Por Nelson López Rojas
Quejarse es la afición de los salvadoreños. Quejarse y criticar esperando a que los demás hagan las cosas y que otros solucionen los problemas mientras nos pasamos clandestinamente viendo partidos en el trabajo. Pero, ¿te has puesto a pensar que, aunque pasen los gobiernos de izquierda, de derecha, de centro y tantos otros, nosotros seguimos en lo mismo de siempre? Parece risible, pero no hemos cambiado nuestro chip para ser mejores humanos.
El pasado nos da experiencia para no cometer los mismos errores, no para vivir en él. Debemos estar conscientes del presente, de las generaciones que lo habitan. Decir que los jóvenes no tienen buenas ideas porque escuchan a Bad Bunny es recordarte que lo mismo decían de tu Guns N Roses y todavía seguís respirando el mismo aire de los que escuchan a Mozart. No se trata de negar nuestra identidad ni nuestra trayectoria, sino de cambiar el chip. Seamos receptivos a los cambios y a las nuevas maneras de vivir en una sociedad.
Ni nostálgico ni defensivo: no hay que añorar ni a Martínez ni a Duarte ni Satanizar a Cristiani ni al Profe. Como en todo gobierno, el presente tiene aciertos y deficiencias y es mi deber señalarlas, pero no todo es culpa de los 20 años de ARENA o 10 del Frente… ni de la era de Bukele. No estás súbitamente gordo por culpa del gobierno, ¡dejá de comer y hacé ejercicios!
Seguimos con un caos vehicular que nunca va a acabar. Los redondeles no son la solución; los gestores tampoco. Falta educación vial y nos falta tolerancia, cortesía y mucha paciencia. Hay aquellos que por ahorrarse 5 segundos causan accidentes. La gente sigue pitando sin cesar y muchas veces sin saber por qué. El porque así soy yo y así he sido no justifica un comportamiento cavernícola entre los citadinos. La cultura de la prepotencia, del más fuerte, del más vivo o del más vivián son como la sombra del omnipotente y acechan constantemente al más débil. ¿Qué tal si hacemos un APP para una vía rápida aérea y que se cobre peaje? ¿Y si hiciéramos un cable bus desde Santa Tecla hasta Soyapango? ¿Y si nos organizáramos un fin de semana para demoler las casetas feas que dejó el SITRAMSS? Hay que cambiar el pensamiento para dar paso a otras ideas, a ideas nuevas y no seguir haciendo lo mismo de siempre.
Dicen que uno debe ser agradecido con lo que le regalan. Es cierto. Pero, también es cierto que no me servirá una chamarra de nieve que me trajo mi tía Mila que vive en Chicago en este infierno de clima que nos tocó vivir. Tampoco voy a agradecerle al DOM que ha arreglado la calle de mi colonia sin notificación previa y dejó a todos los de la calle encerrados. O el otro equipo del DOM que llega prepotente con el CAM a retirar los vehículos porque ahí van a hacer la calle. Gente desagradecida. Ah, y allá por Ciudad Delgado han hecho la calle con túmulos como si fueran ataúdes que botan a los motociclistas y que descalabran los motores de todos los que circulan por ahí. Y qué decir de los miles de túmulos sin señalización ni pintura en el resto del país. Es decir, si en el baño no hay papel higiénico, no me pases lija, por favor.
Me agrada que se les dé trabajo a la gente que lo necesita y las alcaldías son buenas para eso. Contratan a la vecina del hijo del tío de la prima lejana de la señora alcaldesa para que tenga un puesto barriendo las calles. Por lo menos tendremos un vago menos y un barrendero más, pero cuando ponen a siete personas a barrer unas hojas para que no se vayan al tragante es de pensar. ¿Siete personas para dos metros de hojas? Gracias alcaldesa.
Hay muchos estudiantes con problemas cognitivos o conductuales que ni los colegios ni universidades saben cómo darles apoyo y los dejan a la buena de Dios… o a la buena del profesor a quien muchas veces ni le notifican que el chico x o y tiene problemas hasta que surge alguno. ¿Será que llegará el día cuando la educación deje de ser un negocio y se les ponga atención a las personas que necesitan ayuda?
En la época lluviosa estamos prontos a tapar con carpas las goteras que pudimos haber cerrado durante el verano o a criticar que la alcaldía no recoge la basura y que por eso hay inundaciones. Nambe chele. Hace falta una campaña de concientización y advertencias para que el salvadoreño entienda que si bota basura en un tragante, el tragante se va a tapar. Vivimos perennemente en la cultura de reacción y no de prevención. Imagínese, querido lector, si la tapadera de la alcantarilla de aguas negras cerca de mi casa data de 1968, ¿qué podemos esperar cuando la voracidad de las constructoras hacen centros comerciales y edifican apartamentos cuyas aguas negras van a dar al mismo lugar? Pues un poquito de sentido común me dice que si seguimos usando un sistema obsoleto de alcantarillas estas van a colapsar.
¿Y qué decir de los Einstein del VMT? Siguiendo la lógica de siempre, los jefes mandan a sus peones en horas pico a hacer retenes en intersecciones peligrosas para verificar no sé qué cosa y generan más tráfico y caos para lograr su objetivo de multar a los infractores. Otros Einstein de la PNC ponen conos en plena carretera para que la gente sepa que ahí hay autoridad y la autoridad se respeta, aunque tenga que evadir el cono y los otros conductores para no chocar.
La gente se queja y se queja pero no actúa, no escribe un email a sus representantes ni llaman a la alcaldía correspondiente para que repare lo que no está bien. La gente dice que así es este bolado y se conforman con que al menos se está haciendo algo con la delincuencia y que el hombre no puede con todo. Creemos un país del que todos estemos orgullosos, donde los indígenas de Pushtan o los negros de Yayantique no se sientan rechazados, donde los de una identidad sexual diferente a la nuestra puedan moverse sin ser juzgados, donde los “locos” sean vistos con empatía y no con curiosidad. Es cuestión de sincerarnos y preguntarnos frente al espejo si seguimos con lo mismo de siempre o si estamos dispuestos a enfrentar los nuevos desafíos de un nuevo país.