Tenemos un gobierno paranoico, mediáticamente agresivo con sus críticos y que tiene, como contraparte, a una oposición enferma de sospecha e incapaz de colocar con inteligencia sus críticas. Ambos polos dominan el horizonte de nuestra opinión pública.
El nuestro, como cualquier gobierno paranoico, cree que las consecuencias nefastas de sus propias decisiones son el producto de una conspiración de los opositores.
Nuestra oposición, enferma de sospecha como está, se embarca en valoraciones maximalistas de las medidas de gobierno que o son perfectas ya o no son nada. Y claro, las decisiones perfectas no existen y mucho menos cuando deben articularse improvisadamente en una situación de crisis como la que ahora vivimos.
Tenemos un gobierno que, además de paranoico, publicita sus obras como si fuesen una dádiva grandiosa que ofrecen al pueblo las manos del presidente más amado y eficaz de América Latina. Pongamos que esa obra, construida en un santiamén, es un hospital de campaña para atender a los futuros enfermos del coronavirus.
Tenemos una oposición que hace circular imágenes donde se demuestra que el hospital mandado a construir por el presidente más amado y eficaz de América Latina ni siquiera posee camas suficientes y no digamos el equipamiento médico necesario. Concluyen los maximalistas opositores que el presidente más amado de América Latina engaña a la población.
Pues bien, aquí estamos como espectadores en un partido de tenis viendo como el presidente y sus opositores golpean en la pista de nuestras mentes la bola de la representación de la realidad. Uno y otros mueven su visión de los hechos y ambas visiones obedecen a la lógica de la propaganda y la contrapropaganda. En algún sitio, entre ambas o fuera de ellas, quizás estén los hechos y una forma alternativa de interpretarlos que escape al maniqueísmo de un gobierno paranoico y de una oposición enferma de sospecha.
Es cierto, el susodicho hospital –que fue construido en un santiamén gracias a la decisión adoptada por el presidente más querido de América Latina– apenas es una armazón a medio terminar, le faltan muchas cosas. Ahora bien, que me digan los inteligentes opositores si en las actuales circunstancias es posible montar en pocos días un hospital de campaña dotado de todo el equipamiento necesario. En las circunstancias actuales, este tipo de instalaciones médicas montadas con urgencia echan a andar poco a poco, porque no es fácil darles un equipamiento pleno desde el primer día. Así que denunciar carencias, en este momento, puede revelar verdades sin dejar de ser al mismo tiempo demagógico.
A propósito de un hospital que se levantó con urgencia, hemos visto como las propagandas enfrentadas del presidente y la oposición impiden que la ciudadanía tenga una comprensión lúcida de las realidades dinámicas que se viven en un momento de crisis como el actual.
Al presidente le convendría dejar de abanicar su ego con una propaganda autocomplaciente que lo aísla de la realidad, que le oculta sus errores, que por automatismo atribuye sus fallos a una malévola conspiración de los opositores. A estos, que tanto aman la verdad, les convendría saber que en la actual crisis el objetivo prioritario de sus críticas ya no debe ser el desgaste del gobierno sino que colaborar activamente con sus observaciones para que el gobierno rectifique los fallos que comete en la gestión de la actual emergencia. Va a ser muy difícil que el gobierno escuche tales observaciones si estas se guían por una lógica que lo único que persigue es insultarlo y desgastarlo.
Que no se auto engañe la oposición: no por decir verdades, su crítica está limpia de oportunismo y demagogia.
Resulta divertido ver cómo quienes cuestionan la agresividad mediática de los nayilibers, utilizan sus mismas maneras para interpelar al gobierno. Va a ser muy difícil que Bukele escuche nuestras mejores críticas, si en las primeras palabras de nuestro discurso lo llamamos incapaz. Hay que replantearse, por lo tanto, el modo de cuestionarlo en las actuales circunstancias, hay que persuadirlo para que rectifique sus errores porque sus errores en este momento podrían conducirnos a una situación política y social bastante delicada.
No debemos permitir que la lógica de la propaganda gubernamental y de la contrapropaganda opositora establezcan los términos con que juzgamos los problemas que ahora vivimos. Hay que exigir el diálogo ya.