En los últimos años han aparecido un gran número de series de televisión, películas y novelas alrededor de la vida y obra de Pablo Escobar, el más famoso de todos los narcotraficantes del planeta del quien, según la versión, muestran su faceta más personal o despiadada.
“˜El Patrón”™, uno de los muchos apodos del líder absoluto del “˜Cartel de Medellín”™, realizó innumerables alianzas con otros capos de la droga, teniendo como a socios a los más pintorescos personajes (desde políticos pasando por empresarios e incluso artistas). Creo una red internacional tan bien diseñada que, durante muchos años, a las autoridades (tanto colombianas como internacionales) les costó una barbaridad poder atraparlo y acabar con el “˜Zar de la cocaína”™.
Entre todas aquellas personas con las que cerró algún tipo de acuerdo para expandir su red de narcotráfico, Pablo Escobar encontró en Bolivia a uno de sus mejores aliados en la figura de Klaus Barbie, un exdirigente nazi huido al país sudamericano (aunque con ayuda y amparo del gobierno estadounidense, con quienes colaboraba para combatir el comunismo en Latinoamérica) y que era conocido por su apodo de “˜el carnicero de Lyon”™, que se le impuso debido a los numerosísimos crímenes que cometió contra la humanidad en el periodo del Tercer Reich y su presencia en un campo de concentración de Lyon durante la ocupación alemana de Francia en la Segunda Guerra Mundial.
Klaus Barbie fue ayudado a huir de la justicia por la organización de antiguos miembros nazis conocida como ODESSA (muchos de ellos operaban desde España) y escapó hacia América pasando por Argentina, Paraguay, Brasil y Perú, aunque su destino final (y gran parte de su estancia en el continente) fue Bolivia, donde colaboró activamente con el régimen dictatorial de aquella nación.
Además de colaborar durante varias décadas con los regímenes dictatoriales del continente, ayudar a perseguir y dar caza a comunistas (se le atribuye el diseño del plan en el que acabaron con la vida del Che Guevara), también le sobró tiempo para hacer tratos con los capos de la droga y más concretamente con Pablo Escobar a quien ayudó activamente a introducir la cocaína del Cartel de Medellín en Colombia y posteriormente distribuirla a los Estados Unidos.
Parece ser que varios fueron los encuentros entre el carnicero de Lyon y el Patrón de la cocaína, teniendo muchas de ellas lugar en plena selva boliviana, donde escondidos de todos los ojos oficiales (aunque se sabía de sobras la colaboración que se inició entre ambos) hablaban sobre cómo introducir la droga en el país y distribuirla. Pablo Escobar no solo gratificaba generosamente con dinero la ayuda de Klaus Barbie sino que también le ayudó a localizar, dar caza y acabar con la vida de algunos destacados comunistas, personajes tachados por ambos como “˜personas non gratas”™ siendo muchos de ellos empresarios, políticos y periodistas.
Según consta, no solo se reunieron en la selva boliviana, sino que el propio Barbie visitó a Escobar en su mansión/refugio de Medellín.
La colaboración entre ambos criminales acabó en 1983 cuando el régimen fascista de Bolivia cayó y un nuevo gobierno progresista y de izquierdas facilitó la detención de Klaus Barbie y lo extraditó a Francia, donde era requerido por la justicia y lugar en el que se le juzgó por su inmensa crueldad contra los seres humanos. Murió en la cárcel cuatro años después a consecuencia de una leucemia. Por su parte Pablo Escobar siguió campando impunemente a sus anchas durante una década más, hasta que el 2 de diciembre de 1993 murió en extrañas circunstancias. Algunas hipótesis indican que se suicidó ante el asedio de las autoridades que lo tenían acorralada y que prefería estar en una tumba colombiana antes que en una cárcel estadounidense. Otros indican que fue asesinado y se barajan diferentes autores y grupos (desde sicarios de bandas contrarias hasta miembros de la CIA).