El sábado varios grupos instalaron un antimonumento por los 72 migrantes masacrados en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010. Por 58 hombres y 14 mujeres que fueron ejecutados y después abandonados sus restos a la intemperie.
Aquello migrantes asesinados, en su mayoría centroamericanos, ocasionó estupor e indignación internacional, sin embargo aún está en la impunidad.
Pero no sólo por ellos. La escultura lleva un signo “+” porque son miles, tal vez cientos de miles, las y los desaparecidos y asesinados a su paso por México.
Lo que dicen quienes instalaron el antimomumentos:
“Y aunque la migración es un derecho humano, aunque muchas leyes, tratados internacionales y elegantes foros así lo dicen, lo cierto es que atravesar el territorio mexicano se ha convertido en un viaje peligroso. Pasar por nuestros estados, sea en autobús, tren o caminando, resulta una empresa tan arriesgada que puede costar la salud, la integridad, la vida.
Robos, extorsión, secuestros, violaciones, ejecuciones, desaparición… ¿cuántas veces hemos oído esas palabras en los últimos años? ¿Cuántas veces esas palabras atroces que sin embargo se transformaron en normales? Muchos de quienes las padecen son migrantes. Hombres y mujeres que migran.
Vienen desde Centroamérica y otros países. En su mayoría quieren llegar a Estados Unidos, donde imaginan un futuro mejor. Van huyendo de la violencia, la falta de oportunidades, la miseria, de un sistema que los expulsa de sus países. Van buscando mejores trabajos y sueldos, una mejor vida para ellos y los suyos.
Pero el gobierno estadounidense les ha puesto un muro, una pared infame que no sólo se ha levantado en la gestión de Donald Trump, lleva varios años construyéndose. Les persigue y criminaliza, los trata como delincuentes. No es el único, hay también otros muros también aquí, en México. Son autoridades indolentes que les niegan visas humanitarias, policías y burócratas que les persiguen y violan sus derechos. Un muro más, el que levantamos nosotros, la sociedad, cuando hacemos invisibles a los migrantes, sin prestarles ayuda, o los señalamos y discriminamos.
Paradójico pero real: en México, un país con generaciones de migrantes, un lugar donde todos tenemos algún pariente al otro lado, no somos capaces de entender y abrazar a quienes también van migrando. Incluso, cuando son también mexicanos y mexicanas.
¿Qué son las fronteras?
¿Quiénes pueden habitar el planeta tierra?
Todos somos migrantes. Todos somos ese “+” que va junto al 72.
Hoy instalamos este antimonumento para limpiar la memoria de los los 58 hombres y 14 mujeres asesinados en el ejido El Huizachal, porque no fueron delincuentes sino trabajadores con sueños y proyectos, con familias que los esperaban.
Y el caso sigue impune, por eso nuestra voz se hace hierro. Para ser memoria de ellos pero también de miles de migrantes, mujeres, hombres y niños, desaparecidos y asesinados.
Con este antimonumento decimos que nos faltan. Que no queremos ser el muro”.