Por Hans Alejandro Herrera.
En el marco de la APEC celebrado en Lima, Perú , el representante adjunto de la agencia de cooperación internacional de Japón, JICA, 独立行政法人国際協力機構, Kashiwagi Shohei, nos comenta de los logros y horizontes de la agencia.
La cooperación técnica de países como Japón parten de una política exterior de promoción y desarrollo de la paz. Desde el Norte global al Sur global, la guía y herramientas que brinda contribuyen como trinchera en la lucha contra la pobreza de los países de nuestra región.
El caso del JICA es especial como una institución que viene contribuyendo en la gestión hídrica, preparación para el cambio climático o la investigación. Hace unas semanas informamos sobre el Rector de la Universidad Agraria quien mencionó en la comisión de presupuestos la relevancia de la cooperación técnica en el control de plagas en nuestra industria agrícola.
Para el JICA todo su participación parte de la dignidad humana, a través de un meta enfoque, el de seguridad humana, el cual se explica según Kashiwagi Shohei, «a través de hechos reales y no de conceptos. De esta manera no se puede lograr un mundo en paz a menos que las personas puedan llevar una vida cotidiana segura, esto es que los niños no mueran, las enfermedades no se propaguen y los puestos de trabajo no se pierdan. Es una cuestión de vida y dignidad humana. Se trata de proteger la vida y la dignidad de las personas construyendo sociedades resilientes, es decir la capacidad de reaccionar ante amenazas [climáticas, crisis económico políticas, etc.]».
Según comenta Shohei, su accionar parte de otros dos enfoques, uno de protección (enfoque de arriba hacia abajo, por intervención del Estado y otros actores institucionales) y el otro de capacitación (enfoque de abajo hacia arriba por parte de personas y la sociedad civil). De esta manera se pone en práctica la seguridad humana para cumplir las metas de organizaciones internacionales. Este enfoque y sus derivados tienen «el poder de contrarrestar las amenazas reforzando la resiliencia de las sociedades».
JICA viene agenciando la cooperación internacional como poder blando del Japón en más de 90 países, esto a través de la cooperación financiera, técnica, envío de voluntarios, así como también tiene una función de investigación.
Al respecto, Shohei, mencionó el pasado jueves en el APEC legislativo en el Congreso de la República de Perú, que las «áreas en que Perú puede profundizar su relación con Japón son a través de estos cuatro pilares: la reducción de la brecha social a través de la promoción del desarrollo del sector turismo, que venimos implementando en la región Amazonas y el cual está teniendo un excelente impacto; en la gestión medioambiental como es la gestión de residuos sólidos, conservación de bosques y la gestión de los recursos hídricos; gestión de desastres naturales puesto que los países que forman parte del APEC están situados en el cinturón de fuego del Pacífico; y la cooperación con la comunidad Nikkei el cual consideramos es un modelo avanzado de convivencia multicultural que será importante para cualquier país en el mundo».
Al respecto de éste último punto, Shohei refirió que «creemos que hay muchas posibilidades de incrementar aún más el valor del Perú a través de la colaboración de la comunidad Nikkei para el desarrollo ».
En términos de desarrollo dicha comunidad funciona como puente intercultural entre el país del sol naciente y el país del sol de los incas. Después de Brasil, Perú tiene la segunda comunidad de descendientes de japoneses más grande de Latinoamérica. Su aporte cultural es el puente de plata para una integración de ambos países en el marco de economías sólidas en el área del Pacífico. Es conocida el aporte de la comunidad Nikkei en el campo del arte, la literatura, el cine, así como la ciencia, el Derecho, etc. en la vida del Perú. Es una de las comunidades más dinámicas en la región y como menciona Shohei podrían ser la clave para un siglo XXI convulsionado por crisis étnicas en todo el mundo. Sea como modelo o caso de estudio para Harvard, esta comunidad puede enseñarnos que vivir en diferencia no es una utopía sino una normalidad que existe ahora y que funciona en el recóndito Perú.
