Pues no hay —hoy— otro sujeto del cambio.
El Plan Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica (PAPTNCA), supone una erogación inicial de mil millones de dólares, de los cuales EEUU pondrá el 20 por ciento, y el restante ochenta lo deberán aportar los países involucrados por medio préstamos del BID, del BM y del FMI: es decir, de deuda impagable. La “ayuda” será administrada por la USAID, la gestión política y judicial por parte de un organismo de Naciones Unidas llamado CICIG, y la ejecución de la inversión se hará bajo la modalidad de las alianzas público-privadas. Los objetivos oficiales son los mismos del Plan Colombia, a lo cual se agrega en Centroamérica la militarización de fronteras para contener emigrantes. ¿Por qué? Pues porque Guatemala lidera en América Latina la recepción de divisas por la vía de las remesas familiares de migrantes, y le siguen El Salvador y Honduras. Según cifras del 2015, las principales cuatro fuentes de divisas de Guatemala sumaron 19 mil 160.4 millones de dólares, de los cuales las remesas representan el 55.7%, el turismo el 5.2% y la inversión directa el 6.3%. Por eso, el Triángulo Norte de Centroamérica es considerado como un problema primordial para la seguridad interna de EEUU. Estas son algunas de las consecuencias de la geopolítica y la globalización neoliberales en materia de desarrollo material, para no hablar de educación, salud, empleo y desarrollo humano.
En el esquema del PAPTNCA, las empresas oligárquicas se hacen socias minoritarias del capital corporativo transnacional, contribuyendo así a la creación de más mineras, más hidroeléctricas, más cementeras y más siembra de palma africana y caña de azúcar. Lo cual implicará más envenenamiento del hábitat de miles de personas, más protesta y conflicto social y más represión militar al pueblo organizado que lucha por la defensa de su vida y de las condiciones de su reproducción. Según Joe Biden, el PAPTNCA es una emulación del Plan Colombia (1999), que pretendió combatir el narcotráfico, la corrupción y la pobreza extrema a fin de que el Estado colombiano no se volviera un Estado fallido. El “éxito” de este Plan —que le costó a EEUU nueve millardos de dólares y a Colombia cuatro veces más— es que hoy Colombia produce más cocaína que el Perú y Bolivia juntos, tiene un índice de pobreza del 45 por ciento y está tratando de administrar mejor la narcoactividad mediante “la paz” con las FARC. Nuestro PAPTNCA va por similar camino.
¿En dónde radicará y de quiénes será la prosperidad que traerá el PAPTNCA? Sin duda no radicará en ni será del pueblo. Para el pueblo, este Plan es una bomba de tiempo. Tal es la crisis que nuestro país debe remontar mediante la creación de un instrumento político conformado por una alianza entre el pequeño, mediano y gran empresariado no-monopolista, las capas medias asalariadas y el campesinado organizado. ¿Su meta? La de democratizar nuestra economía desde el Estado, sacándola del estancamiento monopolista oligárquico por medio del impulso a la pequeña, mediana y gran empresa no-monopolista, competitiva, basada en la igualdad de oportunidades y estimulada por una banca nacional creada para el desarrollo de un masivo empresariado emergente y competitivo. Sólo una alianza tal puede democratizar la economía y, con ella, la política. Pues no hay —hoy— otro sujeto del cambio. A la pequeña burguesía y a las capas medias les llegó de nuevo la hora de actuar y liderar.