sábado, 13 abril 2024
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Libertad encerrada

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En los últimos doce años nunca he ido a desfilar, este año tendrí­a que haber ido a desfilar, pero no, no fui. En lugar de ir desfilar me pregunté ¿para qué hay que desfilar? Realmente, es una muestra de patriotismo y unidad, pero en los últimos años lo veo más como tradición que celebración o, mejor dicho, obligación.

Parte de la independencia está basada en actuar libremente aceptando las responsabilidades. El problema es que antes de que nosotros decidamos, alguien más está decidiendo lo que vamos a hacer. La oración a la bandera salvadoreña menciona a dos de los entes que deciden por nosotros, principalmente.

La familia que amamos nos determina que es lo que haremos para ser personas de provecho en un paí­s donde es más fácil decir parangaricutirimí­cuaro que encontrar un trabajo digno para sobrevivir con los altos precios de los productos básicos. Luego, la religión que nos consuela al decirnos que hay vida después de la muerte y nos impone normas de vida conforme a lo que “Dios quiere”.

Entonces, regresando al punto, no somos libres, no podemos ser libres. La única razón es que siempre habrá un ser superior que querrá controlar a un ser más inferior. Así­, para todo existe una norma.

Hablar mientras otro habla es una falta de respeto, dormir mientras otro habla es una falta de respeto, comer mientras otro habla es una falta de respeto, levantar la mano para opinar mientras otro habla es una falta de respeto, moverse mientras otro habla es una falta de respeto y distraerse mientras otro habla es una falta de respeto. De este modo, estar muerto mientras otro habla no es una falta de respeto, es la mayor muestra de respeto. Realmente, más que una falta de respeto, es la mejor forma de dar a entender que lo que se está haciendo no es muy agradable para el público que está escuchando y deberí­an cambiar la metodologí­a que se está usando.

Sin embargo, más allá de una norma como esta, hay otras. En este punto me doy cuenta que las barreras no son fí­sicas, las barreras están en nuestra mente. Hace unas semanas, en la universidad, con tres amigos nos dirigí­amos hacia la clase correspondiente y un hombre de unos 24 años llevaba un cigarrillo eléctrico, uno de mis amigos hablaba sobre los fumadores en el paí­s, el hombre lo escuchó y lanzó humo hacia nosotros. Con el grupo comentamos la actitud del tipo y tiempo después se lo comentamos a una de nuestras facilitadoras, quien no dijo: “ustedes están en su derecho de denunciar lo que sucede”, así­ me di cuenta de que la mayor barrera es el miedo.

Hace unos meses una amiga me contaba que sus compañeros molestan demasiado y no podí­a decir nada porque sus compañeros podrí­an hacerle algo. Como dije, somos seres inferiores dominados por seres superiores que esperan que hagamos lo que ellos quieren para no sufrir las consecuencias.

Antes pensaba que los valores se habí­an perdido, los valores no se han perdido. Se ha perdido el miedo, el miedo a pensar que por no prestar atención a algo nos va a ir mal. No obstante, aun aceptamos muchas cosas. “Para cuando queramos darnos cuenta, esas opciones que elegimos libremente, serán las únicas disponibles” dijo Inna Afinogenova, subdirectora del sitio web de RT en español, refiriéndose a la propuesta de una inmobiliaria española que ofrece nichos habitacionales de tres metros cuadrados. Pero, analizando la frase, lleva mucha más profundidad a medida vamos observando todo nuestro entorno.

Un amigo dijo durante un discurso “toda sociedad tiene sus normas”, El Salvador tiene más de 400 leyes y, según algunos abogados, muchas están derogadas.

Un dí­a conversaba con una catedrática salvadoreña sobre el respeto a los derechos en El Salvador. La conclusión fue que en El Salvador no respetamos los derechos porque no sabemos dónde terminan nuestros derechos.

La educación es derecho de las personas y deber del Estado, pero la educación tiene normas que prefiero tomarlas como el circo. Considerando que hablo de libertad, me tomaré la libertad de explicar unos cuantos puntos de la Ley de Educación de El Salvador.

La educación debe “contribuir a la construcción de una sociedad democrática más prospera, justa y humana”. La democracia es fomentada en las escuelas al momento en el que si dices sí­ a la normativa de la institución eres bienvenido, sino no estudias por no saber vivir en un mundo con normas.

La educación debe “combatir todo espí­ritu de intolerancia y de odio” a través de la clasificación de estudiantes mejores y peores. Hay tanta tolerancia y amor que si sacas 10 eres bueno y si no superas al promedio puedes decir que estás a un lado, aunque no compartir la misma ideologí­a que los demás genera que no estés con nadie. Contribuyendo, un docente era tan inclusivo conmigo que decí­a “Alejandro, si usted lee mucho usted quedará loco”.

“Equilibrar los planes y programas de estudio sobre la base de la unidad de la ciencia, a fin de lograr una imagen apropiada de la persona humana, en el contexto del desarrollo económico social del paí­s” es un objetivo de la educación. Es decir, unir el lenguaje, la fí­sica, la historia, la quinestésica, la matemática y la tecnologí­a para crear sabelotodo en un paí­s donde a los 21 años te piden estar graduado de la universidad y con tres años de experiencia.

Y el chiste mayor, “cultivar la imaginación creadora, los hábitos de pensar y planear, la persistencia en alcanzar los logros, la determinación de prioridades y el desarrollo de la capacidad crí­tica”. Esto último es un chiste, yo tení­a que leer lo que otro escribió, pocas veces me permití­an escribir algo de mi autorí­a en clase. Todo era “el libro dice esto y como el libro lo dice hay que tomarlo así­” o sino, frases como “esa parte no es importante” incentivaban mi capacidad crí­tica cuando un hombre de las cuatro décadas querí­a darnos la mejor clase de todas. En resumen, he aprendido más del papel (o del blog) que de algunos docentes.

Solamente con esto, me he dado cuenta que la libertad en la educación es un cuento barato. Más allá del artí­culo 1 y 2 de la Ley de Educación hay otros temas, pero analizando la primera parte me doy cuenta de que el rezo de la libertad forma parte de la nación y lo decimos cuando comparamos lo que tenemos con otros que no lo tienen y no vemos lo que no tenemos y otros sí­ tienen. Por una mejor educación, pensemos en las cosas que nos rodean y no vivamos en una libertad encerrada.

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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