En 1993, la UNESCO declaró “Día Mundial de la Libertad de Expresión”, el 3 de mayo de cada año. Libertad de Expresión que, de manera puntual, deriva también en Libertad de Prensa. Desde entonces, y a pesar de múltiples obstáculos y trabas, se dan intentos de enaltecer el derecho humano a la comunicación o sea el privilegio de expresar las ideas libremente.
Pero, tal declaración no siempre es atendida por algunos medios de comunicación social, periodistas y entrevistadores de TV; al contrario, hasta se impide el paso a aquellos verdaderamente honestos e imparciales que, por vocación y ejercicio, son -aunque en mínima cantidad- consecuentes con los ideales de una comunicación veraz, objetiva y oportuna.
Pero, los factores adversos de siempre, haciendo gala del abuso de poder, lo impiden bajo repudiables amenazas, riesgo, tráfico de influencias, intriga, dinero o poder político. Y a veces, en vez de honrar la Libertad de Expresión, honran la libertad de explosión (“acción de abusar, de aprovecharse…”); es decir, abusar del medio, para caer en una especie de libertinaje comunicacional.
En el oleaje oscuro de la actual campaña electoral para Presidente y Vicepresidente de la República (2019-2024), es notoria la línea editorial de algunos periódicos, radioemisoras y estaciones de TV, que inclinan las informaciones y opiniones, con evidente parcialidad extrema, a favor de determinado candidato que, como siempre, es el preferido del poder político/económico del país. Esto incluye a algunos entrevistadores de TV, con mal disimulada actitud partidaria, aun cuando quizás su simpatía no ande por ahí. Es la Libertad de Expresión devenida en libertad de explosión; es decir, el “abuso y aprovechamiento” del medio, que no siempre está de acuerdo con la realidad.
Pero, todo tiene un precio; y, en el caso de los medios, su precio se demuestra en la baja evidente en el nivel de credibilidad, al dejar al descubierto su intención de favorecer a determinado candidato, a costa de los principio de veracidad e imparcialidad que sustentaron sus fundadores.
Caso un tanto diferente son los mensajes, slogans e informaciones de las redes sociales, algunos serios y verdaderamente informativos y otros proclives a una sanción, por evidenciar insulto, pobreza de lenguaje e imágenes desagradables. Sin embargo, su existencia y desarrollo creciente son una realidad.
Pero, no solo los medios de comunicación y las redes sociales caen en la comunicación explosiva, en el marco de la campaña electoral. Los candidatos, dirigentes, equipo de campaña y correligionarios, todos en conjunto o por separado hacen gala -para vergüenza de la sociedad- de la libertad de explosión, con: insultos, calumnias y hasta graves amenazas contra el candidato contrario. Verdadero ejemplo de libertad de explosión y no de Libertad de Expresión, lo cual, de pleno derecho, obliga a las autoridades correspondientes a una investigación seria y sostenida,
El pueblo en vano protesta. No percibe un cambio coherente hacia la Libertad de Expresión prometida. Es un ejercicio del político a su manera, un ejercicio para servirse y no para servir. Si bien Heráclito de Éfeso demostró que todo cambia -nadie se baña dos veces en el mismo río, dijo- y Mercedes Sosa lo ratificó con su enorme canto “cambia, todo cambia”, los políticos de nuevo cuño también cambian todo, pero a su favor.
De todo lo anterior se desprende que, en cuanto al respeto y ejercicio de la Libertad de Expresión, los medios poco o nada han cambiado. A ratos hasta pareciera que la falla es mayor. Y por su parte, los gobiernos no tienen la coherencia que la población espera, sobre la promesa de contribuir al logro de una auténtica Libertad de Expresión.
La población tiene derecho a estar veraz, limpia y oportunamente informada -es su Derecho a la Información- sobre la solvencia moral y política de quienes gobiernan o aspiran a gobernar. De otra manera, se tendrá todo, menos un proceso democrático creciente, con garantía total de libertad, justicia y prosperidad.