domingo, 14 abril 2024
spot_img
spot_img

Lo Generacional e Intergeneracional: propuesta a la educación escolarizada (Parte I)

¡Sigue nuestras redes sociales!

La tecnologí­a puede interesar o desinteresar tanto a un adolescente como a un adulto y, al final, ambos se hallan circunscritos a la condición de una sociedad mayor definida por el modelo de las condiciones sociales

spot_img

Nota preliminar para el lector

Debido a la extensión y para fines de publicación en el periódico que me hace favor de tomar mis letras, he dividido este trabajo en tres partes en las cuales expongo de manera muy general y resumida, algunos de los elementos sobre mi propuesta metodológica para el abordaje del concepto Generacional aplicado en la educación escolarizada. En ese orden la Primera Parte que ahora presento, comprende la exposición de algunos aspectos teóricos, la Segunda comprende aspectos metodológicos y la Tercera, aspectos prácticos empí­ricos. [1]

El trabajo constituye una primera aproximación al asunto de la definición epistemológica de los conceptos de Generación e Intergeneración. El objetivo principal de este escrito consiste en proponer una metodologí­a holí­stica (epistemológica) para la comprensión, definición y categorización de los conceptos señalados, desde una perspectiva antropológica. Ciertamente, este trabajo no resuelve filosófica, histórica, deontológica y ontológicamente la totalidad de los conceptos. Por ello me refiero a una contribución ““como pretende ser””de orden holí­stico-epistemológico. Se trata de ofrecer una manera de construir el Objeto Epistemológico, en este caso, referido al concepto de Generación sobre el cual construyo el concepto de Intergeneración, ambos, aplicados a la Educación Escolar, esto, debido a que muy difí­cilmente podemos comprender el asunto Intergeneracional si no construimos en primera instancia, el asunto Generacional.

Propongo entonces, que el concepto Intergeneracional substituya al concepto de lo Generacional  dado que, en realidad, en el desarrollo de las sociedades, hemos hecho predominantemente hermenéutica de distintas generaciones a partir de su condición etaria, cuantitativa y subjetiva. Eso ha limitado el estudio exhaustivo de las particularidades y singularidades  en el contexto de la universalidad. En términos generales, los trabajos  realizados sobre lo generacional se han ocupado de la construcción de tipologí­as imbricas sobre caracterí­sticas, expresiones del sentido común  e intereses desde una concepción análoga-dependiente de las condiciones  del progreso tecnológico. Esto ha generado tipologí­as y clasificaciones absolutas, universales, dejando fuera los elementos identitarios, históricos, territoriales  y emergentes que se construyen más allá de las caracterizaciones.

Precisamente, en oposición a las “caracterizaciones” planteo que han sido  las  condiciones históricas, las configuraciones humanas que en lo social, polí­tico, educativo, cultural, ideológico, económico y territorial, han ejercido su propia dinámica sobre las poblaciones, independientemente de  las edades que éstas representen, esto  debido a que, sin importar la edad, las poblaciones confluyen, convergen, se articulan, conviven, coexisten y se vinculan sincrónicamente en una misma sociedad utilizando diversos elementos tecnológicos, técnicos, empí­ricos, lingí¼í­sticos, culturales o  cosmovisivos que facilitan la producción de su mundo material o intelectual. Así­ que entonces, no es lo etario la determinante de lo generacional o intergeneracional.  La  edad, por cuanto condición temporal de la vida, significa en el contexto de lo generacional, la periodicidad de la función, es decir, del tiempo asignado por la sociedad para la producción de lo material e intelectual. Empero, la edad, constituye uno de los elementos importantes para el encuentro con lo intergeneracional en donde se articulan disimiles edades que no representan en sí­ mismas una etapa cronológica, sino, en particular, una condición histórica, polí­tica, ideológica, cultural y territorial de la sociedad.

Como he dicho antes, predominantemente el concepto de lo Generacional ha sido reducido  a simples caracterizaciones que a la postre, se han convertido en sutiles tipologí­as discriminativas. Todas ellas, han partido de una visión positivista- cuantitativa del reduccionismo y determinismo clásico. Por ejemplo, su insistencia en lo tecnológico-cuantitativo y su  excesivo hincapié en esas “caracterizaciones” deja de lado elementos lingí¼í­sticos, culturales, identitarios y territoriales que hacen posible  la coexistencia e interví­nculo etario que anteriormente indicamos. En ese contexto, lo educativo no debe ser visto como resultado, sino como uno de los puntos de partida para el logro de las identidades en el sentido mismo que,  lo educativo no tiene edad.

