O cómo negocian los simios oligarcas en la República de los Monos
En la selvática República de los Monos se pelearon el Mono de Oro y el Mico de Plata. El primero era aristócrata y el segundo plebeyo. El primero tenía ínfulas de encomendero y el segundo de intelectual. El dorado jefeaba un grupo atrasado y finquero, religioso y militarista, y el plateado encabezaba uno corporativo, pragmático y globalizado. Ambos eran oligarcas en la República de los Monos, y ambos se valían del Estado para enriquecer a sus familiares, amigos y siervos. Por ello, los dos querían usufructuar la Alianza para la Prosperidad (AP) que ―como mecanismo de un plan geopolítico regional diseñado para realizar un restauración oligárquica del fracasado sistema económico encabezado por estos dos gorilas― el Estado Unido de Mickey Monkey ponía en práctica con el fin estratégico de impedir que la región fuera influida por Monochina y Monorrusia, los dos países que disputaban con el Estado Unido de Mickey Monkey el control del Planeta de los Simios. Al grupo dorado lo habían dejado fuera de esta jugada, por atrasado. Y esa era la causa de la pugna entre Mono de Oro y Mico de Plata.
Cuando la Monoizquierda fracasó en su intento revolucionario, se convirtió en una miríada de oenegés a la que llamó pomposamente “sociedad civil”. A ésta la financiaba un megaespeculador global y aliado del grupo de Mico de Plata, llamado Mono Soros, y todos estaban a favor de la AP y de la restauración oligárquica. Un grupo de alegres seguidores de Mico de Plata fundó un club llamado La Monocantina para integrarlo a la “sociedad civil”, creando así un grupo izquierdoderechista de servidumbre prooligárquica. Unos integrantes eran izquierdistas rosados y los otros derechistas lilas. Y ambos se entendieron muy bien. Los únicos que se oponían al gran plan eran el Mono de Oro y sus dorados porque los habían marginado del usufructo de la AP, que consistía en más mineras, más hidroeléctricas y más palma africana, rubros económicos que provocaban conflictos sociales de parte de los monos más pobres.
Lo único que podía sortear este impase en la ejecución de la AP era la muerte de Mono de Oro. Y como los oligarcas eran cristianos devotos, decidieron dejarle el encarguito a la Providencia. Para sorpresa de dorados y plateados, y de rosados y lilas, la Providencia actuó y se llevó a Mono de Oro de un fulminante cuanto oportuno (para los plateados) paro cardíaco. Y así se solucionó la simiesca pugna intraelitista que impedía concretizar el plan geopolítico y la restauración oligárquica. Los seguidores de Mono de Oro realizaron por inercia algunos operativos que éste había dejado planificados, pero no tuvieron más remedio que plegarse a los designios globales del Estado Unido de Mickey Monkey y, localmente, a los del Mico de Plata, quien ahora organiza el próximo gobierno rosalila que será la fachada de la restauración oligárquica, con él como presidente y con una mona con look de actriz de kabuki como vice. Previendo que el Mico de Plata sea rechazado por la fauna selvática por su dura imagen neurótica, la izquierda rosada en pleno está levantando la mano a fin de ser ungida para escenificar la farsa con la actriz de kabuki. Y aquí debería acabar esta fábula. Pero como se sabe que en la República de los Monos existe una eficaz agencia de inteligencia militar llamada La Providencia, ahora los dorados debaten sobre si fue esta o la Divina Ádem la que dio tan inesperada cuenta del Mono de Oro.