lunes, 15 abril 2024
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La lucha por el avance de la izquierda en América Latina

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“Para nosotros no se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva…”, C. Marx. Mensaje a la Liga Comunista. 1850.

Muchos lí­deres y analistas de izquierda cometen un grave error de percepción al sobrevalorar los cambios polí­ticos ocurridos en América Latina en los últimos años. Sus planteamientos van desde aquellos que perciben los triunfos electorales de la centro izquierda como "avances revolucionarios" , hasta los que, menos optimistas, plantean sin embargo que América Latina ofrece nuevas oportunidades para transformar profundamente las relaciones de dependencia y miseria privilegiando la ví­a institucional y aprovechando "las puertas que se han abierto" desde la democracia burguesa. Esto trae como consecuencia la subvaloración de la importancia de la lucha extra institucional y anti sistémica, la movilización y organización popular y la creación de poder alternativo local.

El complejo y contradictorio proceso que vive desde hace años América Latina requiere, sin embargo, análisis más profundos, para no dejarse engañar por las ilusiones que, aunque haciendo llamados a la movilización de masas, plantean la lucha electoral privilegiadamente como el único camino posible y "sensato" para la izquierda.

La izquierda revolucionaria tiene como desafí­os plantearse estrategias capaces de construir verdaderas alternativas de poder y recuperar la movilización de masas en decadencia. Esto pasa por reconocer, más allá de los triunfalismos, algo que ya hoy es evidente: el reflujo de la movilización social en América Latina y el resurgir de la derecha como el neo fascismo disfrazado de liberalismo.

Después de la contraofensiva neoliberal de los años 90, a finales de la década e inicios de siglo su derrota en el plano económico desacreditó a la derecha tradicional, creó conmociones sociales y produjo una crisis que derrocó varios gobiernos de la región por ví­a de la movilización popular: la revuelta derrocó tres presidentes en Ecuador, varios en Argentina y dos en Bolivia. Los movimientos sociales fueron los grandes protagonistas de las jornadas rebeldes que dejaron decenas de muertos como saldo y pusieron temporalmente en jaque la institucionalidad dominante. Indí­genas, campesinos cocaleros, trabajadores mineros, piqueteros y masas urbanas empobrecidas desarrollaron jornadas de protesta social demostrando en ciertos paí­ses gran capacidad de acción y voluntad de sacrificio. En Venezuela, “el caracazo” poní­a en jaque a las mafias polí­ticas que ostentaban el poder y colocaba en la vitrina a un militar bolivariano que encendió la lama de la revolución a pesar de su fracaso en el golpe, (Petras, James)

En El Salvador el FMLN se consolidaba como organización polí­tica, después de lograr una negociar la paz desde una posición de fuerza guerrillera y disputaba el poder a los oligarcas, mientras su militancia crecí­a exponencialmente. Sin embargo, inmediatamente después de firmados los Acuerdos de Paz, la oligarquí­a se afianzaba el poder económico imponiendo las medidas centrales de un modelo que tení­a como objetivo hacer más ricos a los rico y más pobres a los trabajadores, al mismo tiempo que desdibujaba el papel del Estado como el marco regulatorio social.

En esa época la mayorí­a de paí­ses del Sur desechan su relación con el ALCA (programa de Washington) y crean la alternativa bolivariana llamada ALBA.

En la mayorí­a de paí­ses donde triunfó electoralmente el centro izquierda, éste tuvo que buscar alianzas para conseguir gobernabilidad. En el sur, la re-primarización de la economí­a condujo a estos gobiernos a basar su polí­tica económica en consolidar el sector agro minero del cual obtení­an grandes dividendos y les permití­a llevar a cabo programas sociales tendientes a superar la crisis social de inicios de siglo. El equilibrio de poder constituido por la centro izquierda basada en sus alianzas con los grandes productores y exportadores agro mineros y sectores financieros por un lado, y la base electoral compuesta por la clase trabajadora urbana y rural de clase media y baja por el otro, terminó por desplazar la correlación de fuerzas hacia la derecha agro minera con mucha influencia en la economí­a. En Centro América, especí­ficamente en El Salvador aún se sostiene los tratados neoliberales (E.U., Europa y otros) (Kohan, Néstor)

La incapacidad para adelantar cambios estructurales profundos, para modificar las relaciones de propiedad de la tierra, para organizar efectivamente al movimiento popular como motor estratégico de cambio, trajo como resultado un debilitamiento del centro-izquierda y un fortalecimiento creciente de la derecha, ahora a la ofensiva, con el soporte de Washington. Los movimientos sociales se debilitaron, perdieron influencia y en algunos casos militantes.

La izquierda se está amoldando a la burguesí­a burguesa, compite con esas reglas del juego. La derecha en su terreno y con sus órganos ideológicos intactos conspira y se moviliza en todo momento. Contrario a lo que sucedió con la socialdemocracia europea "de fines del siglo XIX y las primeras seis décadas del XX, en paí­ses beneficiados por un desarrollo económico, polí­tico y social capitalista basado en la explotación colonial y neocolonial, que les permitió acumular excedentes y redistribuir una parte de ellos entre los grupos sociales subordinados; (Regalado, Roberto) En América Latina la transnacionalización y desregularización de las economí­as, su creciente dependencia respecto al capital financiero internacional, y el Nuevo Orden Mundial impuesto, creó un mecanismo de seguridad que restringí­a aún más a los gobernantes la toma decisiones de manera autónoma o el desarrollo de proyectos de reforma progresista. Así­ mismo, después de la pacificación y la derrota polí­tica sufrida por la izquierda en las décadas anteriores, donde se instauraron dictaduras de "seguridad nacional" y el imperialismo usó la intervención directa y la lucha contrainsurgente para destruir los movimientos revolucionarios de los años sesenta y setenta, se abrió en los noventa un escenario donde el imperialismo reconstruyó la hegemoní­a burguesa, instaurando la "democracia neoliberal" como forma única de gobierno en la región De esta manera, el imperialismo puede "tolerar" ciertos gobiernos de centro izquierda, siempre y cuando respeten las reglas del juego, puesto que puede garantizar que, aunque en las urnas se vote por un candidato de izquierda, la economí­a siempre va a estar sujeta a las polí­ticas de mercado. Esto limita enormemente las posibilidades de llevar a cabo reformas progresistas en la región. Los gobiernos de centro izquierda tienen enorme dificultad para implementar cambios de fondo, redistribución de tierras y en pocos casos, renacionalización de empresas.

En la actualidad, los crecientes costos en el nivel de vida de la población, la crisis alimentaria producto de los nefastos proyectos de agro combustibles, la crisis mundial capitalista y el creciente descontento popular son condiciones que posibilitan retomar la ofensiva, siempre y cuando la izquierda revolucionaria sea capaz de organizar al campo popular, más allá de la lucha electoral, y de impulsar la rebeldí­a hacia la lucha por el socialismo.

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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