lunes, 15 abril 2024
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Los mismos de siempre

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Por Nelson López Rojas

La frase que llevó a Bukele a la presidencia y que hizo que la población ciegamente votara por ese pegajoso eslogan para las elecciones de diputados y alcaldes es una frase con más valor que el de la simple burla hacia la vieja política. Cuando alguien disiente del oficialismo y se queja que no se está haciendo lo que se prometió, sobran los defensores acusando a los primeros de ser fanáticos de los mismos de siempre y que, cuando tuvieron la oportunidad, no hicieron mayor cosa, como si se tratara de una competencia revanchista.

Nuestra constitución dice que somos el inicio y final de toda actividad del estado y que sin nosotros no existiría el país. Obvio. Pero ¿qué hace el estado para que pueda yo disfrutar de mis derechos como ciudadano? Ante el anuncio de la creación de “Bitcoin City”, seguramente hubiera sido más beneficioso cambiar las mismas cosas de siempre para dar lugar a una base sólida para los nuevos proyectos.

Que el respeto al derecho ajeno es la paz, que respetá para que te respeten, tratá a los demás como te gustaría que te trataran… y así hay una lista enorme de frases sobre el respeto, pero ¿hay respeto entre los connacionales? El seguir catapultando “los mismos de siempre” o “los de la esquina” no solo es falta de respeto al que piensa diferente, sino también crea un modelo cruel que replica la población: la carencia de empatía hacia el perdedor.

Cualquiera al ver las ventas en las calles de algún centro urbano se responderá tajantemente que el respeto no existe. Si fuera yo candidato a alcalde propondría una plataforma simple: las calles para los vehículos, las aceras para los peatones y las ventas a los mercados. Hay calles que han sido tomadas en su totalidad, tal cuento de Cortázar. Pero las calles han estado así por mucho… en fin, justificamos y normalizamos a los mismos de siempre.

Ran-yer, el perrito de mi madre, fue atropellado ayer por un microbusero que conducía a toda velocidad. Yo sé que la palabra microbusero tiene en sí una connotación negativa, pero pudo haber sido uno de esos tantos pro-vida que te echan el carro y matan animalitos. ¿Es entonces culpa del microbusero o del sistema que lo creó? A él le dieron su licencia de conductor sin tener las competencias adecuadas para ser un chofer del transporte público. ¿Y si hubiera sido una persona? Hay límites de velocidad establecidos en todo el país y, aunque estuvieran las señales, el conductor sabe que no hay consecuencias si va a 100 en una zona de 40/kph. Si no hay consecuencias, seguiremos como antes, como siempre.

El centro de Santa Ana huele y seguirá oliendo a orín. Es una cuestión cultural masculina que hay que cambiar. Me dice un amigo amigo del oficialismo que la ciudad tiene años de estar así y que no se pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana… ¡pero ya pasaron varias noches y varios amaneceres! Bastaría con que los que se orinan en la calle supieran que hay consecuencias de hacerlo y si lo hacen tendrán que responder por sus actos. Vendrá uno que otro a decir que si no hay baños públicos la gente tiene que usar la calle, pero, ¿por qué las mujeres no lo hacen? O bien, para solucionar esto, la alcaldía debería incentivar a los negocios locales que permitan que la gente use sus baños a cambio de incentivos municipales. Basta con entregarse de cuerpo y alma a la ciudad.

Los trámites en cualquier institución de gobierno o centro de salud siguen como siempre; los buseros paran donde han parado desde siempre; los motoristas le cierran el paso a las ambulancias como siempre; los que recogen la basura llevan la prisa que han llevado siempre; los trámites en cualquier alcaldía son tan engorrosos como siempre; las ofertas del supermercado no las reconoce el sistema y te las cobran como siempre; las constructoras siguen sin proveer seguridad a sus albañiles como siempre; la gente se sigue reproduciendo pues el control de la natalidad y el acceso a la educación sexual sigue como siempre; los políticos ebrios siguen haciendo escándalo como los de siempre; las solicitudes de algo en alguna universidad siguen tan fastidiosos como siempre y no, nada de esto es culpa de los mismos de siempre ni de Bukele, es responsabilidad de todos en querer cambiar de actitud, mejorar la estructura social y apostarle a una cultura de respeto mutuo y respeto hacia los espacios que habitamos.

Hay una buena parte de la población que pide penas más duras para los delincuentes, pero el problema no es nada más como aquel dicho de “muerto el perro se acaba la rabia”. Es un problema estructural. Yo he tenido alumnos cuyos padres son delincuentes y, aunque no quieran esa vida para sus hijos, les es más apetecible financieramente que trabajar en un Call Center o en un Uber. El sistema educativo no necesita más reformas, necesitamos arrancar el problema de raíz y edificar un sistema con bases sólidas e inclusivas donde los maestros no tengan la necesidad de trabajar en otro colegio o en Hugo para ajustar la economía del hogar. Estos cambios estructurales deben acontecer antes que cualquier otro mega proyecto del presidente o nos estaremos condenando a seguir siendo loa mismos de siempre.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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