sábado, 13 abril 2024

Los guerreros de la libertad

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La obra busca reivindicar la lucha de soldados y revolucionarios, que como peones terminaron traicionados por las cúpulas y lí­deres de sus partidos

Género: Testimonial histórico

Autor: Ernesto Panamá

La obra es su última publicación el autor quien fue fundador del partido ARENA advierte a dirigencia la que entonces presidí­a el entonces presidente Antonio Saca y quien sin escuchar las bases decide llevar de candidato a Rodrigo Ávila, que perderán las elecciones y el análisis que el autor hace resulta en el primer triunfo electoral presidencial del único partido polí­tico que órdenes del exterior se inscribió sin cumplir los requisitos de ley establecidos.

Este relato es final de la obra en ella se analiza candidatos, como dirige sus campañas además señalar el por qué ARENA perderí­a la elección luego de cuatro perí­odos de ostentar la presidencia.

El tí­tulo del libro: Los guerreros de la libertad, ilustrado por soldados y revolucionarios que dieron su vida luchando ambos por la causa que creí­an justa al final ambos al manados a firmar la paz los gurreros supieron que habí­an sido engañados y las cúpulas además los traicionan.

La obra que se desarrolla desde los años 30 pretende identificar similitudes entre las familias protagonista de los dos acontecimientos y además conocerás de quien lo vivió cómo se fundó ARENA y quienes lo destruyeron

Además, en el Comentario crí­tico que el autor nos narra el aspecto geopolí­tico que él asegura es lo que nos lleva a la cruel guerra que acaba casi con una generación de salvadoreños.

Comentario Crí­tico

Cuando no existí­a el terrorismo para los Estados Unidos de América, pues sus autoridades no lo reconocí­an, África, Asia y Latino América, se veí­an azotadas por la más cruel de las guerras, la lucha entre hermanos; como resultado de la confrontación entre el este y el oeste, protagonizada por los Estados Unidos de América (EE.UU.), la Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas (U. R.  S. S) y La República Popular de China (R. P. C.).

Guerra Frí­a se le denominó a este conflicto, quizá porque ellos fabricaron el frí­o metal causante de millones de ví­ctimas, mientras el calor de la metralla la sufrí­amos los llamados paí­ses tercermundistas. Cualquiera que fuese el motivo: exceso de población, control de recursos, intereses corporativos o dominio mundial, ninguno justifica, en mi humilde opinión, este escalofriante accionar. En un principio, muchos tomamos partido con una u otra potencia. Pero continuar haciéndolo en el siglo XXI, ante los hechos es de iletrados. Y pregunto al lector ¿Ha generado la Guerra Frí­a y las llamadas guerras de “liberación”, en Angola, Argentina, Camboya, Namibia, Nicaragua, El Salvador o en algún otro paí­s  el fin de la pobreza o una mejor distribución de los ingresos para sus nacionales? Amigo lector la respuesta, le pertenece.

Puedo asegurar que cientos de miles de médicos, ingenieros, enfermeras, fontaneros, obreros, de estos y otros paí­ses, emigraron hacia las grandes potencias solventándoles el alto costo de capacitar profesionales y solventar escasez de mano de obra. En la mayorí­a de los casos, los emigrados fueron personas con experiencia y en muchos casos con capacidad de contribuir al PIB, de esos paí­ses desde su llegada. ¿Quizá usted, amigo lector, se encuentre entre ellos?

Las consecuencias de la guerra en nuestros paí­ses también facilitaron a corporaciones transnacionales comprar a precios insignificantes, bancos,  empresas financieras, de salud, de recursos naturales, etc. Y si bien es cierto, algunos servicios mejoraron, el costo de estos aumentó en forma geométrica al poder adquisitivo de estos pueblos. Pocos años después y debido a gobiernos ineptos, el beneficio para el pueblo fue superado por el mal servicio y los cobros exagerados.

¿Qué futuro nos espera? La potencia que más influye en nuestra nación hoy, puede cambiar de gobierno, con él su interés y quizá un nuevo plan o modelo de  desarrollo que se nos obligará a seguir. ¿Pero qué importancia tiene una nación de indios salvadoreños, de negros de Namibia, o de tailandeses, ante la seguridad nacional de una potencia? ¿O quizá en los  niveles donde se toman las decisiones, ni siquiera se nos considere como seres humanos, sino una aberración de la naturaleza que deberá ser suprimida ví­a SIDA, ántrax, la fiebre del Nilo, la gripe aviar o por nuevas guerras de conveniencia, como sacrificio necesario para su supervivencia?

