sábado, 13 abril 2024
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La utopía de la igualdad de oportunidades en educación

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En la mayoría de escuelas el proceso evaluativo sólo se centra en las pruebas objetivas en las que sólo se evalúa el nivel de conocimiento del estudiantado

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La igualdad de oportunidades en el ámbito educativo ha tomado gran relevancia en los últimos años. Diferentes investigaciones hablan sobre la importancia de la igualdad de oportunidades a partir de la inclusión en las aulas. Se dice que en una escuela donde se fomenta la igualdad de oportunidades no deben existir requisitos para ingresar ni mecanismos de selección de ningún tipo. Se busca hacer efectivo el derecho a la educación inclusiva basado en la eliminación de barreras para el aprendizaje y por tanto el fomento de la igualdad de oportunidades, puesto que al eliminar o reducir las barreras de aprendizaje que surgen en estas condiciones se fortalecería la igualdad de oportunidades. De ahí que según Parra (2011), este enfoque pretenda que todos los niños, niñas y jóvenes aprendan juntos independientemente de factores personales, económicos, sociales y culturales. Sin embargo, esto se vuelve idealista si se toma en cuenta que en la mayoría de instituciones educativas, aun cuando se maneja el discurso de la igualdad de oportunidades, en la práctica no se fomenta. A veces ni siquiera se valoran las particularidades de cada estudiante al momento de tomar decisiones en función de apoyarla. Por tanto, la igualdad de oportunidades es una teoría utópica porque no toma en cuenta al menos tres factores externos al estudiante que influyen en su éxito o fracaso escolar tales como su situación sociocultural, la calidad de la educación que recibe y el tipo de evaluaciones que se le aplica (Dubet, 2005).

En El Salvador la situación sociocultural de los niños, niñas y jóvenes en edad escolar es muy desigual. A pesar de que los estudiantes tienen la oportunidad de ingresar sin dificultad a un centro de estudios, esto no garantiza su éxito escolar. Por un lado, el estudiante ingresa a la escuela con facilidad, pero por otro lado el problema surge una vez en ella cuando se da la competencia por alcanzar los mejores resultados académicos para demostrar su valía. Dubet (2005) menciona que la competencia decisiva se da en el transcurso de la escolaridad para alcanzar una nota que mide el mérito del estudiante. Además, las desigualdades culturales y sociales que enfrentan los estudiantes generan desigualdades escolares. De manera que aquellos que poseen mejores condiciones socioculturales tienen acceso a un entorno más propicio para el aprendizaje y el enriquecimiento cultural. Por ejemplo, estudiantes que viajan o asisten a eventos culturales adquieren más conocimientos y experiencias que les servirán en su formación educativa. Como sugiere Dubet (2005), aquellos que pertenecen a clases sociales altas tienen acceso a un acervo cultural más prestigioso y amplio. Asimismo, los estudiantes que cuentan con más recursos y capacidades estratégicas de sus familias tienen mayores ventajas para alcanzar una posición privilegiada. Poseer los materiales necesarios y la consejería adecuada de los padres de familia favorece su aprendizaje y la toma de decisiones acertadas en sus estudios. Según comenta Navarro (2004), el acompañamiento y consejería de los padres ayuda a los estudiantes aventajados a alcanzar el éxito escolar partiendo del conocimiento implícito del sistema educativo.

