Los líderes del hemisferio no deben desaprovechar la Cumbre de las Américas

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Cumbre de las Americas: Los líderes de países americanos deben reunirse para discutir la portabilidad de "prestaciones laborales, la inclusión económica, la jubilación y los programas de salud", indica Alianza Americas.

Las comunidades y el cambio climático no pueden esperar

El inicio de la Novena Cumbre de las Américas en Los Ángeles, California, ofrece una oportunidad vital
para hacer un balance de los retos críticos que enfrentan las sociedades en el hemisferio occidental. El
reto más importante no es nuevo. Incluso antes de la pandemia de COVID-19, Latinoamérica ya
experimentaba los niveles más altos de desigualdad económica de cualquier región del mundo. La
pandemia profundizó y acentuó las enormes brechas entre ricos y pobres a lo largo del hemisferio
occidental. Ante esa desalentadora realidad, los líderes políticos que se reúnen esta semana deben
centrarse en formas verdaderamente creativas e incluso atrevidas de abordar las inequidades sistémicas.

Las naciones del hemisferio occidental también están atravesando una crisis política que se ejemplifica
en las tendencias políticas autocráticas y extremistas que se observan en Estados Unidos de América,
Brasil, y con ecos en El Salvador, Perú e incluso Costa Rica. Un segmento amplio y creciente de la
población de todo el hemisferio occidental ha perdido la confianza en la noción de que los partidos
políticos convencionales, o incluso las formas democráticas de gobierno, pueden resolver sus problemas
más apremiantes. Esta alarmante tendencia debería impulsar a los líderes del hemisferio occidental a
entablar una conversación seria sobre cómo redefinir el significado práctico de la democracia y presentar
planes innovadores para practicar la transparencia, la rendición de cuentas y la cooperación hemisférica
de manera que se concrete la promesa de sociedades prósperas, sostenibles y democráticas en todo el
hemisferio.

Ante el doble desafío de inequidades sistémicas y democracias disfuncionales, el cambio climático no
puede ser ignorado. Los efectos del cambio climático ya están amenazando a las comunidades del
Caribe, y la ciencia nos advierte que estamos a punto de alcanzar el punto de inflexión en el Amazonas.
Para que podamos contener y revertir esta amenaza existencial para todas las formas de vida en nuestro
planeta, las naciones del hemisferio occidental deben tomar medidas significativas y urgentes para poner
fin a la dependencia de los combustibles fósiles y adaptarnos a la crisis que ya está en curso.
Desgraciadamente, estamos muy lejos de esa realidad.

Los retos que enfrentan las sociedades del hemisferio occidental son alarmantes y monumentales, pero
no son imposibles de resolver. Sin embargo, hacerlo requerirá de un verdadero liderazgo y un
compromiso firme con romper con la forma habitual de hacer las cosas. Afortunadamente, disponemos
de puntos de referencia para avanzar. Un punto de partida es comprometerse plenamente con los
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos hace años, y que ofrecen un conjunto mínimo de
resultados específicos que todas las naciones deberían comprometerse a generar. Sin embargo, los ODS
son sólo un estándar mínimo. Podemos y debemos hacer más. Por encima de todo, las naciones de todo
el mundo deben cambiar el rumbo del sistema de políticas económicas que nos ha llevado a la situación
actual. Sencillamente, no podemos repetir los errores de las últimas décadas, esperando obtener un
resultado diferente.

