Agregado Cultural de la Siguanaba
Desde Comala siempre…
Las huellas…el viento habrá de borrarlas…
Abstract: Salvadoran academic history operates according to a double erasure. Its perspective does not only proscribe certain primary documentation from its objective analysis. It also forbids explicit references to sexuality as a constituent part of the sociopolitical realm under investigation. That veto is the case of the constitution of a national literary canon, with a male predominance during 1932. Intrinsic to the banned sphere of literature, the "droit du seigneur" points out to a current legal term —"sexual harassment". At that time, it is perceived as the hierarchical "right" of a landowner, who enforces sexual services to most subaltern women working for him. By this double erasure, social sciences assume the role of the "wind", which deletes all archives and topics contrary to their specific direction. Only poetics assumes as its main objective the reality of the human body and sexual desire in its political setting. Finally, the dual sanction defines a paradoxical distinction between dictatorship —which promotes its "enemies" in official editorial houses— and democracy, who forbids "conflict of interpretations" in its academic sphere.
0. Despegue
Al hablar del hecho social total, hay que interrogar los deshechos de su integridad. "Las huellas" incómodas las borra como "el viento". La verdad racional siempre se deleita en excluir datos primarios que la contradigan o que la desvíen de su objetivo preciso. Su anhelo de control absoluto remite mareas de archivos y migrantes al exilio. Este 26 de noviembre de 2020 celebra la fuga conjunta, al reunir la Acción de Gracias con el día del salvadoreño en el exterior. En paradoja, se agradecen las expulsiones. Quizás. Se trata de la exclusión de los archivos y testimonios indeseables. Su propósito de descartar consiste en apropiárselos al legitimar el presente. No en vano, en "El Faro Académico", Miguel Huezo Mixco reduce más de década y media de relaciones entre dos hombres —el general Maximiliano Hernández Martínez y Salarrué— a dos cartas fechadas del último término presidencial (1939-1944). Parece que la historia cultural no exige una periodización estricta durante los tres períodos presidenciales —1931-1934, 1935-1939 y 1939-1944— ni rastrea los vaivenes entre el arte y la política, de la colaboración a la crítica. Menos aún le interesan los archivos anteriores al golpe de estado que revelan la pertenencia de Martínez a la élite letrada anti-imperialista ("Ateneo", desde 1924 y abril-mayo 1927 y "Repertorio Americano", 12 de diciembre de 1931). Todas las publicaciones oficiales —y extraoficiales permitidas por la censura de prensa desde 1932— resultan irrelevantes para revelar una compleja colaboración y tensión entre esos protagonistas masculinos, sin mención de lo femenino que Huezo Mixco juzga irrelevante.
A esta perspectiva homoerótica, se contrapone la necesaria presencia femenina, Sin asombro, la mujer propulsa el acto masculino más espiritual, tal cual el viaje astral hacia lo remoto celeste. Por tradición, los hombres se disputan su cuerpo como presea de la victoria, sea bajo el atuendo metafórico de la flor (anthos) —sinónimo de la poesía (Vicente Rosales y Rosales, "Mi maestro el rosal", 1929)— o, explícitamente, la ansían "desnuda como toda mujer", quien "llegó a mi camarote" (Salarrué, "Remotando el Uluán, 1932). La intención sensual y resultado de tal arribo —"una atrevida muchacha negra y bella"— queda a discreción de la lectura.
Del triunfo político al viaje astral, la sexualidad —la correlación de género— ofrece el eslabón que impulsa el ascenso viril. No otro es el testimonio salarrueriano del 32. "Jabas, que había concebido esperanzas de alcanzar el amor de Gnarda, entró con su alma en un puerto de profunda tristeza" al aceptar la derrota ("Remotando el Uluán, 1932: "Las Nebrunas sensuales y las Alectaras sensitivas"). Por ella, este ensayo se aboca a descubrir el tercio intermediario de la lucha masculina —la posesión de la rosa (anthos) o la verdad (aletheia)— por el poder físico e intelectual. En efecto, del terreno político al poético —de Rosales y Rosales a Salarrué— las arenas masculinas las define la lucha encarnizada —a menudo entre iguales— por apropiarse de lo femenino.
