Act! While in delirium, I no longer know what I say, or what I do! And yet it’s necessary… make an effort! Bah! Are you even a man? You are a clown! R. Leoncavallo
Comencé a recorrer el mundo de manera virtual debido a la pandemia del SARS CO2 el día 14 de marzo en la ciudad de Staufen, en la sala de espera de un consultorio médico. Ese día, esa pequeña ciudad del sur de Alemania, muy pintoresca y por lo general abarrotada durante todo el año de turistas nacionales y extranjeros, se despertó en un ambiente fantasmal. Solamente los pájaros e insectos que han hecho de los viñedos alrededor de las ruinas del famoso castillo medieval del Barón de Staufen su hábitat, continuaban con su rutina habitual: comer, cagar y movilizarse por tierra y/o por aire. Sin embargo, para la gran mayoría de la ciudadanía alemana nacida después de la segunda guerra mundial, el “periodo especial” (estado de emergencia) que comenzó ese día como medida profiláctica no medicinal para protegerse de un enemigo invisible era una experiencia nueva. Ninguna de las enfermedades pandémicas del siglo veinte ni siquiera la catástrofe nuclear de Chernóbil en abril de 1986 tensó tanto las cuerdas emocionales y sentimentales de la población. El nuevo coronavirus sí lo hizo. Y, valga la aclaración, aunque no hubo comportamientos histéricos ni angustiosos como en los bombardeos aéreos (Operación Pez Tigre) de la Royal Air Force (RAF) el 27 de noviembre de 1944 en Friburgo de Brisgovia y alrededores, lo que sí hubo fue una buena porción de temor real. Así comenzó el “confinamiento light” en Alemania.
A pesar de que en esos momentos muchos no sabíamos que tan real era el peligro, la tensión flotaba en el aire. Efectivamente, el coronavirus ya estaba a la vuelta de la esquina. El 30 de enero la renombrada revista científica The new England Journal of Medicine (NEJM) confirmó que el primer contagio del coronavirus de humano a humano en Europa ocurrió el 27 de enero en el estado de Bavaria/Alemania.
A partir de esa fecha, el SARS CO2 hizo de las suyas rápidamente en Europa de manera subversiva, a tal punto que ya el 17 de marzo, tres días más tarde de mi visita en Staufen, la Organización Mundial de la Salud (WHO) declaró oficialmente la pandemia. La Universidad Johns Hopkins de Baltimore reportó en esa fecha 9257 infecciones en Alemania, 31506 en Italia, 11788 en España y 7715 en Francia. Ya para entonces, China y Corea del Sur habían dejado atrás el pico de la curva epidémica y se encontraban con 81102 y 8320 infecciones respectivamente, en la fase descendiente de la misma.
¿Cómo y cuándo reaccionaron algunos gobiernos a nivel mundial frente a la pandemia?
China: A pesar de que fue en Wuhan, provincia de Hubei, donde se declaró el 31 de diciembre de 2019 la primera infección del nuevo corona virus, el gobierno de la república popular China reaccionó recién el 23 de enero, decretando el confinamiento obligatorio en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei y posteriormente, el cierre total de la provincia. La pregunta que surge aquí es la siguiente: ¿Por qué razón el gobierno central chino reaccionó tardíamente? Mientras que el gobierno de Taiwán reaccionó inmediatamente con los resultados conocidos: El SARS CO2 no se expandió en la isla y no hubo necesidad de confinamiento general.
Corea del Sur: Por su parte, el gobierno de Corea del Sur siguió la estrategia de realizar exámenes masivos en la población, de recomendar medidas profilácticas (mascarillas, lavado de manos con jabón), así como controlar la movilización de la ciudadanía por medio de una aplicación ad hoc vía smartphones. Por otra parte, instó a la población a mantenerse en sus casas y evitar el contacto social, y a las empresas, de trasladar en lo posible, el trabajo de oficina a los hogares. Mientras que los centros culturales y deportivos fueron cerrados completamente por decreto. De esta manera evitaron el confinamiento obligatorio de la población con resultados positivos.
Italia: El caso italiano fue mucho más dramático y radical. El gobierno italiano, aunque reaccionó mucho antes que los otros países europeos vecinos (31 de enero) declarando el estado de emergencia sanitario a nivel nacional en los próximos seis meses, fue incapaz de controlar la expansión del virus, ya que, para entonces en toda la región norteña de Lombardía, el bicho se había reproducido exponencialmente. El 10 de marzo el gobierno italiano declaró la cuarentana en toda la república y el cierre total de las fronteras.
España: El gobierno español por su parte, haciendo gala del “ir y venir” de la política española en los últimos años, es decir, estilando ambivalencia e inseguridad, tuvo más bien un comportamiento reactivo en lugar de tomar la iniciativa sujetando al “toro por los cuernos” y desarrollando estrategias consensuadas para lidiar con el bicho asiático. Daba la impresión de que, en el ruedo español, el torero, es decir, el ciudadano, estaba más preocupado en demostrar que era él y no el miura quien tenía los testículos más grandes. Así pues, que, durante unos días, incluso ya en confinamiento severo decretado el 14 de marzo, el españolito se divirtió azuzando al SARS CO2, haciendo elegantes Verónicas[1] y gritando frenético en las plazas: Olé, olé, olé. Y cuando los españoles comenzaron a oler el hedor del COVID-19 en los hospitales y asilos de ancianos, Madrid y otras ciudades ya estaban en las garras del virus, vale decir con propiedad, en las espículas (spikes) del SARS CO2. Afortunadamente, al final la gran mayoría de la población acató el decretó de confinamiento estricto, equivalente a un toque de queda. Es decir, una severa medida que se aplica solo en situaciones de guerra, conmoción política interna o catástrofes naturales, pero en España fue necesario hacerlo.