La tecnologí­a puede interesar o desinteresar tanto a un adolescente como a un adulto y, al final, ambos se hallan circunscritos a la condición de una sociedad mayor definida por el modelo de las condiciones históricas,  sociopolí­ticas, educativas, culturales y económicas que dicha sociedad ha adoptado. En el mismo plano, un niño, joven o adulto puede poseer la misma tecnologí­a con distintos o iguales grados de dominio sobre ella, en tal caso, –quizás–, por razones de temporalidad, niños y jóvenes muestren mayor interés por el Uso de tal tecnologí­a, pero, por encima de  esa habilidad o uso tecnológico, se encuentra su condición de vida, su contexto, su historia y en lo mucho, un proyecto de vida, una visión del  mundo que no ha recibido, asimilado y adoptado por uso de la tecnologí­a, sino, por procesos endoculturales endógenos o exógenos. Precisamente, estos últimos elementos, se construyen de manera adyacente  a la educación escolar, la cual, en última instancia, constituye  una función en el proceso ideológico, ontológico y epistemológico de la vida misma. 

En realidad, en su sentido más holí­stico, el concepto de Generación consiste  en  descubrir, conocer, analizar, interpretar lo que se halla oculto en las  expresiones comunes de las relaciones humanas entre los individuos, esto es, su concepto de mundo, su proyecto de vida propio, adoptado o  asimilado.  Independientemente si se trata de un proceso de aculturación, asimilación o endoculturación. El mundo del progreso tecnológico NO implica de manera alguna ““como lo promueve el positivismo evolucionista””el desarrollo mecánico y automático de las sociedades. Una  sociedad puede poseer los más altos niveles de progreso industrial-tecnológico y no por ello, convertirse automáticamente en una  sociedad desarrollada, culta. El desarrollo de los pueblos se alcanza mediante la exposición simétrica entre el progreso y el desarrollo. Ambos son interdependientes, pero no siempre sincrónicos. El desarrollo de las relaciones humanas, lenguaje, conocimiento, pensamiento, conductas y comportamientos, no siempre van de la mano con la tecnologí­a, por el contrario, cuando se trata de sociedades sin proyecto  de nación propio o fácilmente permeables por otras sociedades tecnologizadas, su desarrollo humano se torna más difí­cil en tanto sus relaciones sociales se vuelven más mecánicas y menos solidarias, se vuelven más utilitaristas, desleales y frecuentemente apáticas a trasformar su propia realidad, en una palabra: más esclavas.

En educación lo generacional es un asunto de sociedad NO de edad 

Me  refiero a que lo Generacional es un asunto de Sociedad y NO de edad por  varias razones. Comencemos por el principio, hablemos de la práctica docente, pedagógica y educativa. “La Práctica Docente adquiere disí­miles  dimensiones. Por una parte, la acción misma de enseñar en el contexto de un salón de clases, su didáctica, técnicas, metodologí­as, métodos y otros tantos que conllevan a una relación plenamente dialógica entre el docente y el estudiante. Así­ pues, el acto de enseñar no se fundamenta de manera alguna en el reduccionismo de instruir, de informar, ésos son solo algunos de los elementos necesarios, pero no determinantes. La Práctica Docente se convierte en una relación profundamente humana, simbólica, axiológica, teleológica y fundamentalmente ontológica. Los datos, la información, las técnicas de su aplicación y el contenido de los mismos, se constituyen en una excusa ineludible para enseñar a seres humanos sobre otros seres humanos, sin olvidar que la Práctica Docente debe transformarse en práctica pedagógica y ésta última en práctica educativa, holí­stica, epistémica, pero concatenada con la particularidad y singularidad. En relación con la práctica docente abordada desde las relaciones en los salones de clases, encontramos multiplicidad de formas de relación, de ví­nculo interpersonal. He sostenido que la práctica docente se explicita en las relaciones intersubjetivas sujeto-sujeto, es decir, sujeto 1=docente y sujeto2=estudiante. Dichas interrelaciones se sostienen sobre la base de  la formación axiológica, ontológica y epistémica. Si esto es así­, entonces lo que media entre ambos sujetos, es lo que llamamos enseñanza,  información, contenido, teorí­a y práctica, todos estos últimos constituidos en el Método” [2].

Vemos entonces que la práctica docente está articulada ineludiblemente a la relación sujeto-sujeto (docente-estudiante) en medio de una totalidad contextual,  histórica, social, cultural. La práctica docente se convierte por cuanto, en una expresión de la sociedad. En cada salón de clases se revelan las formas de relación social entre, los individuos, la familia,  las instituciones y el Todo social. Relaciones de poder, intercambio, valores, principios, sí­mbolos, lenguaje, etc., constituyen en sí­, los elementos de configuración del concepto de salón de clases y practica educativa. Así­ pues, los sujetos (docente-estudiante) representan la configuración del mundo externo, del que se hace y construye independientemente de su voluntad o con la propia participación de ellos.