Sin embargo y a pesar de los peligros claros y presentes que enfrenta nuestro bienestar colectivo, la
Novena Cumbre de las Américas puede resultar en una oportunidad más desperdiciada para trazar un
plan verdaderamente nuevo que permita avanzar hacia tiempos mejores para los pueblos del hemisferio
occidental, especialmente para aquellos que han sido históricamente ignorados, excluidos y dejados de
lado. Los líderes de nuestro hemisferio parecen preferir centrarse en distracciones, en lugar de hacerlo
en las soluciones reales. Los preparativos de la cumbre se han visto envueltos en desacuerdos sobre
quién debe ser invitado y quién toma esas decisiones. Los líderes políticos ciertamente tendrán
desacuerdos en torno a las políticas, pero la cumbre es una oportunidad poco frecuente para escuchar
todas las opiniones. La exclusión de ciertos gobiernos, y la decisión de otros líderes de no asistir a un
evento internacional en el que no se escucharán todas las voces y opiniones, simplemente facilita que se
eviten las discusiones centrales que cumbres como ésta deberían abordar.

Más allá de las disputas sobre la participación, una de las mayores distracciones de esta cumbre será el
tema de la movilidad humana a través de las fronteras en el hemisferio occidental. Las últimas décadas
han marcado un período de importantes desplazamientos de población en el hemisferio occidental. En
general, estos desplazamientos han sido forzados. No sólo por conflictos convencionales, como las
guerras y desastres ambientales devastadores, sino por la negación sistemática de los derechos
económicos, sociales, políticos y culturales a grandes segmentos de la población de las naciones
latinoamericanas y caribeñas. En este sentido y ante la ausencia de políticas migratorias realistas,
humanas y con sentido común, emerge la migración forzada, que tiene lugar de manera no autorizada y
por vías peligrosas, la cual es un síntoma del fracaso de las personas en posiciones de liderazgo de
abordar y resolver las rupturas sistémicas de larga data.

Los Estados Unidos de América, que ahora albergan a casi 22 millones de personas nacidas en
Latinoaméricay el Caribe, principalmente de México, han permitido que el debate público y político esté
dominado por fuerzas políticas impulsadas por el odio racial y étnico, así como por la xenofobia contra
personas presentadas como empobrecidas e indeseables. Durante la mayor parte de los últimos 40 años,
la política de inmigración de Estados Unidos ha estado dominada por la contención, la restricción, la
exclusión y el castigo. Desde al menos 2014, este enfoque de política pública se ha extendido
activamente más allá de las fronteras de Estados Unidos, a través de acuerdos bilaterales o regionales.

El mantra político que domina las conversaciones políticas sobre la migración está en gran medida
divorciado del impacto positivo y bien documentado que la migración ha tenido tanto para las naciones
de destino, como para las de origen. El impacto positivo de la migración ha sido enorme, no sólo en
términos económicos. Se extiende a las esferas sociales, políticas y culturales. El mayor beneficiario de la
migración ha sido Estados Unidos de América. Las personas migrantes han inyectado juventud y
dinamismo demográfico a una población y comunidades que de otro modo envejecerían. Las personas
migrantes han revitalizado industrias enteras, haciéndolas muy rentables, y han añadido literalmente
sabor y color al paisaje cultural estadounidense, desde la comida hasta la música.

Si la formulación de políticas sobre la migración y las personas migrantes en el hemisferio occidental se
rigiera por los hechos y no por la ideología y los prejuicios, las Américas podrían ser un brillante ejemplo
de políticas visionarias, humanas y mutuamente beneficiosas para todas las partes involucradas.
Lamentablemente, las principales consideraciones de política pública siguen estando motivadas por un
conjunto de premisas antiguas y falsas. Si no estuviéramos hablando de seres humanos, las
implicaciones no serían tan trágicas. Pero, de hecho, el enfoque negligente de las políticas migratorias y
de las políticas hacia las personas migrantes provoca sufrimiento e incluso la muerte diariamente.

