viernes, 6 diciembre 2024
spot_img
spot_img

Las armas no estaban en la casa de seguridad

¡Sigue nuestras redes sociales!

spot_img

Habí­a pasado dos meses desde el golpe de estado en Chile, yo habí­a tratado de consolar al Profe después que él habí­a conversado con su esposa, recibiendo mis palabras y mi abrazo con mucho cariño y aprecio, no obstante  haber actuado por cuenta propia en el asunto de las armas para defender el gobierno de Salvador Allende. 

Al siguiente dí­a me buscó en la patio de la cárcel y me llevó a un lugar apartado del resto de los detenidos, pasaron unos dos minutos que yo sentí­ eternos y finalmente preguntó: ¿Porque no estaban las armas en la casa de seguridad?.

Sentí­ un gran alivio, por fin tení­a la oportunidad de explicar este asunto que me habí­a atormentado noche y dí­a; le dije que al darme cuenta por la radio que se habí­a dado un golpe de estado, me cambié de ropa por una más resistente, llené mi mochila de estudiante (en la universidad me decí­an “el de la mochila azul”) con algo de comer, agua, así­ como ropa de repuesto y me dirigí­ hacia la casa de seguridad; cuando llegué, me di cuenta que era el único que se habí­a hecho presente, conecté la radio y habí­a una cadena de radio operada por los militares, la radioemisora que habí­a difundido el llamado de Salvador Allende a defender la democracia ya no estaba transmitiendo, las radios peruanas que se escuchan en Arica decí­an que el pueblo no se habí­a levantado en armas; en estas circunstancias decidí­ tomar las seis armas en buen estado y las fui a enterrar a un predio baldí­o cercano, luego me fui a casa de un primo del Partido Demócrata Cristiano, pero como a las dos horas llegaron a capturarme los militares.

El Profe habí­a escuchado atentamente, después de unos diez segundos de silencio, dijo que yo habí­a actuado correctamente y que esas armas podrí­an ser muy útiles en los años venideros, que el peligro que se oxidaran era mí­nimo debido a los suelos desérticos de esa región del paí­s. Después de otros diez segundos de silencio, agregó que personalmente habí­a cometido varios errores: alquilar una casita construida por un capitán del ejército en el patio delantero de su vivienda; no tener un aparato de radio o televisión, su esposa veí­a una novela de terror en compañí­a de la mujer del capitán, mientras que el Profe cuidaba a sus dos hijos (el mayor de dos años y el menor de cinco meses); depender de la información que le proporcionaba la mujer del capitán (a primeras horas de la mañana y cuando él llegaba de la universidad por la tarde); no haber reaccionado oportunamente, ante el hecho que esa mañana la señora no llegó a conversar con su esposa; darse cuenta del golpe de estado en forma tardí­a, cuando caminaba hacia su trabajo en la universidad; que desde varios meses antes sabí­a que se darí­a un golpe de estado, que se habí­an preparado militarmente para rechazarlo y se dio cuenta varias horas después que el resto de la población.

¡Hola! Nos gustaría seguirle informando

Regístrese para recibir lo último en noticias, a través de su correo electrónico.

Puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento.

Santiago Ruiz
Santiago Ruiz
Columnista Contrapunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

spot_img

También te puede interesar

spot_img

Últimas noticias