El docente reproduce en el salón de clases su propia formación histórica tanto en lo académico como histórico (familia, comunidad, cultura, educación, ideologí­a, axiologí­as, identidades, etc.), por ello, no debe desprenderse la visión holí­stica que cada estudiante y docente encierra en sí­ mismo, antes, durante y posteriormente a su periodo de formación escolar. Sin duda (salvo algunas excepciones), la didáctica, metodologí­a, técnicas, procesos, practicas, métodos y pedagogí­a que el docente utiliza en su salón de clases, no es más que la reproducción de lo que él como individuo, experimentó durante su periodo de formación académica y desde luego, de en su propia formación humana.

Este es un principio básico que nos  sirve para interponer la idea que la tecnologí­a supedita la educación y  por tanto, el concepto de generación. Sobre eso, más adelante expongo el principio contrario,  es decir, la tecnologí­a no debe ser confundida con innovación y la innovación, es una constante en los seres dinámicos. Su propia naturaleza social obliga al constante movimiento, cambio. Así­ que entonces, la tecnologí­a que hoy invade el mundo de la educación a través  de la informática y telemática, no es más que un instrumento de uso, pero no puede convertirse en instrumento de cambio, si eso pasa, el sentido humano de la educación pierde su estado filosófico.

El concepto de Generación es el concepto de vida, de mundo que la sociedad tiene sobre sí­ misma. Si las sociedades se transformasen al ritmo de los  cambios tecnológicos, habrí­amos de pensar en sociedades ahistóricas, incompletas, enajenadas de sus propias identidades y por tanto, sin proyecto de vida, sin proyecto de nación. Eso parece suceder con buena parte de sociedades actuales, predominantemente las empobrecidas con signos claros de incongruencia en casi todos los aspectos de su vida. El  hecho que la tecnologí­a telefónica, informática o telemática llegue a una sociedad no significa que la sociedad se encuentre ipso facto  en el mundo tecnologizado y menos aún, que las múltiples generaciones que la conforman, hayan asimilado dicha cultura tecnológica. Eso pondrí­a  en grave entredicho las identidades históricas de las sociedades.

El  uso de aparatos tecnológicos no tiene edades. Un aparato es, lo que es un aparato, es decir, un objeto, un instrumento de USO que facilita una función o al menos, la realización de esa función. Así­ que lo que cuenta  para la definición del concepto generacional no es la tecnologí­a, sino,  las relaciones, lenguaje, organización, ideologí­a, axiologí­a y las identidades que se construyen en esa sociedad que no dependen del recurso tecnológico, sino de la historia misma de la sociedad, la familia, la comunidad. Es pues, la cultura y el sujeto histórico-social,  histórico-cultural lo que otorga el carácter conceptual a la Generación. Por ejemplo, un grupo familiar puede poseer la mejor y más alta tecnologí­a, pero, el uso de esa tecnologí­a dependerá de las formas identitarias de ese grupo familiar, de sus relaciones intra e interfamiliares representadas en su lenguaje, tradiciones, valores, formas de ver y construir el mundo, su futuro. Si por el contrario, el grupo familiar se haya muy poco articulado y sus interrelaciones no están determinadas por esos elementos, entonces es posible que la tecnologí­a en lugar de favorecer su intraví­nculo, provoque la ruptura del grupo y de ese grupo con el resto del Todo Social. Si por causa de la tecnologí­a informática, de comunicaciones, telemática y otras tantas,  el individuo se desvincula de su grupo familiar y social, entonces, la calidad de las relaciones sujeto-sujeto se pierde y la identidad del concepto generacional no es más que un imaginario. Llámese sujeto-sujeto  tanto aplicado a las relaciones intrafamiliares como intersociales.

