martes, 16 abril 2024

La colina que subimos

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Poema recitado en el acto inaugural de la presidencia de Joe Biden, y traducción al español del intelectual Vladimir Monge, salvadoreño-estadounidense

Cuando el día comienza nos preguntamos, dónde podemos encontrar luz en esta sombra interminable? La pérdida que llevamos, un mar que debemos cruzar. Hemos enfrentado la panza de la bestia, hemos aprendido que la quietud no siempre es la paz y que las normas y nociones de lo que es justo, no siempre es justicia. Y todavía el amanecer es nuestro y lo sabemos, de algún modo lo hacemos, de alguna manera hemos soportado y presenciado una nación que no está quebrada sino simplemente no finalizada.

Nosotros, los sucesores de un país y un tiempo donde una muchacha flaca y  negra descendiente de esclavos y criada por una madre soltera puede soñar en llegar a ser Presidente pero se encuentra a si misma recitando para uno. Y, sí, estamos lejos de lo perfecto, lejos de lo prístino, pero eso no significa que estemos buscando formar una unión que es perfecta, estamos buscando forjar una unión con un propósito, construir un país comprometido con todas las culturas, colores, caracteres y condiciones humanas.

Así, levantamos nuestras miradas no a lo que se entrepone entre nosotros, sino a lo que se presenta ante nosotros. Cerramos la división porque sabemos que para poner nuestro futuro primero, debemos primero hacer a un lado  nuestras diferencias. Deponemos nuestras armas de modo que podamos alcanzar con nuestros brazos a los otros, no buscamos dañar a nadie y buscamos armonía para todos.

Hagamos que el mundo, si no hay nadie mas, diga que esta es la verdad: que aún con nuestro luto, crecimos; que aún con nuestro dolor, tuvimos esperanza; que aún cansados, intentamos; que para siempre estaremos enlazados juntos y victoriosos, no porque nunca mas conoceremos la derrota sino porque nunca otra vez sembraremos división.

La escritura nos dice que visualicemos que cada quien se sentará bajo su propia vid y árbol de higo y nadie debería atemorizarlos. Si queremos vivir a la altura de nuestro tiempo, entonces la victoria no descansará en la herramienta sino en todos los puentes que hemos construido.

Esa es la promesa de la claridad, la colina a subir si sólo nos atrevemos, porque ser Americano es mas que un orgullo que heredamos, es el pasado en el que entramos y cómo lo reparamos. Hemos visto una fuerza que rompería nuestra nación en lugar de compartirla. Que destruiría nuestro país por detener la democracia, y ese esfuerzo casi triunfó. Pero mientras la democracia puede periódicamente retrasarse nunca puede ser permanente derrotada.

En esta verdad, en esta fe, confiamos, porque mientras tenemos nuestros ojos en el futuro, la historia tiene sus ojos puestos sobre nosotros, esta es la era de la justa redención que temíamos desde el comienzo no sentirnos preparados para ser los herederos de tal hora terrible; pero dentro de ella encontramos el poder de escribir un nuevo capítulo, de ofrecernos esperanza y risa a nosotros mismos, de tal modo que mientras una vez nos preguntamos cómo podríamos prevalecer sobre la catástrofe, ahora afirmamos cómo puede la catástrofe posiblemente prevalecer sobre nosotros.

No regresaremos a lo que fue sino marcharemos a lo que será, un país herido pero entero, benevolente pero decidido, feróz y libre; no seremos devueltos o interrumpidos por intimidación porque sabemos que nuestra inactividad e inercia será la herencia de la siguiente generación, nuestros fracasos serán su carga. Pero una cosa es cierta: si combinamos misericordia con poder y poder con justicia, entonces el amor viene a ser nuestro legado y el cambio un derecho de nacimiento de nuestros hijos.

Entonces, dejemos un país mejor que el que nos dejaron. Con cada aliento de mi golpeado pecho de bronce, levantaremos este herido mundo hacia uno maravilloso; nos levantaremos desde las colinas doradas del Oeste, nos levantaremos desde el Noreste barrido por el viento donde nuestros antepasados concibieron la revolución, nos levantaremos desde las ciudades bordeadas por los lagos  de los estados del medio oeste, nos levantaremos desde el Sur bañado por el sol, nos reconstruiremos, reconciliaremos y recuperaremos en cada rincón de nuestra nación, en cada esquina llamada nuestro país; nuestra gente,  diversa y bella emergerá maltratada y hermosa. Cuando el día venga, saldremos de la sombra encendidos y sin miedo, el nuevo amanecer florecerá mientras lo liberamos porque  siempre hay luz si tan solo somos lo suficientemente valientes para verla. Si tan solo fuéramos suficientemente valientes para serla.

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(*) Vladimir Monge, (El Salvador, 1967).  Estudió Ciencias de la Educación en la Universidad de El Salvador y la Universidad Nacional de Costa Rica. Ha Publicado los libros de poesía “Pasajeros en el Tiempo/Passengers in time” (Bilingüe, CBH Books 2007) y Voces y Huellas (2012). Su poesía ha aparecido en la Antología “Al Pié de la Casa Blanca: Poetas hispanos de Washington, D.C. publicada por la Academia Norteamericana de la Lengua Española (2010) en el Segundo Índice Antológico de la Poesía Salvadoreña (Índole Editores/Editorial Kalina, 2014) entre otros y en la Antología “Voces en la Madrugada” del Colectivo Literario Alta Hora de la Noche. Reside en el Estado de Maryland, Estados Unidos.

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