Hace poco tuve la oportunidad de asistir a un encuentro de colectivos de izquierda, el objetivo repensar el rol de la izquierda desde una perspectiva no partidaria. En ese espacio, la discusión se abrió a la reflexión en torno a la posibilidad de repensar un nuevo instrumento político popular que, aunque no se dijera en voz alta, ayudara a repensar el sentido de lo que significa ser de izquierda luego de las pasadas elecciones. El trasfondo: la necesidad de repensar el imaginario revolucionario en lo que se ha venido a asumir “ipso facto” el final del período de la posguerra.
De esa reunión quedaron las siguientes reflexiones en mi cabeza:
1. Que en realidad se han hecho lecturas y análisis aritméticos de la derrota del 3F pero no se ha hecho una lectura política completa de la derrota de la izquierda y del principal partido de izquierda (o al menos se asumen solamente).
2. Que la consigna del significante vacío ha triunfado, y en este signo se agrupan “las muchas luchas” en las que se disuelven las dicotomías entre la izquierda y la derecha. Se rechaza todo tipo de sectarismo y se aboga por la unión y el trabajo en equipo en torno a valores comunes, y si todo lo demás falla, se aboga por un mejor El Salvador (la vieja confiable).
3. El lado más perverso y barato de la posmodernidad ensalza las posiciones académicas sobre la praxis transformadora: se acabaron los meta-relatos y se inicia la “era millenial”; la historia es indeterminada y no hay más camino que “hacia adelante”Se reconoce la persistencia de los valores fundamentales de la izquierda, pero no hay certeza del significado y sentido fundamental de la izquierda. Hay vacilaciones sobre el estado y perspectivas de la izquierda por toda América Latina. El partido FMLN, y la vía partidaria como expresión de la agencia del individuo, enfrenta una crisis existencial.
4. La social democracia es el nuevo fetiche, señalamos a la socialdemócrata como esa liquidez intermedia entre derecha e izquierda cuando los extremos nos ofenden o confunden. Lo menos “pior” entre dos extremos agotados.
5. Se ha subestimado el poder transformador de la comunicación horizontal y la dinámica descentralizada que ofrecen las nuevas herramientas tecnológicas. Tampoco se habla de aprovechar su capacidad inclusiva en términos productivos.
De ello, me parece, que deben de realizarse ciertas tareas de reflexión:
1. Una lectura política de lo que aconteció el 3F que vaya más allá de las mediciones aritméticas de pérdidas netas en distritos, municipios y departamentos. Una línea base que permita establecer los cambios de era y sus implicaciones para la construcción de un nuevo y auténtico referente de izquierda en El Salvador.
2. Relacionado con lo anterior, se debe reconocer la derrota del viejo paradigma y la necesidad de plantear algo alternativo al significante vacío que engulle toda posición y dirección definida. Se debe estar al tanto que el “proyecto cian” triunfó y con su triunfo se desdibuja la posibilidad de una contra-hegemonía basada en la oferta de paquetes “todo incluido” que reconozca como suyo las izquierdas, derechas, centros, adelante y atrás.
3. Se debe reflexionar sobre la situación de la crisis de las meta-narrativas y los discursos totalizadores de la realidad, el nuevo proyecto cian hace suya la posmodernidad, la fugacidad y la liquidez teórica y política que le acompaña. Este no es un tema menor, puesto que el actual enfoque de educación basado en competencias que impera en los espacios de cultura y educación, ciencia y tecnología lleva dentro de sí la indeterminación histórica, la retórica del emprendedurismo y el fin de las ideologías. Plantearse una nueva izquierda pasa por entender el nuevo escenario y disputar los espacios hegemónicos del discurso.
4. Se debe reflexionar sobre el rol de la nueva izquierda en relación al FMLN, ya que cualquier intento de refundación que choque y tenga diferencias para con el proyecto original de la dirección histórica del partido encontrará muchos frentes de lucha: las trincheras del nuevo oficialismo, las diversas figuras de oposición, las bases y sus reivindicaciones en función del institucionalismo partidario, las direcciones y cúpulas, y hasta los mismos intelectuales orgánicos de uno y otro proyecto. Así también, se debe reflexionar en torno a “la tercera vía”, que a fin de cuentas aunque manifieste elementos de lucha por la clase trabajadora en el corto plazo tiende al proyecto capitalista burgués en el mediano y largo plazo.
5. El futuro es descentralizado. Las luchas de la nueva izquierda ocurren en las trincheras de la cuarta revolución industrial. Los términos del Blockchain, BigData, los Nuevos materiales, los sistemas ciber-físicos, etc., caracterizan los signos del mundo nuevo. El proyecto cian fue usuario de los vectores tecnológicos de la comunicación horizontal, pero, aún no se distinguen los elementos de algo nuevo en su propuesta de país. La disputa del capitalismo en la siguiente era y fase de expansión se dibuja en estos nuevos significados y disputas por el control de la producción social de la existencia humana. Una verdadera refundación de la izquierda debe discutir su rol en relación al desarrollo de las fuerzas productivas materiales y su relación con el desarrollo (o no) de las fuerzas productivas humanas. Cuando Marx y Engels dedican la primera parte del Manifiesto Comunista a lo que intelectuales desubicados consideran una “apología” del capitalismo, de lo que en realidad se comprende como una lectura del movimiento real del sistema, hacen el llamado sobre una nueva narrativa discursiva que rivalizará los estamentos del mundo viejo, las consignas burguesas y llamará a las fuerzas progresistas a la liberación del pueblo por la vía del entendimiento de ese movimiento esencial de fuerzas productivas. A 170 años de esa lectura, el sistema continua siendo hegemónico, y por tanto, la lectura de ese movimiento sigue siendo válida, pero no sobre la comodidad reaccionaria de la primera revolución industrial sino, sobre los elementos constitutivos de la cuarta.