domingo, 5 mayo 2024
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La verdad os hará libres…

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"La habilidad de admitir la verdad también se relaciona con la autenticidad, la responsabilidad y la transparencia": Nelson López Rojas.

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Por Nelson López Rojas.

Dicen que Benito Juárez dijo que el fin justifica los medios, mientras que Albert Einstein decía que la verdad os hará libres. ¡Mentiras! Mentiras y más mentiras. “Don’t ask, don’t tell” (No cuentes, no preguntes) era la política estadounidense para mantener en secreto la homosexualidad en su ejército. Existen aquellos que, en su carrito Kia, le ponen una calcomanía de doble escape, como los BMW; también los hay aquellos que tienen una moto india con stickers de Benelli. Suele pasar, así como las chicas con sendas uñas y pestañas que denotan su baja estima. ¿Y todo este engaño para qué?

Mi madre dice que para llevar la paz es necesario mentir. Aunque no quiera reconocerlo, tiene razón: la verdad es que es necesario mentir para vivir en una sociedad civilizada, si no recordemos aquella película de Jim Carrey donde decir siempre la verdad lo ponía en aprietos. “¿Cómo te va? Bien, gracias. ¿Y a usted?”: tres mentiras en tan corto tiempo. Es cierto, todos mentimos. La mentira forma parte de la historia de la civilización. Mentimos en la casa, en la escuela, en la calle, en los currículos para un empleo, en los políticos… En fin, parece que el mundo no camina si no es por la mentira. Mentimos para librarnos de culpa, para que la señora cuyo hijo está en el hospital no se decepcione, para que el jefe cuya corbata es fatal no nos despida, para que nuestros padres sean felices al pensar que pasamos todas las clases de la universidad y preservar nuestra reputación.

Dicen que hay mentiras blancas y mentiras negras. Mentiras históricas y mentiras que los medios de comunicación quieren que creamos. Mentiras justificables y mentiras condenables. Mentiras para no dañar al otro y auto mentiras para no dañarnos a nosotros mismos. Mentir o mentirse es algo intencional, no es por error. El mentiroso conoce la verdad, pero opta por una versión distinta o una versión light de ella para no verse tan desagradable. A veces queremos que los demás nos mientan, pues es preferible que me digan que vendrán a la cita en cinco minutos a que me digan 20. Recuerdo cuando vivía con mi madre que me llamaba cuando ya era entrada la noche: ¿Dónde estás? En el semáforo, madre, ya llego. Nunca le dije en cuál semáforo, pero la señora se iba a dormir tranquila.

Hay gente que no acepta el error de su mentira y sigue con la misma falacia. Mi amiga recuerda que su padre le pegaba fuertemente y que una vez le reventó la hebilla de un cincho en su piernita de niña de seis años. Aunque está muy marcado el recuerdo y el rencor se ha desvanecido, su padre, al preguntarle si alguna vez les pegó me dice tajantemente que nunca, que sería incapaz de ello. Él ya con sus años y con la religión encima quiere cubrir algo de lo que su hija guarda una cicatriz. 

Me he jactado en mi vida en decir la verdad, por muy cruda que parezca, pero también caigo en otro acto deshonesto al ocultar la verdad. ¿Estoy mintiendo? No, pero con mi falsedad al ocultar la verdad estoy también engañando a mi interlocutor.

Volvamos a la imagen de entre vos y el espejo. Vos sabés que no te podés engañar, aunque querás mentir para impresionar a los demás y que te incluyan en su círculo social, vos sabés que el espejo no miente. La auto ilusión es pasajera y, como dicen por ahí, la mentira tiene patas cortas. Siempre que le pregunto a algún grupo cuáles son los mejores libros que han leído me salen con Don Quijote o con Cien años de soledad. De ahí comienzo a hablarles de mi episodio favorito cuando Don Quijote reprocha a Sancho por quejarse de los perros que ladran y dice “si los perros ladran, es señal que avanzamos”. O cuando mataron a uno de la familia Buendía en el pueblo de Macomba y creció alas y fue tratado como mesías en su resurrección. Y la gente que no ha leído me lo cree y yo sé que ese ejercicio para detectar a los mentirosos me funciona a la perfección. Yo sé que la gente quiere que uno crea que son más cultos de lo que parecen. Lo sé. A veces, puede ser difícil admitir la verdad porque puede hacer que nos sintamos vulnerables o incómodos, pero es importante hacerlo para poder tomar decisiones informadas y responder de manera adecuada a las situaciones.

La gente a veces miente para evitar impases con los demás, como una forma de autodefensa o autopreservación y protección. Hay personas controladoras que precisan de la mentira para seguir manteniendo el control sobre los demás, ya sea en una relación, con los hijos, el jefe en el trabajo o un político. Y hay gente en la otra punta del espectro que miente por miedo, por pena y hasta por amor pues mentir equivale a no afrontar el problema, a no decir que no se tiene la capacidad de hacer algo. Así, los empleados que saben que habrá una evaluación o algún trabajo extenuante, prefieren decir que no llegarán porque están enfermos.

La habilidad de admitir la verdad también se relaciona con la autenticidad, la responsabilidad y la transparencia, que son características importantes de las personas emocionalmente inteligentes. Ser auténtico implica ser honesto y fiel a uno mismo, mientras que ser responsable significa asumir la responsabilidad de nuestros propios actos y decisiones, mientras que la transparencia implica ser abierto y honesto con los demás en nuestras relaciones interpersonales.

Sea cual sea la razón de mentir, las mentiras dañan a todos los involucrados, aunque se nos haya enseñado a mentir desde muy chicos: “si viene la vecina decile que no estoy”. Y el niño en su inocencia mete las patas al decirle a la vecina que “dice mi mamá que no está”. Admitir la verdad es una parte importante de la inteligencia emocional que implica la capacidad de reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones, así como las emociones de los demás.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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