Anecdótico para mí fue el hecho que días antes de decretarse el “periodo especial” en Alemania, envíe a un grupo de amigos en España vía “guasap” unas instrucciones profilácticas (lavado de manos) para evitar el contagio del virus. La respuesta fue: “Ya les entró el miedo a los alemanes”. Todo parecía que el “macho hispánico” se creía inmune al SARS CO2.
Francia: El 17 de marzo comenzó en Francia el toque de queda. Restricción estricta de la movilidad ciudadana, limitando a una hora diaria la salida a la calle en un radio de 2 kilómetros.
Brasil:! O sol brasileiro vai matar o virus! Eso es lo que pensó o sigue pensando Bolsonaro, pues para él, el COVID -19, es decir, la enfermedad es simplemente una „gripezinha" o un "resfriadinho" común y corriente. Actualmente, Brasil ya ocupa el segundo lugar detrás de los Estados Unidos en el ranking mundial con 614 mil 941 infecciones y con un saldo de 34 mil muertos. Y los números van en aumento.
Estados Unidos de Norteamérica: El 13 de marzo Donald Trump declara estado de emergencia nacional y prohíbe la entrada de viajeros procedentes de Europa con excepción de los ciudadanos de Gran Bretaña, como sí éstos hubieran sido inmunes al virus.
En resumidas cuentas, el retraso de tres semanas de las medidas profilácticas en China para contener la expansión del virus y la declaración tardía de la WHO contribuyeron de manera significativa en el retardo de la puesta en marcha de medidas preventivas y logísticas en Europa. La excepción fue Taiwán que no esperó la reacción china para implementar de inmediato el plan de emergencia anti-pandemias. Aquí hay que señalar que los taiwaneses habían aprendido bien la lección en 2002-2003 con la pandemia del SARS CoV. Esa experiencia no la tenían los europeos.
La coronación de un payaso pelotudo
La antípoda del presidente Donald Trump es sin lugar a duda, en mi opinión, la canciller alemana Angela Merkel. Por varias razones. La principal, y, por lo tanto, fundamental en esta asimétrica comparación es la siguiente: Angela Merkel aparte de tener una formación académica científica es un cuadro político con experiencia y formación en el debate dialéctico y parlamentario. Mientras que Donald Trump es un poliyaso, es decir, un payaso que pretende hacer el papel de político, para el disgusto y malestar del mundo entero. Pido perdón de antemano profilácticamente a todos los payasos del mundo por abusar de tan noble e importante oficio. Ahora bien, Trump no es el primer poliyaso en la pista y, lamentablemente, tampoco el único en el gran circo de la política nacional e internacional. Jair Bolsonaro, Sebastían Piñera y Sergio Berlusconi son tres tristes trastos de la misma especie sin ir más lejos. No obstante, es Donald Trump quien se lleva los palmares y la corona indubitablemente en estos tiempos pandémicos.
No voy a refirme aquí, pues sería recurrente de mi parte, a las estupideces expresadas públicamente o “deslices verbales” cometidos por el magnate norteamericano en su calidad de presidente de la nación más poderosa del mundo en relación con el SARS CO2 y el COVID-19. Por eso no es extraño que muchos conciudadanos y mucha gente en el mundo tenga una opinión y afección negativa hacia su persona. Tal es así, que el director de cine afroamericano Spike Lee evitó nombrar al presidente con nombre y apellido en 2018 durante una conferencia de prensa celebrada en Cannes/France con motivo de la presentación de su película “BLACKKKLANSMAN”, sino que se refirió a él con el vulgar epíteto inglés de “the motherfucker” en la Casa Blanca. Traduzco este término inglés al español por sí fuera necesario para que lo entiendan todos aquellos que no conocen ese idioma: “hijo de puta, conchesumadre, cabrón, mal parido, granuja, imbécil, hijo de la chingada, hijueputa, mamón, cerote, gilipollas”. El mismo Donald Trump se ha encargado de demostrar y promocionar en las últimas semanas su innata gilipollez en la manera de administrar la crisis de la pandemia en su país y llevar otros temas de actualidad, como el asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd en Minneapolis.
De Angela Merkel, como dirigente político no diré nada, al menos nada peyorativo ni negativo. Ya otras personalidades con pedigrí político internacional han valorado a esta ciudadana alemana como persona y como ente político. Además, ya se encargarán los investigadores en el futuro de darle el lugar que se merece esta mujer en la historia política del siglo XXI en Alemania, Europa y el mundo entero.
Mientras Trump iba trumpezando a cada rato con lo del SARS CO 2 y el tratamiento del COVID-19, Angela Merkel supo diseñar con cordura, conocimiento y tacto político-social junto con el resto de las fuerzas político-económicas y científicas alemanas una estrategia profiláctica y preventiva efectiva y exitosa. ¡Al César lo que es del César!
Y ya que menciono al emperador romano, quiero aprovechar el momento y recordar, a manera de colofón, que todo imperio tiene su auge y esplendor, pero también su decadencia y su caída. Donald Trump representa, al menos para mí, la decadencia del imperio yanqui. Probablemente, Trump no sea el Rómulo Augústulo norteamericano, pero es muy probable que Joe Biden le dará en noviembre un puntapié en el culo al mulo de Donald. ¡Ojalá! Pienso que le haría un gran favor a la humanidad.
Todo dependerá de la correlación de fuerzas dentro de la ciudadanía norteamericana en los próximos meses.
¿Decadencia o progreso? Esa será la cuestión que tendrán que resolver los norteamericanos.