"Te elevas con malicia por sobre el barandal [= la rosa, anthos],
[…]
Y me pongo celoso porque ya mi vecino
Parado de puntillas quizá te puede ver" (Rosales y Rosales, "Mi maestro"; para otra alegoría mística de género, véase "The Zohar" (siglo XIII), "the concealed maiden as image of truth" y el capítulo "The Old Man and the Beautiful Maiden").
I. Derecho de pernada
El epígrafe de 1932 —cuyo autor lo reconocería quien exige la objetividad— certifica el desfase radical entre los hechos, su resguardo infiel y el estudio conclusivo. "Las huellas" de ciertas acciones pasan desapercibidas ante la selección arbitraria de expedientes pasados. Lo mismo sucede al elegir las voces actuales durante el debate de salvaguarda de los archivos nacionales y el proyecto de nación. Contra ambos actos —archivos pasados y juicios presentes— se ejerce el reproche o, tal vez, según la tónica actual, el "fanatismo" ("Editorial UCA", 28 de diciembre de 2020).
Si la lectura no reconoce el epígrafe inicial de inmediato, este obstáculo certifica la necesidad de ignorar registros oficiales, a fin de elaborar una historia científica. La cita proviene de "Bocetos para dramas campesinos. Otra más…" de Roberto Suárez Fiallos (Boletín de la Biblioteca Nacional, junio de 1932: 27-29). Esta revista oficial se halla ausente en casi toda la bibliografía sobre ese año clave. A la lectura le corresponde evaluar las razones de tal censura en boga y la dificultad de reclamar un derecho de respuesta, en la sociedad democrática actual.
"Otra más…" designa el destino de un amplio estrato social de madres violadas e hijos ilegítimos, nacidos de ejercer el derecho de pernada que el hacendado impone sobre su servidumbre. Tabú de la historia, la poética lo consigna como temática clásica que culmina en "Balún Canán" (1957) de Rosario Castellanos, "Pedro Páramo" (1956) de Juan Rulfo, "Lonra" de Salarrué, entre la narrativa más conocida
http://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/4139/1/boletin%20biblioteca%20nacional%20numero%201%20de%20junio%201932.pdf
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El breve relato "Otra más…" narra una costumbre fundada en la propiedad privada de la tierra, específicamente, en la hacienda cafetalera. Se llama derecho de pernada por el cual, junto al trabajo, el patrono exige servicios sexuales de los subalternos. La potestad sobre el latifundio no sólo determina una estructura económica —según la clásica ortodoxia. También esa armazón social presupone la existencia de cuerpos humanos sexuados. Al dueño le pertenece la cosecha del producto a comercializar. Desde el decreto de la Ley de Extinción de Ejidos (1882) ese monopolio pasa a manos de los cafetaleros quienes se enriquecen bajo la consigna de la modernización agroexportadora y exhortan la formación de una Ciudad Letrada para forjar la nación.
Sin embargo, la propiedad privada de la tierra presupone también el ejercicio de otro acto de violencia que borra el viento, en paráfrasis del epígrafe inicial. La hacienda la pueblan familias de peones, quienes ofrecen sus servicios y su trabajo, a veces bajo un régimen pre-asalariado. Durante esta faena de cuidado y recolección, incandescente, la cosecha en cerezo ofrece la metáfora del deseo humano. "El ambiente güele a cafetal que se desangra en frutos". La fruta roja del café maduro representa la sangre que bulle en su ansia de satisfacción carnal.
Desde la perspectiva masculina hegemónica —iniciación sexual del hijo del hacendado— el fruto maduro remite a la sangre femenina ajena, que exige en ofrenda a su jerarquía. También evoca su ansia voraz por colmar el apetito carnal. Él se deleita en desflorar campesinas —preludio de la boda— y en esparcir una progenie de hijos ilegales. Si el buen deportista se entrena para jugar un partido excelente, el esposo ideal también ejercita su poder viril en las criadas, antes de volverse marido y patrono violento ejemplar.
