martes, 16 abril 2024

Falsa dicotomía

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Por Benjamín Cuéllar

Porque me interesa que sepan a qué me refiero quienes me importa que me entiendan, citaré la definición que nos brinda el diccionario sobre dicho término. Según este, dicotomía significa la división en dos partes de una cosa. Establecido lo anterior, paso a explicar el porqué de su mención. Esta tiene que ver con el grotesco evento que tuvo lugar en la Asamblea Legislativa salvadoreña, durante la sesión del recién pasado jueves 3 de febrero a la cual asistió –en su calidad de rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA)– el sacerdote jesuita Andreu Oliva.

Sin emitir aún un juicio de valor sobre lo ocurrido entonces, continuaré utilizando el “tumbaburros” –tal como le dicen en México– para dejar establecido algo elemental: la diferencia entre donación y convenio. Cuando hablamos de la primera, nos referimos a la acción y el efecto de donar; donar significa “dar una cosa a una persona, especialmente cuando se trata de algo de valor y se entrega de forma voluntaria y sin esperar premio ni recompensa alguna”. El convenio es un pacto, un acuerdo entre personas, organizaciones, instituciones y otras; dentro de este tipo de arreglos se encuentra, por ejemplo, la contratación de personal o entidades por parte del Estado para recibir, a cambio, la prestación de determinados servicios.

He tratado de ser lo más básico para que comprendan, ya sin la presión de las cámaras y las ganas de “lucirse” ante estas, que no existe dicotomía alguna en lo que les llegó a exponer el citado rector a las y los integrantes de la llamada Comisión especial para investigar el destino final de los fondos que la Asamblea Legislativa ha aprobado para organizaciones no gubernamentales, fundaciones y asociaciones sin fines de lucro. Pero parece que eso no ocurrirá, ya sea por falta de entendedera o por agenda partidista. Como dijo aquel: “Vaya usted a saber”. El caso es que ese día las diputadas y los diputados necearon y necearon acusando a la UCA de recibir por años cuantiosas donaciones estatales, cuando en realidad se trataba de convenios. 

 

En tan patético escenario, destacó Caleb Neftalí Navarro Rivera; este parlamentario que además es parte de tres vitales comisiones permanentes para la buena marcha del país –Hacienda y especial del presupuesto, Finanzas y Política– le reprochó al emplazado que mientras la casa de estudios que regentea recibía millones de dólares “en programas, […] el país estaba carente de educación de primer nivel para nuestros niños”. Así, el susodicho se “puso de pechito” ante Oliva; “se la sirvió en bandeja” para que este le contestara lo siguiente: “¿[Q]ué hicimos nosotros con estos programas? Formar a los maestros, […] a los directivos, mejorar el sistema de educación flexible”. En síntesis: elevar el nivel de la calidad educativa nacional.

 

Entonces reculó el diputado y mejor preguntó por “el mayor logro […] palpable de la inversión que se hizo en la educación en nuestro país”. La historia se repitió. “Haber formado a especialistas y a más de dieciocho mil profesores –le respondió el cura– para que mejoren su metodología para enseñar matemáticas, […] lenguaje, ciencias naturales, ciencias sociales […] Es algo bien importante para el país”.

 

Navarro habló de aulas con techos completamente arruinados y sin pupitres; ello antes del 1 de junio del 2019, porque entonces llegó Nayib y “todo cambió”. Mientras existían esas y otras carencias, según este diputado, la universidad “cuestionada” recibía dólares a manos llenas. Entendería cualquiera que a esta entidad no la contrataron para reparar el cielo raso de las escuelas ni para fabricar mueblecitos. Por eso y por más, hubo un momento en el cual el interpelado “tiró la toalla” y le dijo: “Yo no sé cómo explicárselo, honorable diputado”; por eso y por más, dudo que entiendan que no existe dicotomía entre “donación” y “convenio” pues no se está partiendo en dos una misma cosa.

 

No quiero dejar de mencionar a su otro colega, Carlos Hermann Bruch, quien pretendió cerrar con “broche de oro” la sesión pretendiendo formulando una “reflexión”. Eso advirtió. Pero lo que hizo fue, más bien, leer una supuesta cita del rector mártir de la UCA, Ignacio Ellacuría, al que se refirió como lo llamaban antes y lo llaman ahora los curas víctimas de los virulentos ataques del oficialismo: “Ellacu”. Imagino que este, con su fina ironía, estaría poniendo a disposición de las y los integrantes de la bancada cian y de sus “satélites” el instituto universitario especializado –que dirigí durante 22 años– para que les impartiera un curso elemental y urgente sobre el derecho a la educación en todas sus dimensiones. Quizás así… 

 

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Benjamín Cuéllar Martínez
Benjamín Cuéllar Martínez
Salvadoreño. Fundador del Laboratorio de Investigación y Acción Social contra la Impunidad, así como de Víctimas Demandantes (VIDAS). Columnista de ContraPunto.
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