Sorprende mucho la gran superficialidad de los profundos en El Salvador, la de esa gente que, confundiendo la moralina con la lucidez, se rasgó las delicadas ropas de su inteligencia ante el espectáculo que ofrecía la maleducada irracionalidad en los distintos escenarios de la todavía reciente campaña electoral. Queremos más cifras y más lógica, decían, al mismo tiempo que lamentaban que la campaña no fuese un debate generalizado entre señores y señoras de voz serena y probada capacidad argumentativa. No recordábamos un evento electoral tan sucio como este, decían con voz engolada.
Lo primero que debemos decirles a estos críticos partidarios del mundo ideal platónico es que las campañas electorales impolutas jamás han existido y mucho menos en nuestro país. La segunda observación que debe hacérseles es que los analistas no estan para defender la urbanidad en la polémica entre partidos políticos sino que para explicar el porqué de la eficacia de ciertas estrategias retóricas en la vida real, en el reino de la comunicación política de este mundo.
He aquí cómo un fenómeno tan sobrado de memes mefíticos y ayuno de discursos cristalinos posiblemente se convierta con el paso del tiempo en un apasionante objeto de análisis en las facultades de comunicación. Y por diversas razones que no resultan fácil de enumerar. Con independencia de la distinta eficacia de sus mensajes electorales, todos los partidos recurrieron a la propagación sistemática de falacias y al uso de los clásicos trucos retóricos. La falacia más propagada fue la ad-hominem (si querés desvalorizar el programa de un candidato, la vía más directa para hacerlo es desvalorizar a su persona). La técnica retórica más usada fue la repetición (si querés fijar un contenido en la mente de los electores, decilo cientos de veces).
¿Por qué la repetición y las falacias de Bukele fueron más eficaces que las de Arena y el FMLN juntas? Este es el tipo de preguntas que no aparecen en los labios de quienes afirman que esta que acaba de pasar es la peor campaña electoral de los últimos años. Al Frente, visto lo visto, seguro que le interesará encontrarle una respuesta, dado que gastó miles de dólares radiando machaconamente la voz de Hugo Martínez en los últimos días de la campaña. Creyeron los asesores que a fuerza de repetir “el mensaje” de Hugo alterarían la decisión que ya habían tomado los votantes. Al final, ni mellaron la imagen de Bukele ni pudieron recuperar la imagen ya perdida del Frente.
Cuando tanta gente y tantos medios se involucran en el objetivo de erosionar a un candidato, se impone la pregunta del porqué de su profundo fracaso en las pasadas elecciones del 3 de febrero ¿La militancia virtual derrotó a la territorial? ¿Los troles al servicio de Bukele consiguieron vencer al Diario de Hoy y la Prensa Gráfica? ¿Ha sido esta una victoria de la opinión pública sobre los grandes medios de comunicación que apoyaban a Calleja?
Pese a ser la peor campaña electoral de los últimos años, ha dejado abierta una serie de preguntas que en los próximos meses y años intentarán responder los analistas serios de la comunicación política.