Desde la perspectiva femenina subalterna —la campesina— la fruta madura evoca su propio plasma. Su familia no sólo trabaja en velar la hacienda, sino ella misma debe ofrecerle sus servicios sexuales al propietario. Por este antiguo "derecho de pernada", la estructura económica la completa el cuerpo humano, cuya comida y sexualidad el castellano las (con)funde bajo un mismo término: carne, meat and flesh. El alimento primordial del hacendado no lo colma el bistec del almuerzo. Su apetito de depredador lo sacia ese antiguo derecho que exige la ofrenda sexual de una joven a su servicio. Tal violencia erótica detalla el ritual de iniciación que convierte al adolescente casadero en hombre adulto, capaz de asumir un cargo social de prestigio. Quizás.
Si durante la segunda mitad del siglo XX se acuña el término legal de "acoso sexual", hasta la primera parte, el "derecho de pernada" anticipa un régimen político que cimienta el clásico patronazgo y el clientelismo en las haciendas. Como tema tabú, su testimonio casi sólo aparece reflejado en la po-Ética, que la historia masculina tilda de ficción. Por ello, el protagonismo indígena femenino de 1932 lo reflejan dos novelas inéditas en El Salvador: "El oso ruso" (1944) de Gustavo Alemán Bolaños y "Ola roja" (1948) de Francisco Machón Vilanova.
II. Suprimir archivos
La historia académica se deleita en un doble tachón. Luego de eludir toda mención de las "actividades literarias" y culturales "en el año de 1932" (J. F. Toruño, "Ateneo", 1932), pretende que el cuerpo humano sexuado se halla fuera de la esfera sociopolítica. Esta doble omisión le queda pendiente a la poética, que transcribe la existencia del ser humano en su sed de libido. El deseo casi sólo lo refiere la esfera de la ficción narrativa y de la poesía, sea que lo sublime o asiente su realización. Se le llame fantasía —tal cual "Remotando el Uluán" (1932) de Salarrué— el protagonismo de Gnarda sólo aclara que el delirio masculino define el cuerpo sexuado de la mujer. No hay espiritualidad del varón blanco sin el sexo de la mujer negra. "Se unieron nuestros labios y nos besamos" (20) consigna el preludio del desprendimiento espiritual que culmina en la cópula.
Esa doble tachadura —archivo y mujer apetecida— no sólo ignora la arista política de la sexualidad. El coito ocurre en calco de la jerarquía social y de género. El hacendado le impone un imperativo de servicio a la mujer campesina. Asimismo, el otro borrón desdeña cómo se constituye un canon literario nacional —a predominancia masculina— gracias al apoyo editorial del gobierno en turno. Mientras la historia lo juzga censura de prensa —un periodismo a servicio dictatorial— la poética consigna la apertura literaria (véanse otros artículos en "El faro académico que adrede tachan archivos primarios: Erik Ching, "Para el general Martínez todos eran enemigos" y Walter René Molina, "Una prensa a la medida del general Martínez"). Basta concentrar el esfuerzo en esa revista excluida de la historia científica —"Boletín de la Biblioteca Nacional"— para verificar el antónimo de la sanción, esto es, la apertura artística y literaria (véanse también "La República. Suplemento del Diario Oficial" (1932-…), "Torneos universitarios" (1932-3), "Revista El Salvador" de La Junta Nacional de Turismo (1935-1939), "Cypactly", etc.).
La lista de autores canónicos desafía la censura de prensa en vigor, incluso evidencia la actualidad sin un debate académico similar en las revistas oficiales. En este largo inventario se incluyen Arturo Ambrogi, Luis Alfredo Cáceres, Salvador Cañas, Amparo Casamalhuapa, Quino Caso, Esmeralda, Alfredo y Miguel Ángel Espino, Francisco Gavidia, Pedro Geoffroy Rivas (el poeta del 32), Gilberto González y Contreras, Alberto Guerra Trigueros, Jorge Lardé, Alicia Lardé de Veturini, Alberto Masferrer, Francisco Miranda Ruano, Serafín Quiteño, Vicente Rosales y Rosales, Salarrué, Toño Salazar, Juan Felipe Toruño, José Valdés, etc. La "política de la cultura" dictatorial avala la difusión de su obra. Esa apertura tiránica persiste hasta su descalabro, en 1943-1944, cuando la "Revista del Ministerio de Instrucción Pública" difunde la obra de sus enemigos —Oswaldo Escobar Velado, Guerra, Trigueros, Claudia Lars, Hugo Lindo, Salarrué e hijas, etc. Así la dictadura desafía la condena academia actual que habla de democracia, pero excluye a sus oponentes. En cambio, el autoritarismo les abre sus puertas editoriales a "los cadáveres exquisitos" de la Ciudad Letrada (A. Breton, 1925).
