Por Luis Melgar Bruzuela (*)
Un cálido saludo al autor de la obra Para llegar a Roque Dalton, a las autoridades de la Universidad de El Salvador y del Ministerio de Cultura que presiden este acto de presentación del estudio de Iffland sobre el poeta más revolucionario y el revolucionario más poeta de nuestra Madre Tierra Cuscatlán-El Salvador. Sean bienvenidos a la celebración de este opus magnum, de James Iffland.
El autor es desde 1974 profesor e investigador de la Universidad de Boston, hispanista, autor de numerosos libros sobre literatura de los siglos de oro de España, particularmente de Cervantes, Avellaneda y Quevedo. Entre otras distinciones, ha recibido el reconocimiento del Rey Felipe, de España, por sus aportes a la literatura hispana. En 2016 nuestra UES le publicó a Iffland el libro Ensayos sobre la poesía revolucionaria de Centro América, un antecedente directo del libro que hoy aquí se presenta.
La obra se ha dividido en dos tomos: el primero de 3 capítulos y el segundo de 6. Estos 9 capítulos suman un total de 2042 páginas. Las notas a pie de página son 586 y el número de obras referidas como bibliografía específica es de 280. Menciono estas cifras para que los oyentes y futuros lectores sopesen la dimensión del trabajo realizado por Iffland.
Consideremos la organización de este estudio tan abarcador: El título nos plantea a Dalton como un territorio de significación al que se puede llegar más y más penetrando en los núcleos vitales de su acción militante y de su escritura como una totalidad: la poesía, la narrativa, los ensayos, la dramaturgia, que lo muestran como un revolucionario que también escribe.
Entre los ideologemas que sobresalen en la semiosis nuclear daltoniana, según la interpretación de Iffland, hemos de entender su celebración por la vida en dimensión histórico-social, por ejemplo en su experiencia cubana, o en la cuenta que da de sus amores, ya sea en el erotismo personal con sus amantes o en la camaradería entre compañeros de lucha.
Otro de esos núcleos semánticos es la muerte, tema reiterativo hasta la obsesión, que el crítico norteamericano ve como la contraparte de su afirmación por la vida, en una gama de matices y connotaciones: el humor negro, el sentido crístico auto-martirial, el caos del espejo en esa perspectiva, la resurrección social (para las masas, para los hombres de la calle) a futuro. O la acción de los exterminadores por órdenes imperiales, como los “Hijos pródigos” del ejército inglés matando y sometiendo a los demás pueblos.
La verdad es otro de los núcleos que más se ahondan en la semántica roqueana, que el autor va mostrando en diversos textos: “Hora de la ceniza”, “A muerte fiel, a muerte convidada”, partes de “Los hongos”.
Igualmente intensos son los análisis del sentido del compromiso, aplicados a diversas muestras, develando la entrega total del poeta a la liberación del pueblo, tema que a su vez se relaciona con la fe religiosa como la otra pista paralela al marxismo-leninismo, este sobre todo en la vertiente cubana. Al respecto, destaca la alternancia de voces marxistas y católicas en “Los hongos”, que Roque dedicó a Ernesto Cardenal. La Teología de la Liberación y el Historicismo Dialéctico alternan ahí en el modo dialógico y de collage de ese extenso poema. También analiza la parte más cristiana revolucionaria de Poemas e historias de una lucha de clases, calzada con el heterónimo de Jorge Cruz. Iffland ve ambas doctrinas concurrir en el territorio daltoniano, por ejemplo en personajes como el cura Camilo Torres o el comandante Che Guevara.
