Lágrimas amargas para la primera lí­nea de defensa de la sociedad

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“Hubiera querido estar allí­ para defender a mi viejo” lapidaria frase que exclamó el elemento de la Corporación Policial al encontrar el cuerpo de su padre de la tercera edad cruelmente y cobardemente asesinado esta semana; adicional nueve familiares más de primer grado han sido blanco y ví­ctimas de la violencia homicida en los primeros catorce dí­as del presente mes. Las funerarias están con alta ocupación brindando servicios para los familiares que desean despedir a su ser amado. Esta semana he asistido a la velación de una persona y fue traslado de una funeraria a otra del mismo grupo  debido a que la primera donde le correspondí­a estaba colapsada. Todos ellos forman parte del 60% de los salvadoreños que son asesinados en nuestro paí­s que no tienen ningún ví­nculo con crimen organizado o estructuras de pandillas ya que el total relacionado a estas estructuras es entre el 35-39% no más por lo cual se descarta que “la mayorí­a de salvadoreños son por casos relacionados a pandillas o que se están matando entre ellos”. Las estadí­sticas tanto de la PNC como del IML respaldan por medio de las pesquisas en la escena del delito y las primeras investigaciones.

Hasta este dí­a han sido asesinado ya más familiares que miembros de la PNC y FAES, una estrategia muy bien articulada ya que los criminales saben que sin son capturados, en ví­a de investigación, serán enviados automáticamente al penal de Zacatecoluca como parte de las medidas extraordinarias bajo condiciones muy duras, por lo que ahora sus objetivos son sus familias que se encuentran desprotegidas en los territorios que dominan y controlan en lugar del estado golpeando directamente la mente y el corazón de los elementos PNC y FAES generando, sin lugar a dudas, un impacto directo en la moral y que es muy peligroso que se pueda alimentar el deseo de venganza.

Pensemos por unos minutos la presión de nuestros policí­a y soldados llegan de labores extenuantes de las medidas extraordinarias, cansados, con deseos de abrazar a sus esposas e hijos y compartir con sus padres y encontrarse con estas escenas dolorosas que únicamente quieren intimidar y causar un golpe aní­mico, aumentando el estrés postraumático y generando frustración ante la impotencia. El mensaje principal es para el estado, no estamos derrotados, ni débiles, continuamos con nuestro proyecto criminal transnacional. Y como en la tregua pasaron a la generación de la etapa polí­tica enví­an sus mensajes queriendo someter al estado salvadoreño una vez más.

En otros paí­ses cuando se asesina al un policí­a o un militar todo el poder coercitivo del estado se vuelca  a protegerles y en nuestro caso esa protección debe de incluir a sus familiares. Los criminales saben en que trabajan y donde viven usen o no el gorro pasamontañas ya que conocen su territorio y a que se dedica cada uno de sus habitantes. Por años he sugerido que el gobiernos facilite lí­neas de crédito blandas en alianza con el sistema bancario para que a los policí­as y militares se les brinde facilidades a lí­neas de crédito hipotecario para que puedan tener acceso a viviendas diferentes a las lí­neas tradicionales del FSV que la mayorí­a de sus proyectos son de vivienda mí­nima y en espacios geográficos controlados por pandillas y estructuras criminales,  para la banca una persona que trabaja en seguridad es trabajo de alto riesgo y limita sus opciones, ya que pensar en colonias exclusivas para ellos a corto plazo no es factible, esto reducirí­a las posibilidades de ataques ya que ellos podrí­an habitar zonas más seguras para ellos y sus familias trasladándose de inmediato. Es urgente trabajar en la salud mental de nuestros policí­as y militares y que el estado busque los mecanismos de protección para ellos y sus familias, pero ha pasado una quincena y continuamos esperando la reacción.

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Ricardo Sosa
Ricardo Sosa
Máster en criminología , experto en seguridad pública, nacional y ciudadana. Columnista y analista de ContraPunto
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