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La gran catástrofe del bipartidismo y los retos de la polí­tica mesiánica

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¿Y qué sensato estado no colapsará cuando se señala que la tributación de la gente con menos ingresos supera a la tributación de los grandes capitales?

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Tras históricos procesos de recurrentes crisis sociopolí­ticas, en la que el estado salvadoreño tuvo las más diversas transiciones, desde la dictadura militar, sus apogeos de genocidio, feudalismo y burguesí­a, que partieron desde 1932 hasta 1980. Posteriormente los conflictos armados entre los intereses prevalecientes de la neoburguesí­a con el reclamo popular, encarnados en luchas fratricidas prolongadas por 12 años. Y que, luego nos brindó un tiempo de reconstrucción, reparación y progreso; utópicos, inequitativos y recrudescentes de las brechas sociales, económicas y en ambientales, que partieron desde 1992 hasta el 2009.

En 2009 se presumí­a de la gran transición neoburgués y elitista hacia una sociedad más democrática, igualitaria, sustantivamente reivindicativa para las grandes mayorí­as marginalizadas y vulnerabilizadas, históricamente. Pero la promesa del cambio, se desvaneció en 10 años. Los 10 años señalados del mayor enquistamiento de la cúpula partidaria del gran Frente Farabundo Martí­ para la Liberación Nacional (FMLN). La gran decepción no ronda en la corrupción señalada o evidenciada en el sector del FMLN, sino en la esencia y la congruencia de lucha, reivindicación y pro paí­s que debieron ser, y del que por la ambición unos cuantos, arruinó la revolución. Esto es considerado como la mayor traición y por tanto se castiga, el pueblo lo viene haciendo desde su expresión en multimedios, el voto y otras instancias de incidencia, se le castiga más duramente. Porque algunos se transformaron en lo que combatimos y contra lo que lucharon.

Ahora bien, ya se tení­a la creencia y el estigma del sector de ARENA, como el antipueblo, el creador de las desigualdades y el propulsor y defensor de los intereses particulares y privados, por sobre el bien común. Con este, ya no habí­a tinte oculto, la mancha estaba clara.

Lo anterior, se traduce en 30 años de gobiernos elitistas, forjadores de brechas e inequidades que más repercutí­an contra las grandes mayorí­as populares, prevaleciendo interés, conflicto de interés, acaparamiento de recursos y de riquezas. La secuela de mal en peor (FMLN-ARENA).

Tampoco se niega que algo hicieron, pero el pueblo dejó de acostumbrarse a resultados mediocres y exigió más. Más integridad, más bienestar, más transparencia y sin corrupción, más equidad”¦También, inculcaron polí­ticas, programas y proyectos paliativos, mecanismos que medianamente contrarrestaran las diferentes problemáticas nacionales. Otras, fueron oportunidades redituables de injerencia público-privada-ONG-academia (como se ha señalado en otras ocasiones, sobre las zonas francas, los mecanismos de pensiones, los subsidios, la inversión en infraestructura social, la empleabilidad, el combate a la delincuencia, la inseguridad y las drogas, entre otros). Cuanto asocio polí­tico privado no hay vinculado en las adjudicaciones, los contratos, los programas, las compras”¦mamando del estado, sin mérito ni debido proceso”¦con corrupción.

No obstante, todos fracasaron. Todos fracasamos.  Ellos fracasaron por asistencialistas, fracasaron por cortoplacistas, fracasaron por la no articulación ni coherencia, fracasaron por estar carentes de traslapes, transiciones y continuidad, fracasaron porque podrí­a ser buen negocio fracasar ¿Conservar márgenes de pobreza, desigualdad, violencia, deterioro ambiental, mí­nimo crecimiento económico podrí­a ser un aliciente para recibir la panacea del funcionario y del servidor público: cooperación, inversión extranjera subsidiada, apoyo no reembolsable, caridad?