El punto de partida indispensable para una sana deliberación política es centrarse en los hechos, así
como en los factores desencadenantes que obligan a las personas a tomar la dolorosa decisión de buscar
seguridad y bienestar en tierras extranjeras. Los resultados de un enfoque como éste no se producirán
de la noche a la mañana. Llevará años, si no décadas. Requerirán mucha innovación en todos los
aspectos. Sin embargo, a corto plazo, los siguientes enfoques nos ayudarían a avanzar hacia mejores
resultados en el reto de la movilidad humana:

Se debe ofrecer protección humanitaria y apoyo a las personas que se ven obligadas a huir de sus
países. La migración forzada no sólo se genera por la violencia grave. Ocurre cuando los padres deben
enfrentarse a un nuevo día sin saber cómo van a proveer para sus hijos y otros seres queridos. La
frontera sur de Estados Unidos representa una de las crisis humanitarias más acuciantes del hemisferio,
con decenas de miles de personas en una situación de dolorosa incertidumbre en torno a su futuro. Es
crucial reconocer que los pilares aún dominantes de las leyes de protección humanitaria se establecieron
hace más de 70 años, bajo una realidad mundial muy diferente a la actual. Por lo tanto, los enfoques de
protección humanitaria deben actualizarse de acuerdo con las realidades actuales.

Se debe ofrecer un canal para documentar adecuadamente la presencia de poblaciones que han
residido en una nación determinada durante más de tres años e integrarles de todas las maneras
posibles. El caso de Estados Unidos de América, donde cerca de 11 millones de personas han residido
durante muchos años sin el beneficio de la integración legal en su país de adopción, destaca como la
situación más urgente a resolver.

Se deben redefinir y ampliar los programas de empleo temporal para trabajadores extranjeros. Es
crucial reconocer que muchos programas de este tipo tienen un historial de violaciones sistemáticas de
los derechos laborales. Una nueva generación de estos programas no debe limitarse a reproducir las
antiguas prácticas. Deben innovar de manera que pongan en el centro los intereses de todas las
personas trabajadoras, nacionales y extranjeras. Es totalmente posible que una nueva generación de
programas de trabajadores temporales, definidos adecuadamente, pueda desempeñar un papel clave en
la reducción de las desigualdades sistémicas en los países de acogida, así como en los de origen.
Los líderes deben reunirse para acordar un sistema integrado de alcance hemisférico para la
portabilidad de las prestaciones laborales, la inclusión económica, la jubilación y los programas de
salud. El patrón de movilidad humana nunca ha sido realmente en un solo sentido, y lo será aún menos
en el futuro. Por lo tanto, la creación de mecanismos que permitan a las personas acceder a las
prestaciones sociales en el país en el que residen, sobre todo en el caso de los trabajadores de mayor
edad que deseen jubilarse en un país diferente al de su vida laboral, es crucial. Debemos avanzar hacia la
portabilidad de la seguridad social. Otro ámbito de integración es la inclusión financiera. Los historiales
de ingresos y créditos deben ser aplicables a través de las fronteras. Esto permitiría a muchas personas
migrantes hacer uso de herramientas financieras como los préstamos hipotecarios dondequiera que
deseen comprar una vivienda.

Estas recomendaciones son sólo una muestra de las innovaciones de políticas públicas que deben
introducirse para avanzar en el manejo de la migración y los derechos de las personas migrantes desde
un enfoque basado en el sentido común. También debemos recordar que, a pesar de los muchos
factores que empujan a la gente a salir de sus países, la mayoría de los habitantes de las naciones de
Latinoamérica y del Caribe optan por quedarse en sus países. Esto es así porque la gente ama a sus
familias, ama a sus comunidades, ama sus costumbres, ama a sus países.

Por último, y volvemos al punto de partida, la tarea más importante es articular un nuevo conjunto de
estrategias económicas, sociales, políticas y culturales diseñadas para abordar, de una vez por todas, los
antiguos defectos sistémicos que los responsables de la toma de decisiones han permitido que se
agraven por demasiado tiempo. Conseguir que este reto fundamental se solucione debería ser el foco de
atención de la Cumbre de las Américas. Desde la perspectiva de la sociedad civil, nosotros en Alianza
Americas nos comprometemos a hacer que los responsables de la toma de decisiones rindan cuentas
sobre las necesidades y los derechos de las comunidades más allá de las fronteras.

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