En el proceso de conquista de Tenochtitlán en el S. XVI, los conquistadores españoles ya habían llegado a conocer a la majestuosa capital del imperio mexica (La ciudad de Mejico) en su crónica de conquista Bernal Díaz del Castillo relata que Hernán Cortés y sus soldados quedaron abrumados por las grandes riquezas de la metrópoli. El oro era algo común, y desde la cosmogonía mexica, se asociaba a los invasores de ultramar con deidades y profecías cumplidas, lideradas por Quetzalcóatl, Moctezuma el emperador más poderoso de Mesoamérica quería agradar a los invasores en base a una rara diplomacia de dar mantas preciosas, oro, mujeres y comida.
Dice Bernal en su Crónica verdadera: “Como el oro comúnmente todos los hombres lo deseamos y mientras más unos tienen, más quieren”. Al ver Cortés que el precioso metal era común en la aristocracia mexica, llevó a preguntarle al gran Moctezuma a donde lo conseguían, este le entregó un mapa de henequén con las localidades: Al sur en la mina Zacatula y Tustepeque, Chinantecas y zapotecas, según Bernal, el conquistador enviaría a españoles expertos en minas al lugar, fueron y regresaron con una cantidad enorme del metal precioso, treinta mil pesos en oro. Cortés se rodeaba de un círculo militar cercano, hombres de confianza que de inmediato se abrumaron por tal riqueza, que ya ratificaba en ellos y en el incipiente burgo español, cercana autonomía de Cuba. Uno de esos miembros del círculo cercano de Cortes, era el adelantado Pedro de Alvarado, valiente, aventurero, pero codicioso y desalmado.
El emperador Moctezuma se desprendía de su tesoro, Cortes, lo tomaba con gran felicidad, lo repartía, en algunos quedó el mal sabor de boca de no haberlo recibido con equidad, mientras el Gobernador de Cuba, Diego Velázquez, se deshacía en rabia ya que Cortés había sido de los suyos pero había quebrado su confianza y autoridad, al no dar cuentas de su conquista en tierra mexicana. Cortés eludiendo a Velásquez envía el quinto Real a su majestad, entre ello, parte de la riqueza del tesoro de Moctezuma, y de alguna manera cabildea para la legalidad de su autoridad en México.
Le confieren al adelantado Pedro de Alvarado la conquista del sur, tierra de los Cac’chikeles y pipiles, Alvarado traía consigo indios auxiliares tlaxcaltecas que le ayudaron mucho a la conquista, y seguramente le hablaron de Cushcatán o Cuzcatlan que traducido del náhuat es: “Tierra de joyas y riquezas”. Ganando la conquista, el historiador Jorge Lardé afirma que en 1524 los pipiles le llevaron a Alvarado pequeñas aleaciones de cobre y oro, las que vio con desprecio, mientras recordaba las riquezas de Tenochtitlan y Moctezuma, y dijo furioso: “Dad tal tierra (Cuzcatlán) al diablo, y a estos (Tlatoanis de Cuzcatlán) herrarlos”, la riqueza en Cuzcatlán era otra, siglos después daba a las colonias: Cacao, bálsamo y buen algodón.