Los dos fallos más recientes de la Sala de lo Constitucional demuestran que la “institucionalidad” no es algo neutro, sino que reviste un carácter de clase y, por ende, un carácter político. Esa institucionalidad es la que está, en esta coyuntura, “tirando a matar” al gobierno del FMLN, por medio del bloqueo económico.
Lo que llamamos “institucionalidad” es el conjunto de instituciones públicas y las normas con las que se rigen, para beneficiar a la clase hegemónica. La institucionalidad jurídica burguesa opera ideológicamente bajo la ilusión de autonomía de la esfera jurídica. Esta aparece como una entidad “independiente”, libre de las determinaciones socio-económicas y políticas. Es más: remarca su supuesta “apoliticidad”. El elemento político aparece, sin embargo, cuando aplica fallos sustentados en criterios “técnicos”, pero que tienen repercusiones políticas contra los adversarios de la clase dominante.
La ilusión de autonomía jurídica sirve como una herramienta de lucha ideológica. Al presentarse como “imparcial”, “apolítica”; al aparecer el aparato jurídico dominante como una entidad que actúa bajo una lógica propia, se presenta también a la llamada “opinión pública” -opinión moldeada mediáticamente- como algo que no admite réplicas. En este momento, el golpe económico dirigido contra el Ejecutivo, toca dos flancos sensibles: las pensiones y el presupuesto de este año. Con ello, busca inmovilizar al gobierno del FMLN y liquidarlo, ya sea de cara a las próximas elecciones o incluso antes.
Es necesario ir más allá de la institucionalidad burguesa, que está hecha, precisamente, para beneficiar a la clase tradicionalmente dominante. Talvez exista alguna fórmula -no tengo certeza de ello- de que el gobierno pueda sortear el bloqueo económico por medios institucionales, pero la contradicción sigue latente. Ello señala la necesidad de crear una nueva institucionalidad, que exprese los intereses de las diversas fuerzas populares de izquierda, que sea amplio al recoger estas demandas y que instaure formas y prácticas de democracia participativa y protagónica, desde las caracteristicas, tradiciones y necesidades de nuestra sociedad.
No será tarea sencilla, por varias razones. La primera, es que el bloque dominante se opondrá por todos los medios posibles, legales e ilegales, a que se toque la institucionalidad imperante. La segunda, es que se trata de un proceso de construcción a largo plazo y que pasa por construir o fortalecer los niveles de unidad de las fuerzas de izquierda. Estas deben superar dos limitaciones, según el lugar donde se encuentren. Las que están dentro del aparato institucional, deben superar de manera realista las ataduras institucionales. Las que están fuera, deben saber combinar las formas de lucha no institucionales con las institucionales. Por otro lado, dentro del campo social más amplio, es necesario librar una batalla contra la despolitización, pero también contra la fragmentación del campo de lucha. Esta fragmentación hace ver, muchas veces, al posible aliado como al enemigo principal. Es un largo camino que recorrer, pero la realidad nos muestra que la nueva institucionalidad es algo que debemos comenzar a construir.