jueves, 25 abril 2024

Luis Borja, poeta y académico

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Al fallecer tan tempranamente, El Salvador pierde un pilar grande de tu poesía renovada y estremecedora en su alma angustiada, como angustiada está el alma nacional

Las letras y la academia salvadoreña están de luto: Luis Borja, un poeta  y académico de la Universidad de El Salvador (UES), falleció el miércoles 3 de marzo en horas de la noche y este jueves nos sorprendió la noticia de su muerte a causa del Covid.

Luis era joven, con apenas 36 años, nacido en plena y desgarradora guerra civil. Ya iba escalando hacia la madurez de un verso potente y de hondo contenido humano y social.

Al fallecer tan tempranamente, El Salvador pierde un pilar grande de tu poesía renovada y estremecedora en su alma angustiada, como angustiada está el alma nacional.

Esta es una síntesis de su currículum:

Luis Borja (Ahuachapán, El Salvador, 1985), quien ganó la VI edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, fallado en Salamanca el pasado 12 de abril. Y lo obtuvo por su libro ‘UMIT’, uno de los 905 trabajos procedentes de todos los países iberoamericanos. 

En 2014 Borja también ganó el Accésit del XXIV Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma con su obra El Disparo. 

Cuentos del Barr(i)o, publicado en 2014 por la editorial Visor. Otros poemarios son: Letrosis (2013), Pus (2014), La herida del poema (2015), Mi hombro es una lágrima (2016), Un labial para las muertas (2017). 

También realizó la Antología Subterránea palabra (2016). Miembro fundador del Taller de poesía del Parque (Ahuachapán), en 2006 ganó el Certamen de Poesía Universitaria y, desde entonces, ha participado en diversos festivales celebrados en países centroamericanos. 

Poemas suyos se han difundido en revistas de España y México, y en las antologías Invisible. Antología de poesía joven salvadoreña (Venezuela); Las puertas de la madrugada. Antología poética Cuba-El Salvador (El Salvador-Cuba) y En el nombre de hoy (Visor, 2015). 

Al fallecer fungía como director de la Editorial Universitaria en la Universidad de El Salvador.

Foto publicada en La Zebra

A continuación un estremecedor poema de Luis Borja:


EL BELLO LEGADO

 

 Soy un país moribundo

Me nació el hijo entre la pólvora

me nació en la trinchera escondida en el beso de la muerte

Me nació el hijo en el escondite

en la alambrada inerte que tejimos como barricadas

Me nacieron los hijos muertos

estrellados

mutilados

Corriendo hacia el abismo que les ofrece el nuevo siglo

Me nacieron los hijos sueltos

volátiles como el suspiro de un disparo

Me nacieron los hijos desaparecidos como el pulso de un latido tuerto

Como la práctica onanista de un país que se pudre

De un país que se queda mudo

con la garganta cercenada de disparos

Me nacieron los hijos ciegos

Me nacieron los hijos mudos

Agonizantes

cabizbajos

cohibidos

 

Me nació el eructo de un beso prohibido en la frontera de  los sueños

Los hijos junto a los sueños se me pudrieron

Me nacieron inmigrantes con la plegaria del sueño americano

Con la agonizante ceguera de convertirse en lavaplatos

en constructores

En mendigos colectores de sueños

En limpia mierda sin temblarle el pulso ante la injuria del yanqui

en venado escapista de trenes

en alma nostálgica ante el himno nacional

Y sin embargo la plegaria insiste en convertirlos

en prostitutas en plena frontera

en el alma del coyote

ese mismo coyote que ahoga los sueños entre sus colmillos

dicen que el mar se ha vuelto más violento

dicen que el  mar está a punto de vomitarlos

dicen que el mar esconde la palpitación imbécil de sus sueños

dicen, a mi no me lo crean

ni a este país que parió los hijos desaparecidos

prostituidos

secuestrados

abandonados en el desierto con la frente sudorosa

con la boca muda sin pronunciar su nombre

con la garganta agónica en busca del sueño

con la adeudada caricia de las madres invocando su angustia

rogándole a los santos que intercedan en su ascenso a los infiernos

me nacieron los hijos hambrientos del sueño americano

me nacieron  analfabetos

caóticos

delincuentes

me nacieron roedores habitantes de una ciudad testaruda

me nació la ciudad agobiada transpirando el olor de las cloacas

las calles y su aturdida manera de mostrar el sarro de los orines

me nacieron los somnolientos bostezos de un niño huele-pega

del niño habitante mudo abstraído en su sueño urbano

del niño adorado rey de alcantarillas

me nació la suplicada nariz llena de coca

me nacieron los niños dibujando los sangrados círculos de sus vidas

me nacieron aspirando  la inclinada línea de los años

me nacieron galopantes los gritos por el crack

por la temblorosa agonía de escaparse un rato

por la temblorosa sonrisa perdida

por la temblorosa mirada que cicatrizan las heridas

temblorosas también las piernas líquidas de una niña en las calles

de la niña vendiéndose ante la fría liturgia del sexo

me  nacieron las  niñas raptadas

la decapitación  incesante de sus senos

 la mutilada forma de abotonar las noches

el laberinto carnal de construir los cuerpos

el asolapado misterio del sexo

Me nacieron los cansados días en el mercado

la agobiante tarde en busca de un muerto

la oxidada rutina de verme desnudo y sin cinco

me nació la hipotecada ilusión de una  casa

la deuda externa facturada con mi nombre

la cansada tradición de hilvanar los sueños en una maquila

Me nacieron los hijos traficantes

Me nació el lavado de dinero

Me nació la corroída mueca del narco

El diplomático parpadeo de los políticos

La inflamable historia de los corridos

La triste canción de  un tiro

La estoica versión de raptarse a los niños

La detonada travesía de traficar con el hambre

Me nacieron las temblorosas manos del sicario

El ajuste de cuentas tiñendo las calles

La bala perdida

Cae

La bala perdida te busca

La bala perdida tiene tu nombre

La adjetivada muerte de los niños

El desaforado destino de la muerte

Me nacieron las pandillas

La pactada muerte entre sus dedos

La tatuada cicatriz de un país sin memoria

La agobiada mutilación de los días

Los cementerios clandestinos

Y la agonía de salir a las calles

Las apiladas caricias de los cráneos sueltos

La decapitada mueca de los muertos

Me nacieron cansados los parpados

Los crucificados brazos  del silencio

la agonía de pegarme un tiro y entrar como un dios a los despojos

que me dejó la postguerra.


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