El pasado viernes 12 de abril, el gobierno de los Estados Unidos hizo entrega oficial al gobierno argentino de 47 mil páginas de los llamados “documentos desclasificados” en torno a los hechos ocurridos en Argentina durante el periodo de su historia reciente conocido como “la guerra sucia”(1976-1983), tiempo oscuro en la vida política argentina que dejó como saldo miles de víctimas asesinadas, torturadas y desaparecidas. La entrega de estos archivos, en cumplimiento de la legislación referente a secretos oficiales de los Estados Unidos y en atención seguramente a solicitud expresa de Buenos Aires, aporta conocimiento concreto y variados datos, tan abundantes como valiosos. No con pocas las organizaciones no gubernamentales especializadas, tanto en Argentina como en Estados Unidos, que han comenzado ya el análisis detallado de la información recibida y la búsqueda de nuevas pistas para encontrar la verdad última de aquellos hechos. La justicia, esta vez, aunque un tanto tardía, siempre podría llegar.
En Estados Unidos existe una amplia legislación muy rigurosa para gestionar el manejo de la información oficial considerada sensible. Reportes abundantes de las diferentes agencias de inteligencia, tanto norteamericanas como extranjeras, tienen un plazo de caducidad para mantenerse en secreto. Cada tanto tiempo, el gobierno libera al conocimiento interesado todos aquellos documentos que han permanecido ocultos durante varios años y cuyo contenido, una vez cumplido el plazo, no pone en peligro la seguridad nacional del país.
Pues bien, la entrega de esta abundante información al gobierno interesado ha permitido, como era de esperar, conocer nuevas y sorprendentes facetas de ese mundo oscuro y tenebroso, a veces fascinante y siempre misterioso, del espionaje internacional. Por ejemplo, se ha podido saber que los servicios de inteligencia de respetables y muy democráticos países europeos (Francia, Alemania, Italia, por ejemplo) mostraron un inusual interés en reproducir a su manera las experiencias del llamado Plan Condor, una operación multinacional de las dictaduras militares del Cono sur (Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia), concertada para intercambiar prisioneros y secuestrar exiliados, opositores de izquierda, que buscaban equivocado refugio en los países vecinos a los suyos o en lejanos escondites europeos. Esta siniestra operación de “cooperación criminal y multinacional” fue urdida en mayo de 1976, cuando los jefes de los cuerpos represivos de los seis países mencionados se reunieron discretamente en Santiago de Chile, bajo los entusiastas auspicios de la dictadura de Augusto Pinochet. En esa ocasión, se acordó crear una unidad especial, en el marco del Plan Condor, dedicada a eliminar físicamente a los opositores de izquierda radicados en países vecinos y en Europa. La unidad mencionada recibió el nombre en clave de Teseo y debía ser financiada mediante aportes financieros proporcionados por los países miembros. Un cable de la agencia de inteligencia norteamericana, la CIA, fechado el 07 de abril de 1978, da cuenta del interés y la visita a Argentina de los servicios de inteligencia de los tres países europeos para conversar sobre los “métodos para el establecimiento de una organización antisubversiva similar a Condor”. Los agentes europeos consideraban que el peligro subversivo había llegado muy lejos y amenazaba también a sus propios países.
Esta es apenas una de las revelaciones contenidas en el voluminoso paquete de documentos entregados por Estados Unidos a Argentina. Poco a poco irán apareciendo nuevos detalles, novedosos datos que revelan el trasfondo de hechos hasta entonces desconocidos o inexplicables. La verdad, aunque muchos años después, seguirá abriéndose paso en el laberíntico ovillo de la historia. Será el turno de los ofendidos.
Y ahora, la pregunta clave para nosotros, en estas profundas y peligrosas honduras: ¿Cuándo será el momento de las revelaciones y el descubrimiento público de tantos y tan misteriosos secretos que ocultan pasajes clave de nuestra historia reciente? ¿Cuándo los hondureños podremos conocer todos los entresijos siniestros que se esconden tras el desempeño corrupto de los gobernantes? ¿Cuándo veremos todos los hilos que tejen la telaraña del crimen organizado y sus tentáculos en los diferentes eslabones del Estado y la sociedad? ¿Cuándo, por fin, se caerán las máscaras y quedará al descubierto el verdadero rostro de la corrupción todavía escondida y el rol de militares, empresarios, políticos, comunicadores sociales, líderes religiosos, funcionarios clave y prestanombres múltiples, en este infinito y grotesco baile de disfraces? Puede ser que tarde más de lo deseado, pero un día, un buen día, se abrirán los archivos y un destello fulgurante inundara la noche oscura que hoy todavía nos circunda. Será, también, el turno de los ofendidos.