Santa Tecla fue su cuna. Y también el tema obligado de su poema/canto “Santa Tecla”. Obligado por el amor entrañable a su ciudad. Rafael Góchez Sosa, poeta, escritor y docente, nació en Santa Tecla el 23 de diciembre de 1927 y falleció en la misma ciudad, el 16 de diciembre de 1986.
Como escritor responsable, Rafael Góchez Sosa evidenció siempre tenacidad y esfuerzo en la multiplicidad del quehacer literario, a veces en franco desafío poético contra la injusticia, con mensaje solidario a los que sufren.
Un día se decide seriamente a hermanarse con la poesía. En 1959, triunfa en los juegos Florales de Sonsonate; en 1967 y 1970 gana primeros lugares en los Juegos Florales de Quezaltenango, Guatemala, con sus obras “Desde la sombra” y “Los Regresos”, respectivamente; y en 1972, triunfa en la Bienal Latinoamericana de Poesía, en Panamá.
A partir de entonces, Góchez Sosa inicia la publicación de sus libros: “Poetas jóvenes de El Salvador”, 1960, antología en coautoría con el poeta Roberto Cea; “Luna Llena”, 1962; “Poemas Circulares”, 1964; “Voces del silencio”, 1967; “Cancionero de Colina y Viento”, libro publicado en 1967, bajo los auspicios del Concejo Municipal de Santa Tecla, con prólogo de Claudia Lars; “Poemas para leer sin música”, 1971; y “Cien años de poesía salvadoreña” 1800-1900, en coautoría con el poeta Tirso Canales.
Leer el poemario “Cancionero de Colina y Viento” de Rafael Góchez Sosa, es aprender a conocer íntimamente a Santa Tecla, sin estar ahí; lo cual es comprensible, porque la exacta descripción de las interioridades y los entornos magníficos de la ciudad, obedece a la dulcedumbre de los versos del poeta, y a su entrañable e inextinguible amor por su suelo natal.
“Siempre busqué estos rincones para cantar a Santa Tecla, ciudad temprana, de contrastada imagen, como la luz crepuscular de los diciembres…”, dice Rafael en la auto presentación del mencionado libro. Y Claudia Lars lo ratifica, en el prólogo: “No es fácil escribir sonetos. Esta composición poética, que en su forma más estricta es grave problema para muchos escritores deseosos de dominarla, se nos ofrece como juego de imágenes y colores en el libro que Rafael Góchez Sosa dedica a una ciudad salvadoreña: Santa Tecla”.
En 1972, seis escritores: -Rafael Góchez Sosa, Tirso Canales, Julio Iraheta Santos, Salomón Rivera, Alejandro Masís y Renán Alcides Orellana- nos mantuvimos agrupados en torno a lo que fuera la Asociación de Escritores Salvadoreños (AES), de la cual fui directivo, con reuniones sostenidas para impulsar la investigación y la producción literarias. Cada sábado, las discusiones se centraban en investigación, comentario de libros, lectura y análisis de producciones propias y, de manera especial, en la preparación y mantenimiento de la Página de la AES, en el Suplemento Literario de fin de semana de Diario El Mundo.
Durante los días álgidos previos a la guerra civil (1980-1992), Góchez Sosa fue víctima de la represión militar. Su residencia en Santa Tecla fue ametrallada; y, peor aún, su hija Delfy murió asesinada durante una manifestación estudiantil, en 1979. El poeta le cantó su amor a su heroica hija, pero el dolor de su muerte le acompañó el resto de su vida.
Casi al final, con versos del humano sentir, como antesala de una muerte presentida, un día el poeta escribió: “Roguemos, doctor, roguemos/ porque el milagro/ pueda/ mantenerme/ de pie/ frente/ a la/ muerte…”. Y el “viejo” Rafael, esta vez lo logró: se mantuvo en pie y la vida le dio “otro chancesito” para seguir, poema en ristre, “como una voz en vigilia contra el hacha…”, hasta el amargo día en que el poeta viajó físicamente para siempre, en diciembre de 1986.
Valga este comentario a la memoria del compañero poeta Rafael Góchez Sosa, incansable trabajador -creador y promotor- de las letras, quien un día de 1986 partiera sin regreso por la ruta alada de las constelaciones, “como la luz crepuscular de los diciembres…”.