La calidad de la educación es mejor para los estudiantes más aventajados. Por ejemplo, en las instituciones privadas es donde se utiliza el modelo tradicional de estructura horizontal para la enseñanza, ahí se encuentran los mejores resultados de la PAES. En dichos centros educativos se han obtenido promedios de 6.26 en contraste con 5.47 de las instituciones públicas. Lo anterior se da, según Dubet (2005), porque los centros educativos están organizados de tal manera que concentran estudiantes aventajados en sus cursos lo cual contribuye a reforzar la calidad educativa y el nivel académico de dichos centros. También, se tiene que la comunidad educativa no siempre es imparcial en el trato al estudiantado. Según el informe de PISA (2015), un alumno de clase baja tiene 5.6 probabilidades más de repetir curso que uno de clase alta cuando ambos tienen exactamente el mismo nivel de competencias. Una de las posibles causas de lo anterior son las expectativas que el docente posee del estudiantado. Por ejemplo, cuando el docente tiene un grupo del cual posee bajas expectativas tiende a motivarlo menos que cuando está al frente de uno que considera de alto rendimiento. En la opinión de Dubet (2005), en estas escuelas se es más condescendiente con los estudiantes favorecidos y más restrictivo y severo con aquellos que presentan mayores dificultades. Además, diferentes investigaciones educativas mencionan que la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes. En el caso de El Salvador la mayoría de docentes con mayor experiencia (84.9%) se encuentran ubicados en la zona urbana (FUSADES,  2014). Por tanto, se puede deducir que los docentes con más experiencia y dominio enseñan en centros educativos donde los estudiantes son más aventajados.

La evaluación que se le administra al estudiantado en el sistema educativo salvadoreño es restrita y arbitraria. La visión de evaluación que el Ministerio de Educación plantea es la de un proceso holístico y objetivo, donde se busca información de todo el proceso de enseñanza aprendizaje, así como la identificación del desarrollo de cada estudiante de manera integral (MINED, 2015). Sin embargo, la realidad que se vive en las aulas es diferente. En la mayoría de escuelas el proceso evaluativo sólo se centra en las pruebas objetivas en las que sólo se evalúa el nivel de conocimiento del estudiantado. Así mismo, las pruebas que se administran a los estudiantes no son estandarizadas ni evaluadas sistemáticamente. No siempre se cuenta con reglas de evaluación que se apliquen a todos por igual. Por tanto, según Dubet (2005), no se puede asumir que la nota que el estudiante obtiene es consecuencia directa del grado de esfuerzo y trabajo que realiza. Lo anterior debe generar reflexión, pues algunos de ellos han pasado de aprender y aprobar, a enfocarse solo en la nota aun a costa de sacrificar su propio aprendizaje, de manera que la nota se visualiza como el fin último. Incluso, en algunos casos se llega a hacer trampa con tal de obtener una buena calificación, sin importar las posibles consecuencias en su futuro aprendizaje. En la opinión de Dubet (2005), se corre el riesgo de que el estudiantado trabaje sólo por la nota, no por su aprendizaje, pues al final esta es la que definirá su éxito o fracaso escolar.

En síntesis, aunque en El Salvador el discurso gira en torno a la promoción de la igualdad de oportunidades, en la praxis falta mucho para lograr alcanzar dicha igualdad en las aulas. A excepción de algunos esfuerzos aislados en escasos centros educativos donde se ha logrado llevar a la práctica en mayor medida el fomento de la igualdad de oportunidades entre la comunidad educativa. En tales instituciones se cuentan con ciertas ventajas, como el apoyo de especialistas en diferentes áreas socioeducativas. Sin embargo, si se hace referencia a la igualdad de oportunidades como uno de los valores fundamentales que trae consigo la inclusión, se debe ser realista y analizar que hasta el momento no se ha alcanzado. La igualdad de oportunidades es una teoría utópica porque con base a la evidencia presentada se puede concluir que no toma en cuenta al menos tres factores externos al estudiante. Uno de estos factores es su situación sociocultural, la cual tiene una fuerte incidencia sobre el nivel de conocimiento y experiencia que el estudiante posee sobre su entorno y los pre saberes que lleva al aula. Otro factor es la calidad de la educación que recibe, la cual es clave para que el estudiantado sea competitivo al más alto nivel y, tercero, el tipo de evaluaciones que se le aplica, las cuales no deben ser elaboradas para medir conocimientos sino competencias de manera integral.

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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