III. Archivos proscritos
Las ciencias sociales llaman censura a la apertura de un régimen hacia la creación de un canon artístico y literario. La actualidad aún celebra ese modelo como constitutivo de la identidad nacional. Ahora su restauración se vuelve más necesaria debido a la deriva migratoria, epidémica, y a la carencia de un apoyo editorial semejante. Aunado a este arranque artístico —a predominancia masculina— se sitúa el lugar de la mujer campesina, indígena, afro-descendiente, blanca, asiática, etc. Sin ampliar los diversos papeles femeninos, el único relato bajo análisis —"Otra más…"— describe un severo régimen sexual gobernado por el derecho de pernada. También la referencia subrepticia a la negritud se entrampa en ese mismo obstáculo al remitir su realidad a la fantasía.
A los tabúes actuales de la historia, la poética contrapone la revelación en dueto: archivos olvidados adrede y existencia de la mujer subalterna sometida a la violencia sexual. Desde su encierro doméstico —sin derecho a intervenir en el espacio público, la política masculina— ella aún reclama “lonra” de su presencia y de su voz (véase: "El Diario de Hoy", 29 de noviembre de 2020, "37 niñas y adolescentes embarazadas por día, una niña de 10-14 años violada por día" y "violencia sexual con cifras altas", "La Prensa Gráfica", 29 de diciembre de 2020, ¿sin interés para las ciencias sociales?). Pese a su exclusión, ella testimonia la larga dimensión de la violencia de género y del feminicidio que causa su insumisión.
http://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/4139/1/boletin%20biblioteca%20nacional%20numero%201%20de%20junio%201932.pdf
https://www.scribd.com/document/75980073/Boletin-de-la-Biblioteca-Nacional
IV. Aterrizaje
La melancolía por el ayer obliga que la historia cultural remede la labor de Juan Preciado al buscar restituir el legado paterno soterrado. Este anhelo de restauración aún no acepta "la rebelión de los sentidos" (Ricardo Roque Baldovinos, 2020) que demarca las generaciones de los cincuenta y sesenta de las anteriores. En el antiguo "reparto de lo sensible" o "aprehensión de lo real" —al usar los conceptos de Baldovinos— la teosofía se implanta como teoría central de las ciencias sociales (hecho lingüístico, la estética expresa la conversión de hechos en palabras: to sit down ≠ sentarse, ya que el vector inglés (down) no lo traduce el reflexivo (se) castellano, i.e., las categorías nominales náhuat (absolutivo, vocativo. posesivos, plurales, principio descriptivo, etc.) inexistentes en castellano).
Según el nuevo "reparto", la mujer —"la mercancía más apetecida"— no ocuparía el sitio de la fantasía, que la violencia viril explaya en "los sueños", ni "marca…a sus esclavos con hierros candentes" ("O-Yarkandal", 1929/1970: 165-166). Tampoco el deseo de la razón descalificaría la mujer de su objetividad, esto es, de su objetivo lógico. María Gertrudis, María Asunción, la pobre Quina, La Fulja, La honra de la Juanita, Lety, la pensada de ña Tomasa son unas cuantas figuras femeninas, víctimas de la brutalidad hombruna que la historia ya no puede calificar de ficción. El cambio de paradigma manifiesta cómo en el siglo XX un hecho histórico similar transcurre de nombrarse "derecho de pernada" a "acoso sexual" y "abuso de poder". Asimismo, declara que la censura dictatorial publica a "los héroes de la pluma" y la democracia los ignora.