Y ahí­, el bipartidismo colapso la tolerancia colectiva del estado salvadoreño. ¿Y qué sensato estado no colapsará cuando se señala que la tributación de la gente con menos ingresos supera a la tributación de los grandes capitales? ¿Y qué sensato estado no colapsará a sabiendas que la evasión y la elusión fiscal serí­a suficientes para acabar con la deuda externa del paí­s y quedar saneados en las finanzas supranacionales?  ¿Y qué sensato estado no colapsará a sabiendas que sus funcionarios y servidores públicos nos empeñaron el bienestar, nos dieron el trueque de las maquilas, supongamos que nos paguen $10.00/dí­a a sabiendas que cada camisa producida por minuto vale más de $50.00 en el extranjero o supongamos qué te pagan a menos de $1.00 el metro cúbico de agua, y te revenden el litro de bebida a $1.00 (sacando $999 o más por lo que le vendimos a $1.00)  o qué con ese metro cúbico regaron los grandes monocultivos con total despilfarro, mientras su gente allá careciendo de agua apropiada, mientras su gente acarreando el vital lí­quido de grandes distancias y sin las prebendas que le otorgaron a aquel? ¿Y qué sensato estado no colapsará a sabiendas que prevalecen los grandes poderes (económico, polí­tico, religioso, comunicacional), donde se nos dice que todos somos iguales pero entre iguales hay unos menos iguales, que no tienen empleo, ni salud, ni educación, ni esperanza, pero son el bastión de los otros, los más iguales, que solo ocupan ser el pariente o el referido de aquel fulano empoderado, para enquistarse en el estado y sin mérito ni competencia agenciarse los mayores beneficios, aquellos a los que los menos iguales aspiramos y nos preparamos pero no accedemos?

Por eso fracasaron”¦ a la versión poética de Roque Dalton, les dirí­amos,  “los guanacos hijos de la gran puta”, unos menos pipiles que otros. Pero parásitos, traicionaron a su mismo pueblo, a su misma gente, a su misma tierra, a su mismo cielo, a todos nos traicionaron aquellos que empoderados no trabajaron integralmente por el bien común. Fracasaron por alagartados, por retrógradas, por traidores, por enajenarse en el poder y sacar sus mayores vilezas en detrimento su gente, de sus hermanos, de sus compatriotas (hasta de nuestros compatriotas del exterior, pujanza real de la economí­a salvadoreña, quienes gastaron su vida y dejaron su patria para luego ser ví­ctimas de esos “guanacos hijos de la gran puta”.

Tierra fértil quedó. Quedo para el elocuente, para el que irrumpió, para el que atizó al bipartidismo y se agenció como el nuevo mesí­as. Así­ de estoica quedo nuestra gente. Esperanzada a un nuevo liderazgo, para sanear de la putrefacción del pasado y arrancar el presente con determinación, contundencia, congruencia e integridad. Y así­ pasó. El mesí­as esperado llegó. Fue la decepción popular que engendró un salvador, esperando que su creación fuera el héroe omnipotente para solventar su estado de fracaso e impunidad.

No obstante, aún estamos entre las brumas, algunas realidades parecen vislumbrar más de lo mismo o incluso peor. Otras perspectivas parecen endulzarnos la esperanza con mejores cambios, con asequibilidad del bienestar para todos, con verdadera justicia y ruptura de las grandes brechas que mantení­an imposibilitados a nuestro pueblo mayorí­a, imposibilitado del bienestar, de la salud, el empleo, la educación, la seguridad, la naturaleza y todo aquello que se tornarí­a aspiracionalmente posible.

Ahí­, están los retos: para con el pasado (combate a la corrupción y a los diferentes crí­menes contra el pueblo mayorí­as, resarcimiento de los daños, conocimiento de toda la verdad); para con el presente (desarrollo y fortalecimiento del bienestar humano y ecológico, con resiliencia y sostenibilidad, integridad en lo público y en lo privado, eliminación y combate de las brechas socioeconómicas y las desigualdades humanas, prosperidad para todos); para con el futuro (las garantí­as suficientes y apropiadas para que el pasado y sus aberraciones no vuelvan a repetirse y la instauración de una ciudadaní­a feliz, próspera, contralora de lo suyo, optimizando en las innovaciones, ciencias y tecnologí­as mejoras para nuestra sociedad salvadoreña y colaborativa con otras sociedades, a fin de ser artesanos de la paz y del bien universal).

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Moisés Roberto Escobar
Moisés Roberto Escobar
Consultor y analista

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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