Por Guillermo Russo, ex embajador peruano en panamá y Canadá.
Los roces entre los imperios son auténticos movimientos de placas tectónicas que sacuden a todo el mundo. En unas partes más que en otras . Ahora, al comenzar este año se viene gestando una atmósfera de tensión en una Venezuela mediáticamente olvidada en los últimos meses. La gira del Edmundo González Urrutia por el continente sumado a una actitud desafiante de parte del régimen caraqueño no augura más que convertir al país de Rómulo Gallegos en un probable epicentro de las tensiones imperiales norteamericanas, rusas y chinas. Lamentablemente en el mundo real el destino de los pueblos no está sujeto plenamente a sus pueblos, juegan factores endógenos y exógenos, estos últimos a través de la presencia tutelar de Caracas en un alineamiento al binomio Moscú-Pekín. En ese contexto cualquier cambio solo es posible dentro del marco de un acuerdo entre las potencias. El advenimiento de Trump el 20 de enero parece significar un giro de timón, pero es algo que no se verá hasta que asuma el cargo hacia donde dirige el rumbo de su política exterior (quizás más parecida a la de Roosevelt, al malo no al bueno, respecto a una consolidación imperial norteamericana en su supuesta zona de influencia). Más que nunca es necesario volver a leer ese clásico de la literatura política hispanoamericana que fue, es y será El tiburón y las sardinas del ex presidente guatemalteco Arévalo. Entretanto Venezuela se nos muestra como un presagio sobre el que todo el mundo vaticina cual Nostradamus de horóscopo. Pero la situación es más incierta como para si quiera acertar si mañana hará sol o no en Caracas.
No hay ninguna certeza absoluta de lo que va a pasar en Venezuela este año que comienza. No obstante, hasta el momento, es muy probable que los pilares principales que sostienen al régimen autoritario se mantengan. Un factor a tener en cuenta es la actitud que tome el nuevo gobierno de los EEUU. Hasta ahora hay mucho ruido por los pre-nombramientos que ha hecho Trump en lugares clave para la política exterior de los EEUU. Sobre todo por el anunciado Canciller, a saber Marco Rubio, quien durante muchos años ha tenido un verbo encendido en contra del régimen caraqueño. Sin embargo, hay piezas que no calzan en el comportamiento externo de los yanquis respecto a Venezuela. De hecho, el dar licencias a las petroleras como la Chevron (que explica unos 300 mil barriles de los 900 mil que genera el país) como que no cuadra en el esquema de “máxima presión”. Habrá que ver si a partir del 20 de enero los gringos dejan la hemiplejia diplomática o disonancia cognitiva en relación al chavismo-madurismo. Más bien está en el tapete la posibilidad de llegar a algún arreglo con el régimen madurista si se trata de deportar migrantes, una de las banderas centrales del Trumpismo. En fin, como dicen en el Perú, “una cosa es con guitarra y otra con cajón”. Habrá que ver si ya en la cancha los republicanos de esta nueva administración pasan de las palabras a lo hechos. Mientras tanto, más allá de especulaciones, hay que esperar unos días. Pues reza otro refrán “los gallos se ven en la cancha”. Y de palabras altisonantes ya estamos curtidos.