“La política es buena, los políticos la hacen mala”, se escucha decir frecuentemente. Y la frase, como expresión viva de la conciencia popular, tiene sentido por la experiencia amarga de corrupción, nepotismo, autoritarismo y abuso de poder, que en las últimas décadas ha ofendido la dignidad e inteligencia de la ciudadanía salvadoreña, honrada y laboriosa.
Y en el marco de la anticipada e ilegal campaña electoral, para elegir a Presidente y Vicepresidente de la República (2019-2024), la frase cobra vida y con mayor recelo en el seno de la población honesta, justamente indignada por el accionar personalista e interesado de los dirigentes de los partidos políticos, de todos sin excepción, en su afán desmedido de conseguir más votos y, lógicamente, para agenciarse las ansiadas prebendas o los jugosos cargos y sus beneficios.
¿Cómo no va a hacer mella en la conciencia ciudadana, el nefasto accionar de algunos funcionarios de la más alta jerarquía, si con ellos la historia política de las últimas décadas, ha mostrado las filosas garras de la corrupción? Y ¿cómo no entender la pérdida de credibilidad y confianza de los electores honestos hacia los políticos, si sigue latente la nefasta experiencia de corrupción e impunidad? Siempre, este binomio corrupción-impunidad será la lacra más perjudicial para el progreso y bienestar nacionales, como cáncer que crece, día a día, hasta ir consumiendo las fibras armónicas del tejido social.
Por nefastas experiencias de algunos políticos, que han motivado a la pérdida de credibilidad y confianza del pueblo, hoy al inicio de nueva legislatura este mismo pueblo también reflexiona con obligadas preguntas: ¿quién garantiza que nunca habrá ofensas a la población honrada, por escándalo público de diputados ebrios, disparando a las autoridades? ¿quién evitará que haya donaciones de diputados a alguna Ong “fantasma” dirigida por sus familiares, utilizando dineros de los impuestos que paga al pueblo? y ¿si a un diputado se le ocurriera prestarle el carro nacional a su familia, para viajes turísticos al exterior, qué pasaría? ¿habrá justicia verdadera, ante casos de enriquecimiento ilícito de políticos cuestionados por la Sección de Probidad/CSJ? A saber…
La política es servicio. Servicio a la Patria. Y si el poeta y patriota cubano José Martí sentenció: “A la Patria se le sirve y no se le toma para servirse de ella”, ¿por qué la mayoría de los políticos -en especial los diputados- hacen todo lo contrario? Fácil: por ignorancia o malicia, o por ambas juntas. Aunque aquí -con mínimas excepciones- destaca la ignorancia, a veces hasta ignorancia supina, contrario a lo que ordena la Constitución de la República. Sin mucho esfuerzo esto se ve precisamente hoy, cuando el panorama político-electoral muestra más ignorancia que intelecto, más ambición que servicio, más privilegios y prebendas que proyectos de nación. La sentencia no atendida del poeta Martí se configura cada vez más en El Salvador. Pareciera que aquí, más que en otros países, es donde más resalta lo oscuro y fétido de la mala política, interesada en el bien particular de unos pocos.
La demagogia ha sido también una constante, como algo propio y necesario del accionar político. Y más, cuando a su desarrollo contribuyen algunos poderes fácticos, que promueven a futuro realidades inexistentes, producto de falsas promesas, o sea aquellas ofertas de candidatos o funcionarios electos, quienes, por una u otra razón, no las cumplirán. La época pre electoral es propicia y oportuna, para saber decidir -con base en las amargas experiencias- quienes son los políticos que ofrecen medidas y políticas seguras y realistas, para contribuir al desarrollo integral del país. La Patria recompensará a quien le sirve a través de la política seria y responsable y, más temprano que tarde, pasará la factura a quien se sirve de ella…