No, los jesuitas no están comprometidos con las ideologías, los partidos políticos, el presidente, los poderes del Estado y los grupos de poder económico, mucho menos con los militares, su compromiso es sencillo y contundente: Con Dios y la justicia. También con todo lo que tenga que vincularse a eso: Los pobres, la desigualdad, la democracia, el bien común, etc.
Esa visión y determinación los ha llevado a no ser aceptados, bien vistos en algunas naciones, por gobernantes, poderes fácticos y por esa razón han sido expulsados, perseguidos, acosados y asesinados, por su pensamiento crítico de altura y fidelidad moral, no hay país en el mundo en donde la Compañía de Jesús estuviese cómoda y ver ante sus ojos pasar a la realidad social sin intervenir. Los incómodos jesuitas haciendo retorcerse a los grandes poderes o hacerlos reflexionar, con ese perfume profético de denuncia basado en la verdad, incomprendido por muchos, pero al final es la esencia real de lo que golpea a la sociedad en sus problemas, muchas veces: La injusticia.
Pareciera que las causas justas que los jesuitas lideran están en sintonía con las ideologías, muchas veces extremistas, pero no es así, la dirección correcta vienen desde la Contra Reforma en la línea del tiempo que en la historia moderna ha marcado la profunda huella de esta congregación religiosa en las sociedades.
Las ideologías persiguen intereses que van a desembocar en el poder y control, y beneficiar a grupos reducidos, devorar y consumir poder. El poder, la antigua tentación de la humanidad, que al mismo Jesucristo se le presentó en su caminar por el desierto, no ajeno de los hombres comunes y corrientes, mucho menos de los que ya lo han probado y ansían retenerlo.
El poder que muchos atribuyen a la Compañía de Jesús no es nada más que la capacidad del pensamiento reflexivo, basado en la verdad y la justicia. Una bitácora que hace que el análisis sobre la realidad social funcione y que está debidamente comprobada, y que también es referente de una sociedad civil que quiere que el Sistema funcione justamente.
Un valor tan grande como la democracia y la participación social, que cuesta construir, incluso después del crisol de sangrientos conflictos y estallidos sociales, la democracia un valor grande, tesoro de las naciones debe ser custodiada y protegida; observada y monitoreada por los ciudadanos, está incluida en esos cánones que los jesuitas por varios siglos han instruido a sus alumnos y cercanos.
Ahora entendemos porque el primer poder del Estado de nuestra nación, la Asamblea Legislativa, reconoce al padre Andreu Oliva SJ, hijo meritísimo de El Salvador, la retroalimentación de esas grandes enseñanzas que emanan de ese pensamiento inamovible de los herederos de San Ignacio.