sábado, 7 diciembre 2024

La frustración y el odio caminan a la par del fanatismo

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El fácil entender por qué la población está cansada de la clase política del país. Los dos principales partidos políticos (ARENA y FMLN) gobernaron por 30 años, tres décadas sin que la población viera cambios reales en temas como la seguridad, educación, salud y economía.

30 años en los que la mayoría de esos políticos (incluidos los que hoy están en GANA) se hicieron ricos por medio de la corrupción que permea todas las esferas del Estado. No importa qué tipo de funcionario sea, la gran mayoría utilizó el Estado para su propio beneficio, mientras la población, quien le daba su voto en cada elección, no percibía mejoras en su estilo de vida.

Esta realidad creó un clima de frustración, la cual se elevó cuando los medios de comunicación presentaron investigaciones que mostraban cómo los institutos políticos negociaban con las pandillas, grupos criminales que han derramado sangre en cada esquina de este país y han llenado de luto la casi totalidad de familias salvadoreñas.

Con la frustración nació el odio, un mal consejero a la hora de tomar decisiones correctas. Pero el odio, una vez que es sembrado, producen cataratas que impiden ver con claridad el panorama. Es así que nacen los mesianismos, los cuales se apoyan de ese odio para crear falsas expectativas, las cuales son aceptadas sin importar el costo que esta demande.

Los cantos de sirena no son nuevos, vienen desde los cuentos más antiguos, estos, como droga, hacen que la población camine sin rumbo, solo llevados por el alucinógeno que no les permite ver la realidad, aunque esta esté en frente de ellos.

Con el odio nace el fanatismo, esta que es la responsable que los actores políticos se enquisten en el poder, hasta que, nuevamente, la frustración termine de cerrar el ciclo de la rueda, la misma que se volverá a repetir continuamente.

¿De qué sirve tanta frustración y odio si vamos a terminar haciendo lo mismo una y otra vez? Darles cheques en blanco a personajes políticos no sirve de nada, solo creará otra generación de corruptos, los cuales, bañados de pueblo, tendrán vía libre  para alcanzar la carrera de corrupción de sus antecesores.

A los salvadoreños nos hace falta educación política, esa que nos permita despojarnos de todo fanatismo partidario, sin que esto represente apartarnos de nuestros ideales ideológicos. Si entendemos eso, tendremos a nuestra mano la tijera para cortar ese círculo vicioso que nos hace ver bien cosas que en el pasado dejaron una huella imborrable de dolor para este país.

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