La Meritocracia consiste en premiar a las personas según sus méritos. Dentro de la lógica de la meritocracia, si alguien se le otorga el cargo de embajador, es porque tiene los méritos para ser depositario de tal responsabilidad. En una sociedad meritocràtica, la persona sería responsable de su propio éxito o fracaso. En la actualidad, se predica mucho la necesidad de establecer una auténtica meritocracia para impulsar el progreso y bienestar de nuestra sociedad. La meritocracia sería la manera justa de decidir qué lugar le corresponde a cada quien en la sociedad.
Mucho se ha denunciado que la ignorancia, el nepotismo, el prejuicio y la corrupción, son los que durante mucho tiempo han otorgado los criterios para seleccionar funcionarios públicos, legisladores, ministros, presidente, vicepresidente etc. Se demanda que un mérito indispensable para ocupar todos estos cargos, sea el poseer un título universitario. Es decir que, el poseer un título universitario sería una evidencia de que se posee un saber supremo, y por lo tanto, poseedor de un mérito que hace que uno sea merecedor y competente para ser legislador, ministro, funcionario público, presidente o vicepresidente.
En otras palabras, para la ética meritocràtica, los representantes democráticos deben ser personas con estudios superiores culminados.
En una sociedad meritocràtica, los poseedores de título universitario ven de menos a las personas con menos estudios, esto se debe a que se considera la culminación de estudios universitarios como una forma de éxito que se debe a los propios méritos, y el tener bajo nivel de estudio como un fracaso que se debe a los propios errores e incompetencia. La ética meritocràtica tolera y fomenta el prejuicio hacia las personas de pocos estudios.
Es bien cuestionable la idea de que las personas con acreditación académica universitaria necesariamente serán mejores legisladores, ministros, presidente, vicepresidente y funcionarios públicos. Michael J. Sandel, en su libro La Tiranía del Mérito, nos da entender que, graduarse de la universidad no necesariamente otorga habilidad para gobernar o legislar. Y que la correlación entre el buen juicio para gobernar y la capacidad de haberse graduado de la Universidad, es muy escasa. Además, se provoca el resentimiento entre las personas de la clase trabajadora que tienen pocos estudios o no poseen título universitario, porque al excluirlas de la posibilidad de ocupar cargos públicos, se les está diciendo que no tienen conocimientos que aportar ahí y que son personas fracasadas. Esto da origen a estallidos populistas.
La meritocracia es injusta en sí misma, porque nadie tiene méritos por méritos propios, el divulgador científico Pablo Malo sostiene que no elegimos nuestra inteligencia ni nuestra capacidad de esfuerzo, y Michael Sandel sostiene que no elegimos nuestro talento y que los frutos de nuestro de esfuerzo depende del tipo de talento , algo que no es elegido.
Podemos decir que, todos los factores responsables de nuestro éxito o fracaso, como los tipos de habilidades, talentos, capacidad de esfuerzo y las decisiones que tomamos, dependen de factores que no controlamos, como la lotería genética y el azar del contexto social, por lo tanto, no podríamos atribuirnos mérito alguno por nuestro éxito ni culparnos por nuestro fracaso, sin embargo, la ideología meritocràtica nos hará creer que nuestro éxito o fracaso sí depende de factores que controlamos, cuando no es así.
Aunque se demostrara que las personas con acreditación académica universitaria son más capaces para legislar y ocupar otros cargos públicos que las personas sin título universitario, dichas personas acreditadas no pueden atribuirse mérito alguno por esto, porque la causa de su éxito y mayor capacidad, es la lotería genética y la buena suerte que el contexto social les favoreció casualmente.
La meritocracia es una nueva injusticia en camino, porque niega que el éxito o el fracaso de una persona se deban a factores que ella no controla.