lo crean
ni a este país que parió los hijos desaparecidos
prostituidos
secuestrados
abandonados en el desierto con la frente sudorosa
con la boca muda sin pronunciar su nombre
con la garganta agónica en busca del sueño
con la adeudada caricia de las madres invocando su angustia
rogándole a los santos que intercedan en su ascenso a los infiernos
me nacieron los hijos hambrientos del sueño americano
me nacieron analfabetos
caóticos
delincuentes
me nacieron roedores habitantes de una ciudad testaruda
me nació la ciudad agobiada transpirando el olor de las cloacas
las calles y su aturdida manera de mostrar el sarro de los orines
me nacieron los somnolientos bostezos de un niño huele-pega
del niño habitante mudo abstraído en su sueño urbano
del niño adorado rey de alcantarillas
me nació la suplicada nariz llena de coca
me nacieron los niños dibujando los sangrados círculos de sus vidas
me nacieron aspirando la inclinada línea de los años
me nacieron galopantes los gritos por el crack
por la temblorosa agonía de escaparse un rato
por la temblorosa sonrisa perdida
por la temblorosa mirada que cicatrizan las heridas
temblorosas también las piernas líquidas de una niña en las calles
de la niña vendiéndose ante la fría liturgia del sexo
me nacieron las niñas raptadas
la decapitación incesante de sus senos
la mutilada forma de abotonar las noches
el laberinto carnal de construir los cuerpos
el asolapado misterio del sexo
Me nacieron los cansados días en el mercado
la agobiante tarde en busca de un muerto
la oxidada rutina de verme desnudo y sin cinco
me nació la hipotecada ilusión de una casa
la deuda externa facturada con mi nombre
la cansada tradición de hilvanar los sueños en una maquila
Me nacieron los hijos traficantes
Me nació el lavado de dinero
Me nació la corroída mueca del narco
El diplomático parpadeo de los políticos
La inflamable historia de los corridos
La triste canción de un tiro
La estoica versión de raptarse a los niños
La detonada travesía de traficar con el hambre
Me nacieron las temblorosas manos del sicario
El ajuste de cuentas tiñendo las calles
La bala perdida
Cae
La bala perdida te busca
La bala perdida tiene tu nombre
La adjetivada muerte de los niños
El desaforado destino de la muerte
Me nacieron las pandillas
La pactada muerte entre sus dedos
La tatuada cicatriz de un país sin memoria
La agobiada mutilación de los días
Los cementerios clandestinos
Y la agonía de salir a las calles
Las apiladas caricias de los cráneos sueltos
La decapitada mueca de los muertos
Me nacieron cansados los parpados
Los crucificados brazos del silencio
la agonía de pegarme un tiro y entrar como un dios a los despojos
que me dejó la postguerra.