Por esa omni-presencia jerárquica, según la episteme letrada del 32, la "liberación de sí mismo", el "hombre" jamás la completa sin su contraparte femenina (Salarrué, “La liberación hacia sí mismo. El arte como puente entre la ciencia y la filosofía”, en "Torneos universitarios", Publicaciones de la Universidad de El Salvador, 1932-3). La presencia sexuada de Gnarda ("Remotando el Uluán", 1932) —a mediados de 1932— precede el centenario de Goethe y del Padre Delgado, en la Universidad Nacional hacia finales de ese mismo año. Pero su tinte afrodescendiente añade una exclusión suplementaria a la omisión racional del género femenino, objeto del deseo varonil (véase también O-Yarkandal en cuyo imperio ideal existe un modo esclavista: monarcas blancos y esclavos negros). Tampoco —según la po-Ética— puede hablarse del 32 —de 1932 en sus doce (12) meses— sin mencionar el derecho de pernada y su papel político e intelectual secundario, bajo la hegemonía masculina.
Hasta el 2021, todavía se ignora si la participación activa de Gnarda —la de otras mujeres a distinta filiación étnica— sea necesaria para que "en lo moderno" suceda "la democratización de toda la América y luego de todo el planeta", según la proclama Francisco Gavidia en 1932, ante el "Señor Presidente de la República, Señores Ministros de Estado, Señor Rector de la Universidad", etc. ("Homenaje al Padre de la Patria, Presbítero y Dr. José Matías Delgado", en "Torneos universitarios"). Según la "estética" gavidiana —aún bajo elogio letrado actual— la democracia impera en el 1932 militar, así como sin la necesidad del voto femenino.
Por la constante remisión de la mujer al ensueño viril —fuera de lo político— ella no sólo denuncia su falta de representación legal. También anuncia que el debate entre los agentes masculinos —gobierno, Universidad Nacional e intelectuales de prestigio "enemigos"— resulta una prerrogativa dictatorial del 32, inédita en la democracia actual. Si a ella no le creen los varones, el testimonio tardío de Julio Fausto Fernández certifica su veracidad. En 1932, en Santa Ana, platica libremente de política con Pedro Geoffroy Rivas y con el grupo poético "el Convólvulo", reconocido por esa memoria histórica que se jacta de no olvidar (“Prólogo” a “Espejo del tiempo” (1974) de José María Méndez). En fin, por otro asunto de "estética" —nombre de los hechos— la apertura dictatorial culmina en la censura democrática.
La bibliografía de este ensayo la reportan los recortes alternos a su escritura y los paréntesis al final de las citas.
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Bibliografía mínima de la apertura dictatorial según el Boletín de la Biblioteca Nacional
Director: Julio César Escobar
Por Rafael Lara-Martínez
Universidad del Ex-Silio
Desde Comala siempre…
Índice abreviado
No. 1, 10 de mayo de 1932
“Sangre bajo el sol” por Arturo Ambrogi, pp. 3-8.
“Emoción viviente” por José Valdés, pp. 11.
“Escritores salvadoreños – Salarrué” por Quino Caso, pp. 12-14.
“intelectual en el amplio sentido de la palabra […] buscar la verdad […] artista de imaginación estupenda […] verdadero regionalista [….] sabor criollo […] empezó a manifestarse allá por 1922 en la revista Espiral […] últimamente trabaja en Patria y en Vivir (Diario-Revista de esta ciudad)”.
“La botija” por Salarrué, pp. 15-16.
“Agar o la venganza de la esclava” por Francisco Gavidia, pp. 20-23.
No. 2, 10 de junio de 1932
"Se puede vivir den la pluma?" por José María Peralta Lagos, pp. 5-7.
"La literatura en El Salvador" por Alberto Masterrer, pp. 12-15.
“Cantares. La fiesta de la raza”, por Francisco Gavidia, pp. 16.
"Francisco Gavidia visto por Toño Salazar", s/pp.
“Esbozo.. La cabellera de Edith, por Francisco Gavidia, pp. 17.
“El rancherío abandonado” por Arturo Ambrogi, pp. 18-20.
"El nacimiento de agua" por José Llerena, pp. 24.
"Lirio celeste" por Vicente Rosales y Rosales, pp. 25.
"Cromos del invierno" por Quino Caso, pp. 25.
"Poemas de Carlos Bustamante, pp. 26.
"Otra más…" por Roberto Suárez Fiallos, pp.27-29.
No. 3, 1º de julio de 1932
Editorial, pp. 1-2.
“Los países más cultos hacen campaña intensa en pro de la cultura popular […] y en tales tendencias la biblioteca es el factor más importante […] El Salvador […] necesita difundir el libro […] saber seleccionar el material bibliográfico”.
