Recordando a José Ricardo Ruíz, comandante German Serrano, último jefe militar (de verdad) del Frente Apolinario Serrano.
Todavía arde en mi memoria el momento en que el “Choco” German se cuadra frente al “Negro” Hugo para rendir parte de guerra del victorioso asalto a la posición enemiga de San Fernando en diciembre de 1981. Seguidamente, el internacionalista argentino, Domingo Eduardo Vargas, alias “Negro Hugo”, gira sus talones y saluda al comandante “Dimas Rodríguez”, Nicolás Hernán Solórzano Sánchez, reportando el éxito del operativo. Con consignas, vítores y el infaltable mítico grito a degüello de las FPL de “Revolución o muerte, el Pueblo Armado Vencerá, comandante sólo hay uno, Marcial, Marcial, Marcial”, dio inicio la improvisada fiesta en La Laguna Seca. Ese día conocí la crema y nata de las unidades de vanguardia. Nombres de guerra que aún llevo grabado en mi mente. Fue precisamente en esos momentos cuando comprendí, más allá de mi ignorancia absoluta en cuestiones protocolarias castrenses, la diferencia entre el mando legal y el mando real.
El mando real sobre el ejército popular de liberación en ciernes (EPL) de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí, lo ejercían, sin lugar a duda, el Negro Hugo y el Choco Germán. Con el tiempo y la experiencia vivida con los guerrilleros combatientes pude comprobar que no me equivoqué en mi apreciación inicial: Los “meros meros” militarmente hablando no eran los comandantes políticos, sino otros que, aunque no ostentaban estrellas en la charretera, eran un caudal de astucia, perspicacia e inteligencia pragmática militar.
El mes de enero de 1982 recién comenzaba y ya se sentía en el ambiente un espíritu de combate y de victorias. Sin embargo, ninguno de los actores allí presentes, incluyéndome a mí, éramos Casandros o Casandras, Nostradamus o Pitonisos, para presagiar que diez años más tarde, la comandancia política del FMLN guerrillero firmaría los acuerdos de paz en Chapultepec, México; o intuir que la guerra popular, la misma que creíamos desarrollar para alcanzar la paz política, social y económica en El Salvador se transformaría en poco tiempo en “el problema principal” del país. Ya no sería el hambre, la miseria y la injusticia económico-social la causa de la guerra en la sociedad salvadoreña, sino la guerra la que impedía la paz. ¿Y cuál paz?, se preguntó con seguridad más de algún guerrillero combatiente.
Cuando conocí al “Choco” German, él todavía no tenía el grado de comandante guerrillero, tampoco existían los grados militares en las unidades guerrilleras, típicos de los ejércitos tradicionales, como teniente o capitán; nomenclatura militar que la Comandancia General del FMLN comenzó a utilizar a partir de 1984/1985. Así pues, German Serrano era en ese entonces, llana y lisamente, el jefe del primer destacamento de las Unidades de Vanguardia (UV) que operaban en la subzona dos (la Montañona y el Volcancillo) del Frente Apolinario en Chalatenango y su jefe superior inmediato era el Negro Hugo.
Me enteré de su muerte recién en el año 2012 a través de un escueto artículo y escrito en inglés que encontré casualmente en internet: “…Salvadorean guerrilla commander died June 1, 1992 at age 32 at a San Salvador hospital. He had been in a coma since May 25, when he suffered a brain hemorrhage caused by the breaking of a congenital aneurism, his doctors said. José Ricardo Ruiz, who was known as Comandante German Serrano, was an important militarystrategist for the FMLN (Farabundo Marti Front for National Liberation) and led the 1989 takeover of the Sheraton hotel during the FMLNs military offensive in the capital. He joined the revolutionary movement at age 13. At the time of his death, he served on the political commission of the Popular Liberation Forces (FPL), one of the five groups making up the FMLN. Ruiz was born and is to be buried in El Salvador’s Chalatenango province…“.
Pocos fueron los guerrilleros salvadoreños e internacionalistas sepultados y homenajeados in situ. La “logística funeraria militar guerrillera” no siempre pudo cumplir sus funciones a cabalidad debido fundamentalmente a la dinámica y naturaleza de la guerra de guerrillas. De tal manera, que simbólicamente la tumba del guerrillero fue siempre la “montaña”.
El “Choco German”, aquel audaz guerrillero, a quien el impacto de bala de un G-3 en la espalda no le causó la muerte en los albores de la guerra revolucionaria, murió, según la noticia periodística citada, a causa de un aneurisma congénito en el Hospital Rosales de San Salvador.
La muerte siempre llega de sorpresa, algunas veces de manera natural, otras veces de forma violenta o de manera indeterminada o súbita. No obstante, la muerte de German, más allá del certificado de defunción, es de ese tipo de “muertes” que dan pie a la especulación o a la fantasía.
¿Quién se acuerda en nuestros días de German Serrano? ¿Del Conejo William? ¿De Manuelón? ¿De los miles de guerrilleros anónimos que abonaron con su sangre todos los frentes de guerra durante la revolución salvadoreña?
José Ricardo Ruiz, el “Choco German”, está enterrado en el cementerio del cantón Guarjila, departamento de Chalatenango, según me comentó un amigo. No en un mausoleo ni en un soberbio sepulcro sino en una sepultura sencilla y humilde.
Ojalá que la vegetación salvaje de Chalate no se trague el recuerdo de ese valiente y audaz jefe guerrillero.