Ha valido la pena

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“Sentir el despegue del pasado, aterrizar en un cuerpo de adulto, soportar el peso de dolorosos años pero en el corazón conservar al niño, como una hostia viva, como un canario blanco, como un diamante digno, como una lucidez sin muros, puertas y ventanas abiertas, por donde atraviesa el viento, solo el viento, nada más que el viento.” LA DANZA DE LA REALIDAD de Alejandro Jodorowsky

1969, en San Salvador nace una institución que vendrí­a a cambiar para siempre, la forma de ver el arte y, a la larga, la vida. El Bachillerato en Artes, ingenio de un loco visionario llamado Walter Béneke, que logra aglutinar a un grupo de jóvenes más locos que él, para dejar la comodidad de su vida y embarcarse en el proyecto más audaz jamás emprendido en la sociedad salvadoreña, tan controlada, puritana y, en el fondo, hipócrita, aparente, castrante. Fue una ventana por donde entró todo el aire fresco que vení­a del resto del mundo.

Era una época de búsqueda en aquel El Salvador de pre guerra, que despertaba de la modorra del costumbrismo. Las locuras desafiantes, provocativas, hasta delirantes de Jodorowsky, de la época de su vida en México, cuando destrozó un piano en hora prime time en Televisa. “El cementerio de los automóviles”, de Fernando Arrabal, el socio de Jodorowsky en la creación del teatro pánico, un teatro de la post guerra española, bajo la dictadura de Franco, que no permití­a decir las cosas claras. El padre de Arrabal desaparecido en la guerra, posiblemente fusilado y enterrado en una fosa común; y vuelto a fusilar por la familia, que cortó todas las fotos familiares el pedazo donde estaba su imagen, historias premonitorias de nuestro futuro. “Las jaulas”, “Las máscaras”, de Alejandro, pantomimas surrealistas interpretadas por Marcel Marceau; en fin, un sustrato consistente en nuestra educación artí­stica.

“Caminante no hay camino…” La primera clase de Expresión Oral. Yolanda Monreal nos pone ese verso de Machado como ejercicio. Veintisiete cabezas por estrenar, nos mirábamos con asombro. Un universo que se ha mantenido unido por el resto de la vida. “O´Yarkandal” de Salarrué, con su magia, nos selló por siempre.

Tres años en que incursionamos en la práctica de las corrientes de vanguardia del mundo. Jerzy Grotowsky, el teatro hindú, el sonido, la fusión de las artes, Adgusto Boal, Enrique Buenaventura, Santiago Garcí­a, que nos llevaron al teatro social y, de allí­, a la revolución. El Bachillerato en Artes, puso una elevada cuota de sangre para nuestra lucha social.

Al cabo del camino, hago como el Dante y veo hacia atrás el camino trazado y hay motivos para sentirse orgulloso, feliz; al voltear la vista hacia el presente y ver cómo mis compañeros están desperdigados por el mundo, poniendo en alto el nombre del paí­s en las mejores orquestas, elencos de danza, teatro, museos, productoras de pelí­culas, de todo el mundo, y visualizo un futuro brillante a través de tanta juventud que renueva el talento dí­a a dí­a.

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Carlos Velis
Carlos Velis
Escritor, teatrista salvadoreño. Analista y Columnista ContraPunto
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