Aunque  he dicho antes que el concepto generacional y por tanto Intergeneracional no debe reducirse al asunto de las edades porque son otros elementos los que construyen y explican dichos conceptos, me gustarí­a marcar lo que me parece una de las limitaciones del positivismo  cuantitativo, esto es, la generalización del concepto de juventud con menoscabo de las diferencias que se generan en torno a esa etapa biológica y social etaria de los individuos. Propongo que, al menos en materia educativa, el concepto de juventud debe ser construido y explicado a partir de la articulación trilógica de juventud, juventudes y lo joven.  Si  bien definen un estado y condición social, cultural, económica, temporal y etaria, la aplicación de una misma definición a los tres, implicarí­a reducir y mecanizar sus particularidades y singularidades. Juventud es  un estado cronológico etario-psicológico, biológico, anatómico, fí­sico y  otros tantos que se hallan articulados con las determinaciones sociales, culturales, polí­ticas, jurí­dicas e ideológicas. Sobre esta definición interviene la conveniencia e interés de quienes disponen de su definición, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud establece una cronologí­a de Juventud: 12 a 32 años, Pubertad: 12-14 años, Adolescencia: 15-17 años, Jóvenes Adultos: 18-32 años [3] (aunque  en el documento esa Organización no se responsabiliza de esa clasificación y añade que “este informe recoge la opinión colectiva de un grupo internacional de especialistas y no representa necesariamente el criterio ni la polí­tica de la Organización Mundial de la Salud). En ese tenor, parece claro que el concepto de juventud resulta ser tan antojadizo y volátil como las definiciones mismas. Así­ que entonces, tal  definición parece estar supeditada a las normas que los paí­ses industrializados determinen y establezcan de acuerdo a  sus  propios intereses y conveniencias. Pero por ahora no nos detendremos en  una reflexión crí­tica al respecto. Únicamente me interesa establecer que la ruta teórica, epistemológica y hermenéutica del concepto de juventud habrá de estar, en el mejor de los casos, definida por cada sociedad micro o macro de acuerdo a sus propias identidades, cultura, historia, economí­a, proyecto de vida, cosmovisión, realidad y particularmente, configuración social. No debe ser pues, aceptable, una definición y peor aún, una determinación etaria social, cultural, ideológica, jurí­dica  y polí­tica impuesta desde realidades ajenas a las de las propias sociedades, esa pretensión neopositivista universaliza no solo el concepto de juventud sino, que, fundamentalmente, destruye las particularidades y singularidades de las identidades propias.  Como hemos referido, la categorí­a juventud ha generado en el debate constante, diversas acepciones. “La juventud es un concepto esquivo, construcción histórica y social y no mera condición de edad. Cada época y cada sector social postula formas de ser joven” [4]. Sin lugar a dudas, son más los elementos que generan infinidad de formas para explicar el concepto de juventud, que lo expuesto por el determinismo positivista. Solo en materia de historia, cultura, ideologí­a, economí­a, cronologí­a etaria, étnica y otros tantos, la pluri-multiconformación de los grupos humanos resulta tan basta como el tiempo mismo para definirla. Radcliffe-Brown entendí­a el concepto de generación como un conjunto de edades sucesivas, así­ que,  en esa idea, el concepto de juventud debe acomodarse a la realidad del tipo de generaciones existentes o coexistentes  en la sociedad.

Por su parte, en mi opinión, juventudes, nos indica un trato epistemológico y ontológico diferente. Siendo que la juventud  está determinada por una concepción positivista universal ““–la cual se  construye desde una concepción determinista, reduccionista y colonialista—, en oposición, debemos comprender que juventudes rescata  las particularidades, la multiculturalidad, plurietnicidad y sustancialmente, las múltiples identidades que se expresan y conforman en las sociedades. El termino entonces, ofrece la oportunidad del equilibrio, la inclusión e interacción de lo diferente, de lo que es propio a cada grupo etario, cultural, ideológico, social, histórico que se agrupa en torno a la defensa de sus intereses, de su propio proyecto polí­tico que resulta ser, en última instancia, su propio proyecto de vida. Son muchas y disimiles, las juventudes en una sociedad. Sus configuraciones históricas, económicas, territoriales, polí­ticas, ideológicas, culturales, etc., hacen posible su propia coexistencia, interví­nculo y la posibilidad de articular un proyecto conjunto como masa poblacional desde sus propias identidades. En tales circunstancias,  tratándose de esas variabilidades insertas en el sistema social, la observancia metodológica desde una construcción epistémica debe conducirnos ineludiblemente al análisis de las singularidades de lo que denomino: lo joven.

