Hace un tiempo leí una noticia en la cual se exponía la opinión de varios escritores de América Latina y España, respecto a que la literatura Iberoamericana corría el riesgo de desaparecer. Seguí leyendo con curiosidad la nota de marras, pues me intrigaba saber por qué la literatura de Iberoamérica podría desaparecer. Finalmente respiré aliviado. No hallé elementos objetivos que sustentaran dicha afirmación.
La noticia trataba ese viejo asunto de “la guerra literaria entre Latinoamérica y España”. Guerra, si se puede llamar al debate que ha existido, principalmente, desde los últimos 50 años del siglo pasado, con la aparición del conocido “Boom latinoamericano”, el cual, gracias a la pluma de insignes escritores como García Márquez o Vargas Llosa, puso a nuestra literatura en la escena mundial, algo que no había sucedido antes.
A partir de ese momento tuvo más fuerza la susodicha guerra entre españoles y latinoamericanos. Según intelectuales y escritores que han analizado el tema, ese “conflicto” tiene un tufillo colonialista que aún subsiste en España, quien siempre ha sido purista con el lenguaje. El impacto del “Boom” fue tan grande que, hasta hoy día, no han podido asimilar de buena manera los regionalismos y giros lingüísticos que hay en la literatura latinoamericana. Solo así se explican afirmaciones del tipo de la de Alfonso Mateo Sagasta, novelista español, quien dijo que “existe una necesidad de que las literaturas argentinas y mexicanas sean traducidas al español para favorecer su difusión”. Entonces, uno se podría preguntar, ¿qué hablan argentinos, mexicanos o salvadoreños?
Esa me parece una actitud de discriminación lingüística. Tradicionalmente, en España ha existido una especie de resistencia por comprender las literaturas de América Latina; pero nosotros (los latinoamericanos) hemos tenido que leer la literatura española tal cual ha sido escrita. Pienso en las ediciones de Anagrama, por ejemplo. Los “vosotros”, los “visteis”, los “majos”…los tenemos que digerir, pero ellos no pueden hacer un esfuerzo por entender la literatura de América Latina.
Hay editoriales españolas que, al recibir manuscritos provenientes de América Latina, tienden a “traducir” el español de esas latitudes y de “neutralizar” el idioma, con la intención de hacerlo más comprensible para los lectores españoles. Eso, lastimosamente, le quita el sentido original del escrito y la propia historia pierde fuerza. De ahí la importancia de dejar los textos con sus giros lingüísticos y con las expresiones típicas de cada país.
Las editoriales, tanto españolas como latinoamericanas, deben tener siempre presente que el español es una lengua hablada en más de 20 naciones alrededor del mundo, lo que se traduce en 570 millones de hispanohablantes. Así que no es una buena estrategia querer encorsetar un idioma tan rico y diverso como el español, en pro de hacerlo más comprensible para una cantidad reducida de lectores, para el caso, los que viven en España. Debemos estar claros que, si bien es cierto el español es de España, también están nuestro como latinoamericanos y de las letras que nos representan.
Los que tienen esa visión chata de la realidad actual de la literatura y no solo Iberoamericana, sino mundial, olvidan algo muy importante, algo que ha cambiado ya desde hace años todas nuestras relaciones sociales, políticas, económicas y culturales: La globalización.
Para bien o para mal, este proceso ha moldeado nuestras literaturas y la cara más visible de esta mutación es la influencia del idioma inglés. En el español latinoamericano comienza a verse más la influencia del inglés de los Estados Unidos que del castellano, ejemplos hay muchos como la novela La Maravillosa vida breve de Oscar Wao, de Junot Díaz. Incluso, la estructura literaria predominante en las obras que hoy se publican es más parecida a la del cine o al videoclip típico de la cultura estadounidense: Preponderancia de lo visual, acciones trepidantes, fugacidad del tiempo. Y eso viene dado por la influencia política, económica y cultural que tiene en el subcontinente Estados Unidos.
Por eso creo que la literatura Latinoamericana o Iberoamericana no va a desparecer; en todo caso, esas literaturas serán distintas a lo que hemos conocido. Tanto la cultura española, como la estadounidense y la africana y la asiática y la árabe están enriqueciendo nuestras literaturas y nada de eso las conducirá a su extinción. Al contrario, por esas diferencias precisamente es que serán más ricas, más variopintas y más renovadas.