Índice bibliográfico por Salvador Cañas, pp. 3-4.
“invitación que Uds. [= el Boletín de la BN] hacen a los jóvenes para que lean a los clásicos” [como] Alberto Masferrer”.
“La elegía II de Netzahuacoyotl”, por Francisco Gavidia, pp. 6-7.
“Salarrué colorista” por Luis Alfredo Cáceres Madrid, pp. 7-8.
“vaguedad lila […] es el Fray Angélico del paisaje de otro mundo mejor”.
No. 4, 10 de septiembre de 1932
"Corazón" por Vicente Rosales y Rosales, pp. 1.
“Tragedia” por Alberto Masferrer, pp. 3-4.
“¿Tiene sus símbolos el alma salvadoreña?” por Raúl Andino, pp. 5-8.
El zenzontle, la campánula, el amate (bajo su sombra descansa el señor de Cuzcatlán de su cruda guerra contra el blanco”.
“Mesones trágicos”, “Ciudad dichosa” por José Valdés, pp. 8-9.
"Vitrinas" por Serafín Quiteño, pp. 10-11.
“Antirrealismo en pintura” por Luis Alfredo Cáceres, pp. 11-12.
"Lardé visto por Salarrué", s/p.
"El profesor Lardé" por José Gómez Campos, pp. 13-14.
"A la deriva" por Carlos Bustamante, pp. 14-15.
“Carta de amor a la ramera”, por Alberto Guerra Trigueros, 15-18.
“Mitología de Cuscatlán (Cosmogonía, Los dioses, Los bacab, Los arbolarios, Chasca, la virgen del agua, La Siguanaba, Cipitín)” por Miguel Ángel Espino., pp. 19-22.
“Toño Salazar (Huellas de identidad)” por Salvador Cañas, pp 24-26.
“El pulgar inconfundible de espiritualidad” como dice Salarrué
“Charleston” por Gilberto González y Contreras, pp. 27-29.
“Descendiste a nuestra sensualidad”.
“La molienda” por Arturo Ambrogi, pp. 30-37.
No. 5, 10 de noviembre de 1932
Editorial, pp. 1-2.
“Acontecimiento doloroso: la muerte de Alberto Masferrer […] símbolo de la historia de la literatura salvadoreña […] su obra florecerá eternamente”. Urge a “leer y escribir” como política estatal.
“Mirando frutas indias. El mango” por Francisco Luarca, pp. 6-7.
“La mitología de Cuscatlán (Nahualismo, El tigre del sumpul, Lolot, el nahualista chontal, Los pájaros nahuales, Atlahunka, el teponahustista de la corte de Atlacatl, roba a la princesa Cipactli) por Miguel Ángel Espino, pp. 8-13.
"Canción a la alegría de un día de sol" por Quino Caso, pp. 13-14.
"La guerra nacionalista contra William Walker" por Alfonso Rochac, pp. 15-29.
"El canto de la savia" por Camilo Campos, pp. 29-30.
“El rey mendigo” por Alberto Guerra Trigueros, pp. 30-33.
Dibujo de A. Masferrer en su lecho de muerte por J. Mejía Vides, entre 38-39.
“Pobre ladrón nocturno” y “Periodismo” por Alberto Masferrer, pp. 38-40.
“La muerte del cisne”, por José Valdés, pp. 43-45.
No. 6, 10 de enero de 1933
“La mitología de Cuscatlán… Literatura infantil nacional. Introducción” por Miguel Ángel Espino, pp. 7-12.
“Pablo Grossac” por Arturo Ambrogi, pp. 13-15.
“Un ejemplo” por Alberto Masferrer, pp. 16-17.
"Lucero" por Miguel Ángel Ramírez, pp. 17-21.
"Pishquito" por Roberto Suárez Fiallos, pp. 21-22.
"La cuestión lingüística del tú y del vos" por José Linares G., pp. 24-25.
“Hoy te estoy recordando” por Pedro Geoffroy Rivas, pp. 35.
“recuerdo que eras blanca […] que tenías el cabello de humo […] que una noche me besaste en silencio”
“Elogio del silencio” por Quino Caso, pp. 36.
