lunes, 15 abril 2024
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Las credenciales de los analistas

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Poco meses después de ese foro, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, el ponente era asesinado junto a otros cinco sacerdotes jesuitas, una empleada y su hija, en plena ofensiva insurgente. Su nombre: Ignacio Ellacuría

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Aparecen en la entrevista matutina de la  radio, al día siguiente son invitados al set del canal de televisión; y según su prominencia, dan declaraciones a la salida a un grupo de periodistas alertados por su presencia. Un día después van a otra radio, a otro canal de televisión, o son entrevistados por un periódico. Es la rutina de los invitados, a quienes se les ha bautizado como analistas. Se le agrega una u otra especialidad para que suene más atrayente: político, económico.

En radio y en televisión el mayor porcentaje de la producción nacional en general es limitado. Noticias, programas de opinión y en los últimos años la proliferación de “tele revistas”, donde también suelen aparecer invitados con frecuencia los analistas.

Podría decirse que es un indicador positivo tras casi 30 años del fin del conflicto armado, y que es un ejemplo elocuente de la pluralidad de y apertura de los medios de comunicación. Es un criterio atendible y nada despreciable, si se toma en cuenta que era impensable en los años previos al conflicto y mientras este se mantuvo. Amenazas, atentados y asesinatos de esa época son una evidente realidad.

Dentro de  ese contexto positivo, sin embargo, no está de más pensar en la calidad de los llamados analistas. Por calidad me refiero a las credenciales que le den soporte a sus opiniones; sin que esto implique afectar el ejercicio de su libertad de expresión y sin que implique generalizar; pero tomando en cuenta que según una publicación de El Faro, algunos analistas actúan a sueldo.

Algunas preguntas podrían ayudarnos: ¿un ex funcionario en su momento cuestionado por haber efectuado un viaje al exterior con viáticos pagados por el anfitrión para un evento en nada relacionado con su cargo?

Lo mismo aplicaría para el que fue ministro o vice ministro. Aquél que condujo una cartera de Estado  y ahora brinda recetas sobre qué debe hacer su sucesor, pero no lo hizo en  su momento.

En un foro organizado por la Asociación de Periodistas de El Salvador, APES, en 1989, un panel de intelectuales dio sus ideas sobre la calidad de la información. Uno de ellos planteó que la información puede ser utilizada  para ocultar o distorsionar deliberadamente los hechos, suprimiendo unos, quitando o aumentando el peso a otros, lo que da paso a la desinformación; planteamiento aún vigente, sobre todo por el uso de cuentas falsas en Internet dedicadas a destruir los argumentos de los que no piensan como ellos.

Propuso un mayor esfuerzo de investigación propia sobre los grandes problemas del país, más allá de comunicar la noticia elaborada por otros; mayor objetividad en la selección y jerarquización de las informaciones, según la trascendencia que tengan para el país y no según lo que favorezca o desfavorezca la ideología del medio; un esfuerzo por separar lo que es información de lo que es opinión, lo que es difusión de lo que es propaganda, lo que es nacional de lo que es partidista.

También hizo énfasis en que estos atributos debían ser parte de los invitados a los espacios de opinión, y exhortó a los medios a que promuevan mayor amplitud  de los que ejercen el rol de panelistas.

Poco meses después de ese foro, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, el ponente era asesinado junto a otros cinco sacerdotes jesuitas,  una empleada y su hija, en plena ofensiva insurgente. Su nombre: Ignacio Ellacuría.

No está de más también reflexionar en la vigencia del Decreto Intermirífica del Vaticano de 1963: “la tarea moral en cuanto  al recto uso de los medios de comunicación social, corresponde a periodistas, escritores, actores, autores, productores, realizadores, exhibidores, distribuidores, vendedores, críticos y a cuantos participan de algún modo en la realización y difusión de las comunicaciones”.

 

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Carlos Domínguez
Carlos Domínguez
Periodista salvadoreño; defensor de los derechos humanos. Colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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