Para la acción política eficaz.
Para el individuo light, el mundo se ha vuelto incomprensible porque el sistema económico le sustituyó la sabiduría con el conocimiento y el conocimiento con datos inconexos. Por tanto, no puede relacionar nada con nada y en consecuencia es incapaz de comprender los procesos históricos y sus problemas. Al desconcierto que este vacío le provoca lo distrae con programados entretenimientos banales, como sus largas y disciplinadas sesiones de incomunicación en las redes sociales y los alegres ritos de las religiosidades fundamentalistas, hermanadas al hipnótico mundo de la farándula. Su “salvación” le es dada por el mismo sistema económico que le quitó a su vida el sentido ―y a sus actos el significado― al despojar de contenidos y propósitos a su consciencia, convirtiéndolo en un sonriente tullido al que le falta la dimensión crítica de la actividad cerebral y emocional, aunque (como no la conoció nunca) tampoco la echa de menos.
No hay que equiparar el pensamiento crítico con el racionalismo cartesiano y mucho menos con el cientificismo que se deriva de él, pues éste no es más que (en palabras de Sábato) “el prejuicio de no tener prejuicios”, además de que constituye también el gran inhibidor de la intuición como forma efectiva (y mucho más rápida que la razón) de conocimiento y desarrollo de la sabiduría. A propósito, ésta se diferencia del conocimiento a secas en que implica la comprensión objetiva y subjetiva de los procesos concretos que ocurren fuera de la conciencia cognoscente. El conocimiento a secas, por su parte, a menudo soslaya la comprensión subjetiva, sobre todo en el campo de los hechos sociales, con lo cual limita su horizonte a la cuantificación cognitiva de lo observable dejando de lado la empatía y la antipatía como medidores de las motivaciones más íntimas de quienes empujan la rueda de la Historia con sus acciones sociales, organizadas o no.
De aquí que la sabiduría poco tenga nada que ver con la educación formal y menos con el conocimiento entendido como conjunto de datos inconexos y yuxtapuestos, que es como se practica esa educación según el paradigma racionalista. La sabiduría brota de la comprensión de lo social y lo individual concreto mediante el entendimiento empático de la subjetividad humana en lo particular y en lo general. Y a menudo le debe mucho más a la intuición que al conocimiento racional, pues la dimensión subjetiva no es medible de la misma forma en que lo es lo concreto cuantitativo.
El individuo light ―que hoy satura el mundo― ya ni siquiera accede a la razón, sino sólo a las “intensidades” y reacciones emotivas. De aquí que necesite más que nunca desarrollar su subjetividad crítica a fin de alcanzar una fusión empática con el mundo y con el prójimo, pues se halla divorciado de la comunicación gracias ―vaya ironía― a los medios de comunicación; ya que éstos, como se sabe, reproducen el mero manejo de datos inconexos y banales como sucedáneos del pensamiento crítico (ese que brota del ejercicio creativo y libre del criterio). Por eso es que el individuo masificado por la incomunicación es un opinionista sin más que descalifica con impunidad todo lo que ignora, sin saber que al hacerlo se inhabilita y anula como sujeto del cambio social, tornándose una rémora del desarrollo humano. Urge por ello ―en toda escuela de cuadros― restaurar la comunicación mediante la criticidad intuitiva como base de la acción política eficaz.
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