Por: Juan Contreras.
“La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa”. Cuánta razón tenía el filósofo de Tréveris, si a partir de esa afirmación analizamos la coyuntura política nacional, y las acciones desesperadas de medios tradicionales de comunicación, exmagistrados de la Sala de lo Constitucional, abogados autonombrados “constitucionalistas”, todos ellos con una agenda abiertamente de oposición. La afirmación resulta acertada y veremos que la historia se repetirá. Ustedes dirán si como tragedia o como farsa.
En julio de 2018 el espectro político nacional se activaba por medio de una estrategia sucia: el Tribunal Supremo Electoral por orden emanada de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia 2009-2018, en una sentencia que a todas luces constituía un prevaricato, (como se denunció luego ante la FGR) cancelaba al partido Cambio Democrático -CD- pese a que aquel tenía un diputado electo en la Asamblea Legislativa, siendo una de las excepciones a las causales de cancelación establecidas en la Ley de Partidos Políticos, es decir, por estar dentro de dichas excepciones el CD no debía ser cancelado, pero como era una orden emanada de la Sala había que cumplirla. Creo que vale la pena mencionar el nombre de aquel diputado del CD, pues fue alguien que luchó hasta el final: Juan José Martel QEPD.
Lejos quedaban las aspiraciones del recién fundado partido Nuevas Ideas, quien en su búsqueda por cumplir los requisitos y establecerse como partido político consiguió firmas en tiempo récord, generando uno de los movimientos políticos más importantes y con mayor apoyo popular de la historia de El Salvador, no obstante, su entonces precandidato Nayib Bukele, se quedaba sin partido con el cual inscribirse y competir.
La decisión ordenada desde las altas esferas del poder económico y político que controlaba toda la institucionalidad del estado, daba tranquilidad a los dos candidatos de las élites que habían dominado por tres décadas, Carlos Calleja de ARENA y Hugo Martínez del FMLN. La estrategia era simple, sacando del juego a Nayib Bukele, quien en todas las encuestas era el preferido por la población para ganar las elecciones presidenciales, la gente tendría que votar por el “menos peor” de las opciones que le quedarían en las presidenciales de 2019.
La historia la conocemos, puesto que Nayib encontró un medio legal para competir en aquellas elecciones, venciendo en primera vuelta a todos sus contrincantes, de nada sirvió aquella alianza de múltiples partidos de la derecha apoyando al candidato de ARENA, y el fracaso anunciado del FMLN que quedo rezagado en un lejano tercer lugar, como resultado de la decisión política más absurda de la historia reciente, al haber expulsado a Nayib de sus filas.
Hoy la cantaleta estratégica viene desde otro flanco, pero el objetivo es el mismo: evitar que Nayib Bukele se inscriba como candidato. Para fortalecer sus argumentos los desesperados opositores hacen llamados al desacato de resoluciones de la Sala de lo Constitucional, sí, de esa misma Sala que en el fatídico 2018 ordenó cancelar al CD, pero que en ese momento defendían hasta la saciedad diciendo que las resoluciones de la Sala son de obligatorio cumplimiento, pero ahora se rasgan las vestiduras porque no se hace su voluntad. Esos mismos opositores ahora le venden historias de miedo a la comunidad internacional, que, dicho sea de paso, ya no se las están comprando, e incluso se atreven a hacer insanos y enajenados llamados a la insurrección.
En el ambiente deportivo es común el uso de la expresión “ganar en la mesa”, con la que algunos equipos buscan obtener un resultado sin competir, o peor aún, invertir el resultado después de haber sido vencidos, eso buscaron en el 2018 que era año preelectoral, eso buscan en este 2023.
Ante la imposibilidad de conjuntarse como bloque de oposición, dadas las miserias humanas y la ambiciones de sus dirigentes, y al presentar múltiples candidaturas, que incluso sus mismos simpatizantes e intelectuales califican de suicidio político, lo que le va quedando como estrategia a esos sectores opositores es pelear en la mesa, sacar del juego al rival más fuerte, para eso buscan atemorizar a los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, argumentan unos con más tecnicismos que otros, pero el fin es el mismo.
La historia se repite dos veces, y eso ocurrirá de nuevo, porque aquella tragedia que fue vencida por el pueblo al apoyar a Nayib, ahora se repetirá como farsa en la que aquellos que gritaban a los cuatro vientos que las sentencias de la Sala se cumplen, no tienen la solvencia moral y mucho menos ética de decir que esta vez no debe cumplirse el mandato judicial que ordena que se le deje competir como candidato.
El resultado será el mismo, serán derrotados en las urnas de manera contundente, y para eso debemos confiar en la independencia del Tribunal Supremo Electoral, el cual debe cumplir el mandato emanado por la Sala de lo Constitucional, puesto que las resoluciones no son emitidas por personas individuales, si no que por el órgano persona, y aunque les guste a unos y no les guste a otros son de obligatorio cumplimiento, lo fueron antes, lo son ahora, y lo serán en el futuro, allí radica la verdadera independencia y la seguridad jurídica del país.