viernes, 6 diciembre 2024
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La Caja de Lustre

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Por Roberto Herrera

A mi amigo Luis aka Che

Hay cajas en el mundo que al abrirlas pueden contener tesoros, secretos o simplemente no contener nada más que recuerdos, tristes o alegres. Hay otras que la mitología las ha hecho famosas, como aquel cofrecillo de bruñido metal lleno de calamidades que Zeus le obsequió, malévolamente, a Pandora. En fin, hay muchos tipos y variedades de cajas y caixas de ahorro o anatómicas como la torácica que guarda y protege el verdadero tesoro humano que es el corazón. Mientras que hay muchas otras “cajas offshore” repartidas por lo general, en el Gran Caribe, donde al parecer las hermosas playas se prestan para el lavado de dinero y la evasión de impuestos fiscales de los poderosos de muchas naciones.  De tal manera, que los famosos “papers”, es decir, los documentos descubiertos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (International Consortium of Investigative Journalists, ICIJ) poco tienen que ver con la mujer mitológica de arcilla y agua que Hefesto modeló a petición de su padre, el poderoso Zeus, sino más bien, con la desmitificación de la ceguedad o miopía de la justicia, puesto que las compañías extraterritoriales (Offshore) al  no regirse por las leyes y el sistema fiscal del país donde están registradas legalmente, bajo la condición de cumplir plenamente con las exigencias nacionales e internacionales,   permiten de manera legal traspasar la delgada línea de lo licito a lo ilícito de manera astutamente intencionada. Esto sucede cuando se quiere evadir impuestos, ocultar patrimonios o poner en circulación (wash and dry) capital ilícito. Aunque habrá que esperar al análisis diferencial final del Consorcio Internacional, para diferenciar entre ovejas negras, grises y lobos feroces.  

Pero la “caja” de mi atención no es la de Pandora después de haber perdido la virginidad ni tampoco las “cajas” de las Islas Vírgenes, sino la caja de lustre de mi paisano interlocutor y, la mía por supuesto. Empíricamente he comprobado en más de doce lustros que la gente que lustra su lenguaje sacando la caja de lustre en el momento preciso y adecuado, me inspira cercanía, empatía, simpatía, y, además, me divierte de manera arcaica psicológicamente hablando. “Sacar la caja de lustre” para conversar con un paisano contemporáneo es para mí hacer un viaje al pasado, y encontrarme con el niño y el joven que fui, chambreando amenamente con los cheros en un parque cualquiera de San Salvador.

Por otra parte, “sacar la caja de lustre” no significa solamente decir palabras obscenas, como piensan algunos, tampoco es el caliche de los tacuaches o tamarindos ni un juego de palabras, sino simplemente utilizar el lenguaje del pueblo y, por lo tanto, comprensible para todo el mundo. Desde el más ilustre letrado hasta el iletrado “maistro lustrador” que lustra y lustra botas, zapatos y zapatillas a diario, para ganarse unos Quores o unos BiCoños.

Estoy convencido que todo pueblo tiene su propia “caja de lustre”.  En Chile, por ejemplo, existe el lenguaje “Huachaca” o “Guachaca”, palabra que viene del quechua “huajcha kay”, que significa “ser pobre”. Empero no se piense que la “caja de lustre” solamente la utilizan los pobres. Es patrimonio nacional en cada país.

Ahora bien, aunque reconozco que no me es fácil hablar con fluidez y maestría sobre temas que abarcan las ciencias, la filosofía, la teología o la sexualidad utilizando la “caja de lustre”, debido a a la oxidación que produce la lejanía del terruño, sí pude entender y comprender este día la cátedra virtual que mi paisa Luís, ducho y experimentado Cajalustrólogo, me dio acerca del masaje terapéutico de roce y deslizamiento à la salvadoreña.

Decir palabrotas de manera grosera e insultante, es decir, echar puteadas o echar chuchadas, como decía mi suegro, es algo, que cualquiera puede hacer. Por el contrario, utilizar la “caja de lustre” de manera elegante y magistral, es un arte fino que solo se aprende en la calle y jamás se olvida.

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Roberto Herrera
Roberto Herrera
Columnista y analista de ContraPunto. Salvadoreño residente en Alemania. Ingeniero graduado en electrotecnia, terapeuta ocupacional independiente con especialidad en pediatría y neurología. Narrador y ensayista.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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