El Salvador aparece entre las tematizaciones de Dalton como un infierno-paraíso, al cual amar sin tregua a la vez que sufrir martirialmente. Amor en la utopía de la liberación y cólera en la denuncia histórica. Con lucidez de correlación se explican los matices de evolución del sentido de la patria o de la pequeña patria o de la patria mala madre. El Salvador resulta ser a este respecto “una tierra de vencedores oprimidos”
La mujer y la bohemia son también núcleos densos en la crítica de Iffland sobre la semántica daltoniana. Señala que tanto un cierto machismo o donjuanismo como la liberalidad en la bohemia fueron debilidades del poeta, problemas respecto a su militancia, si bien situaciones comprensibles en las contradicciones de cada ser humano.
La locura, la risa, el miedo y el suicidio son otras de las parcelas del territorio daltoniano. El rigor metodológico y demostrativo de Iffland se despliega a través de un corpus lúcidamente seleccionado para sus análisis e interpretaciones.
La palabra es el tema final de la serie de núcleos semánticos que expone el autor en una primera parte de su obra. Tres de las muestras que al respecto aborda son: partes de “Taberna”, de Un libro rojo para Lenin y “El Tlamatini” (este último, de Los testimonios). La palabra es entendida en Dalton como una fuerza material de testimonio y de compromiso. Pero dilucida cómo la palabra sin acción (sin verbo encarnado, podríamos agregar) no es verdad, no cumple el compromiso asumido para la liberación.
Entre las obras cumbres de Dalton que sobresalen en el corpus de análisis de Iffland, están Miguel Mármol y los sucesos de 1932, Un libro rojo para Lenin, y Poemas e historias de una lucha de clases, Pobrecito poeta que era yo, El Salvador (monografía), y la obra dramática Los helicópteros, que Roque escribió con José Napoleón Rodríguez Ruiz, “Pepe”.
¿Quiénes son los destinatarios de este estudio, el más extenso y el más denso que se haya escrito sobre Dalton? Iffland plantea que el legado del poeta no ha de ser principalmente para la academia sino para la calle como espacio de manifestación, de lucha y de conjunción, a beneficio de los que siguen sufriendo la cultura de la muerte que es el sistema capitalista, y necesitan ser designorados, concienciados para la acción colectiva en la reinvención del país, como apuntó Roque en “El Salvador será”, de su libro póstumo Poemas e historias de una lucha de clases.
Pero, en primera instancia de lectura y de retroalimentación crítica, aprobatoria o no, el lector implícito de este Opus Magnum sobre el fenómeno Dalton, no puede ser la masa, la ciudadanía de a pie, la que recorre las calles en busca de sobrevivencia, sino los profesionales de las humanidades y de las ciencias sociales. A partir de esa primera respuesta el legado roqueano se iría irrigando, diseminando hacia las bases de la lucha popular, de las guerras de liberación que puedan retornar como condiciones subjetivas y objetivas de la democracia real o del socialismo o del comunismo, en la continuidad de la utopía irrenunciable a partir de la voluntad crística del gran poeta nuestro. Esta cuestión, que desafía la lucidez de Iffland en su recorrido por el territorio daltoniano, será el giro necesario en su relectura.
La obra magna que hoy estamos comenzando a conocer marca un hasta aquí, como culminación, en la hermenéutica de Dalton. Nadie había profundizado tanto como este estudioso norteamericano en la totalidad de nuestro gran poeta. Y marca un desde aquí para nuevos emprendimientos de otra tónica, de otra dimensión, en la cual la academia sea el conductor y el filtro, y la gente de base, los obreros, los campesinos, los indígenas, las mujeres marginadas o acosadas, violentadas en sus derechos, en fin, la pobrería, sean las y los protagonistas de lo que El Salvador será.
Muchos aplausos para James Iffland y albricias para sus lectores presentes y venideros. Gracias desde la historia y la utopía de El Salvador-Cuscatlán por este aporte magno y magnífico, sobre ese gigante revolucionario que también escribía como loco o como prócer de la palabra y de los poetas en cuanto conductas morales, crísticas, en su compromiso histórico y utópico, irrenunciablemente.
(*) Ponencia de Luis Melgar Brizuela en el lanzamiento de la investigación de Iffland, el 24 de junio de 2022