Fue una triste realidad ver como los EE.UU. condenaron la Segregación racial en África del Sur, pero nunca dejó de comprar Uranio a ese gobierno. Así­ también ha promovido un estilo de vida de libertades y exigió sometimiento a sus intereses, a la vez que desconoce los tribunales de justicia internacional, exigen respeto a los  sindicatos en otros paí­ses y no existe en su paí­s la indemnización universal para sus trabajadores, demanda democratización y fomenta la inversión en paí­ses totalitarios (China), donde nadie puede pronunciarse  en contra del estado. El juego de interés es de color verde dólar y para las corporaciones Motorola®, McDonald´s®, Kmart®, SaraLee®, GAP®, Halliburt®, etc., etc. El que se explote a chinos, vietnamitas, nicaragüenses y otros, es justificable en cuando sus ingresos sean altos  y afirman: ¡existe estabilidad laboral! A nadie escapa que en los paí­ses totalitarios quien se opone al sistema o protesta queda como mí­nimo sin la protección del estado, pero esto no molesta a grandes y pequeños inversionistas porque el sistema garantiza bajos salarios y grandes utilidades.

¿Serán estas dualidades en el comportamiento polí­tico económico de los EE.UU., las razones o causas por las que el terrorismo alcanzó el World Trade Center; su sí­mbolo financiero después de 40 años? ¿O ha sido solamente otra maniobra fraguada entre el estado y  grandes corporaciones para continuar distribuyendo a sus accionistas más utilidades, justificando guerras e incrementando la fabricación de armamento? Vaya usted a saber.

En su época, simpaticé con Ronald Reagan, admiré la recuperación económica que logró Clinton; luego me agradó como se expresaba el senador John Edwards cuando anunció “el fin  de los privilegios”. Si expresara públicamente esto en mi paí­s, serí­a catalogado de comunista, marxista leninista y quien sabe cuántos epí­tetos más. Tristemente el candidato demócrata resultó ser el senador  John Kerry, quien considera a  los latinos incapaces para llevar adelante tratados de libre comercio y  perdió las elecciones.

Tristemente  en la elección de EE.UU., prevalecieron los intereses petroleros y de la industria armamentista al  reelegir a George W. Bush, cuya gestión hasta mediados del 2008, es el caos más grande que haya vivido la humanidad desde la depresión en 1932.  Hoy por hoy, los excesivos precios de los combustibles, el encarecimiento de la vida, el continuo incremento del costo de la guerra, la depreciación del dólar, la escasez de alimentos, las balanzas  de pagos negativas y una recesión en  perspectiva que afectará a todo el  mundo, constituye el legado de las dos administraciones Bush.

Al otro lado del mundo la realidad muestra una Unión Europea pujante, que, a  través del diálogo y la negociación, se fortalece polí­tica y económicamente, mientras la posible unidad de América se desvanece por intereses manipulados por explotadores.

Ante esta situación se dimensiona la posibilidad de  cambio en la dirección y rumbo del imperio norteamericano en las próximas elecciones de noviembre del 2008 y un giro en su polí­tica mundial del que estaremos pendientes. Habiéndose definido ya las candidaturas de John McCain por los republicanos y Barack Obama por los  demócratas. Pienso todos los paí­ses del mundo se beneficiarí­an con el cambio que ofrece el candidato demócrata: al menos él ofrece una oportunidad para el dialogo apartándose de la paranoia McCarthy de los 50 que no vendió Bush y que aún en nuestro paí­s El Salvador está arraigada en los bandos polí­ticos contendientes que impiden el dialogo.

El  relato que a continuación se desarrolla es apenas una muestra de la tenaz lucha de un pueblo por vivir en Libertad en condiciones totalmente adversas pues, así­ como no iniciamos la guerra, tampoco la terminamos como debí­a ser, si no como nos lo impusieron intereses ajenos.

Por lo tanto, nuestro futuro de las próximas generaciones  no está en nuestras manos, hasta que dignamente como ciudadanos recuperemos nuestra idiosincrasia y soberaní­a.

Me entristece que mi pueblo haya dejado de ver futuro en la tierra que los vio nacer y sólo vea posibilidades de un futuro halagador lejos de ella;  pero ésa es la realidad y los únicos culpables somos nosotros por dejarnos llevar por intereses polí­ticos extranjeros y corruptos nacionales. ¿Hasta cuándo callaremos?

Amigo, espero que la lectura  a continuación les haga recapacitar, pensar, crear y buscar alternativas que reduzcan la brecha entre ricos y pobres, así­ como generar oportunidades, capacitación y trabajo a las mayorí­as en nuestro planeta. No pretendo más que eso.

(Aquí­ puede comprobar el lector  el riego que se corre al escribir pues lo escrito es para la posteridad  y  en estas lí­neas manifiesto esperanza en el candidato Hussein Obama,  quien resulto totalmente contrario a lo que este escritor pensó)

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Ernesto Panamá
Ernesto Panamá
Columnista de ContraPunto, Escritor salvadoreño; Máster en Edición, con 13 obras publicadas
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