“Patio” por Gilberto González y Contreras, pp. 37
“hundirme en el hondo letargo”
No. 7, abril de 1933
“Editorial. Hacia una exposición de libros”. Carta al Estimado amigo Salarrué, pp. 1-2.
Dar cima a sus deseos
“Del arte de los Izalco. Jícaras” por Luis Alfredo Cáceres Madrid, pp. 3.
“¿Quién enseñó al indio a grabar sus sueños?”.
“Canto al campesino desolado” por Arturo R. Castro, pp. 11.
No. 8, junio de 1933
“Un libro de Alfredo Espino. Carta prólogo de Alberto Masferrer”, pp. 4-5.
“En la montaña o el alma del indio” por José Valdés, pp. 6-7.
“Preliminar del libro “Voces del terruño”. La poesía de nuestro campo” por Francisco Miranda Ruano, pp. 8-11.
Nos. 9-10, julio y agosto de 1933
“La obra cultural del supremo gobierno” (foto de MHM), pp. 3-4
"El doctor José Matías Delgado de don Miguel Ángel García"
“La palabra “ingenios del título del Quijote” por Francisco Gavidia, pp. 17-19.
“Andares” por Miguel Ángel Asturias, pp. 32.
No. 11, noviembre de 1933
Editorial. Discurso del Director de la Biblioteca Nacional”, pp. 1-3.
“Entre nosotros, por ejemplo, los sentimientos elevados, amplios, luminosos van teniendo amorosa acogida […] por el señor Presidente de la República General Max. H. Martínez y a iniciativa del Ateneo de El Salvador […] que se esfuerza por la cultura salvadoreña [como Salarrué, el hombre llamado a recoger el estandarte de los intelectuales salvadoreños […] se resiente un nuevo despertar […] estamos frente a una política nueva. La política de la cultura”.
“La personalidad de Masferrer” por Mario Vargas Morán, pp. 7-10.
“El arte nuevo” por Salarrué, pp. 30-31.
Epígrafe de Krishnamurti
Nos. 12-13, enero de 1934
“Meditación bíblica, de Calixto Velado” por Francisco Castañeda, pp. 5-8.
“El señor de la burbuja” de Salvador Salazar Arrué” pp. 9-10.
“Salarrué un generoso émulo de Lord Dunsahy” por David Vela, pp. 24-27.
“El verso alejandrino”, “Stella”, “El idilio de la selva”, pp. 28-32.
“Voces de la prensa. Actividades literarias en el año de 1932” por Juan Felipe Toruño (el Ateneo, no, 145), pp. 51-55.
Dharma. Órgano de la Sociedad Teosófica Teotl, noviembre de 1932
—“no hay religión más elevada que la verdad”. vaso
Salarrué: Remotando el Ulúan
Alemán Bolaños: Sandino, el defensor de la soberanía nacional
“También los indios tienen corazón” de Roberto Suárez Fiallos + “Pájaros sin nido” de Pedro F. Quiteño
No. 14, mayo de 1934
“Juan Ramón Uriarte” por Julio César Escobar, pp. 1-5.
“El Salvador es un desierto literario […] Camilo Campos […] José Valdés […] Alberto Masferrer…”
“José Mejía Vides” por Serafín Quiteño, pp. 11-13.
“Un libro, un corazón” por Julio Enrique Ávila, pp. 14-15.
“Ritmos de las cosas vulgares” por ramón de Nunfio, pp. 16
“Un pueblo que cabe en un libro” por Amparo Casamalhuapa, pp. 21.
«“Cuentos de barro” de Salarrué, es como si dijéramos la jarra embellecida que contiene la linfa espiritual del proletariado salvadoreño”.
“Prólogo a Bombas de Francisco Espinosa” por Adhemar Gehain, pp. 22-23.
"Anuario Estadístico de El Salvador", 1932: la sección "Estadísticas de la delincuencia" confirma la diferencia radical de género al establecer el "número de delitos cometidos" por "sexo": 5003 hombres y 564 mujeres (pp. 288).
Al igual que las danzas, el arte del morro “reproduce verdaderas escenas de historia y danzas de animales [o nahuales]” (Baratta, 269 y Boletín de la Biblioteca Nacional, 1932).