Así­ pues, también propongo que Lo joven  en los jóvenes, es lo que les es innato a su naturaleza social. Está dado y concebido como la expresión de su propia conducta acumulada por el comportamiento social. Lo joven nos demanda la Observancia de su conducta como la representación-acción del sistema micro o macro en el que se hallan incluidos. Pero cada joven comprende una forma única de conducta, por tanto, su singularidad aporta al grupo del sistema, un elemento que se agrega a la pertenencia colectiva desde lo individual.  Un  elemento importante que tiene que ver con lo joven se representa en el simbolismo. Esto que denomino lo joven, plenamente de carácter subjetivo-simbólico, requiere de un estado y posicionamiento con la realidad, de encuentro con la realidad que lo construye. Así­, lo subjetivo abandona su carácter estrictamente simbólico y adquiere una condición objetiva frente a esa realidad representada en lo simbólico. Una vez conformada dicha condición, lo objetivo se objetiviza mediante la comprensión del sí­mbolo, y esto permite que ese sí­mbolo, alcance un nivel objetivado, es decir, en la conciencia ““razón–  de lo joven. En un intento de uso comparativo con algunas de las ideas de Malinowski retomaremos que  "el  conocimiento, o la estructura de sí­mbolos abstractos y principios verbales que tienen la capacidad de aparecer como un hecho empí­rico y razonamiento cierto, es una implicación de toda conducta cultural (…)”  [5] en el sentido pues, que lo joven es aquello que se produce de manera voluntaria, independiente, que surge de acuerdo a las condiciones históricas y de contexto, en la realidad in situ que cada joven expresa, infiere o actúa en virtud de sus propias perspectivas de vida.

Pritchard, en Los Nuer del Sudán (1977) [6],  ofrece una etnografí­a más detallada de lo que titula “El sistema de grupos de edad” sobre el que se organiza la sociedad Nuer, especialmente, en relación con la posición y función de los grupos etarios, así­ como las responsabilidades, visión del mundo y construcción  de su propio devenir interno y externo. Para ello, se requiere, anuncia  Pritchard, del análisis de la estructura social, ya que en realidad, nada se halla fuera de ella en cualquier forma de organización social.  “En  relaciones sociales más generales, principalmente de orden doméstico y de parentesco, y no en las relaciones polí­ticas es que el comportamiento  está determinado especí­ficamente por las posiciones de las personas en la estructura de los grupos de edad” [7]. Es el caso entonces, que el principal enfoque no está referido a la función y la posición de la juventud, del joven, de las juventudes y la adultez nuer, sino, principalmente, al sistema creado en el que participan jóvenes, adultos y  viejos estableciendo con ello, un sistema de equilibrio de las funciones y posiciones que les permite determinar la vida de la estructura social holí­stica tanto desde los aspectos endoculturales, genealógico, lingí¼í­sticos, y representativos. Dicho de otra manera, esa forma de organización emite una ruptura epistémica con la visión positivista de agrupar en una misma concepción, una serie de caracterí­sticas comunes a la generación de una ley universal de la conducta y comportamiento de los grupos humanos. Conviene entonces, en esta construcción epistemológica, recordar que el concepto de generación  va más allá de la moda y percepción subjetiva que los individuos elaboran de su propia forma de ver, comprender y construir el mundo; de hecho,  dichos elementos constituyen una de las partes del mundo holí­stico y concreto de la actividad generacional de toda cultura,  etnia o nación, pero no su formulación objetiva. Claro está, que dicha formulación debe verse como una construcción permanente, en tanto, las generaciones se modifican y transforman en virtud de los cambios de las sociedades a las que pertenecen y en las que se desarrollan.

___
[1] Para mayores detalles, Véase, Ticas, Pedro, Epistemologí­a de las generaciones: Una propuesta metodológica para su abordaje en educación, e/p, El Salvador, 2017
[2] Ticas, Pedro, et. al. De  la práctica docente a la práctica educativa salvadoreña: epistemologí­a de la gestion educativa, seguridad, migración y familia en Centros Escolares de Tercer Ciclo, Departamento de Cabañas, Ed. Universidad Pedagógica de El Salvador Dr. Luis Alonso Aparicio, 2016. p.82
[3] OMS, Documento,  La salud de los jóvenes: un desafí­o para la sociedad, 2000. p.12
[4] Margulis, Mario (ed)., La juventud es más que una palabra, ensayos sobre cultura y juventud, Editorial Biblos, Sociedad, Buenos Aires, 2008.p.11
[5] Malinowski, Bronislaw (1939), "El grupo y el individuo en el análisis funcional": 298-99. En castellano: Bohannan, Paul y Mark Glazer, (2010). Antropologí­a. Lecturas, 284-303. Madrid: McGraw Hill.
[6] Pritchard, Evans, Los Nuer, Ed. Anagrama, Barcelona, p.272
[7] Pritchard, Evans, Ibidem.p.272

¡Hola! Nos gustaría seguirle informando

Regístrese para recibir lo último en noticias, a través de su correo electrónico.

Puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

spot_img

También te puede interesar

spot_img

Últimas noticias