jueves, 5 diciembre 2024
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Escrito en una servilleta: La oposición fascista negacionista

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"En octubre de 1932 se fundó la Acción Integralista Brasileña, un grupo de corte fascista que tenía expresiones paramilitares, políticas y de masas": René Martínez Pineda

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En octubre de 1932 se fundó la Acción Integralista Brasileña, un grupo de corte fascista que tenía expresiones paramilitares, políticas y de masas, el cual es considerado -en el marco de las dictaduras militares del sigo XX- como el movimiento más grande con ese posicionamiento ideológico inspirado en Hitler y Mussolini. Ochenta y nueve años después, en El Salvador, luego de dos rebeliones electorales fulminantes (2019 y 2021), surge -aunque no con la beligerancia, poder de convocatoria y de afectación de los integralistas- una oposición de corte fascista que, desde su agonía, quiere concretar -a través de las urnas y la movilización de los familiares de los criminales encarcelados- el retorno al proyecto político, social, ideológico y económico que, con firmado con sangre, montó un Estado Delincuencial, fomentó la criminalidad terrorista, institucionalizó la impunidad y la corrupción, y convirtió al país en la sociedad del miedo y la extorsión. Ese tipo de oposición es la expresión diferida del fascismo de la delincuencia -un fascismo coloquial- que supera en muertos y agonía al fascismo político de la dictadura militar.

El fascismo político clásico siempre ha sido ligado a los gobiernos cuando éstos, con la represión como argumento y como política pública, se han consolidado en el poder usando, casi siempre, el fraude electoral como escrutinio final. En el caso salvadoreño, el movimiento fascista surge de las bases y pírricos liderazgos de los partidos opositores que instauraron, cuando fueron gobierno, un drástico régimen fascista cuyos gendarmes fueron la corrupción, impunidad y el crimen masivo en los sectores populares, estableciendo, para ello, un Estado patrimonialista y delictivo en contubernio con los grupos criminales que, al igual que Mussolini y Hitler, usaron la Ley -al no aplicarla a los asesinos y corruptos- y la represión, pero sin usar los cuerpos de seguridad del Estado, sino a los grupos punibles que lideraron una guerra social, de pobres contra pobres, y cuyo saldo fue de ciento veinte mil asesinados y miles de desaparecidos. El resultado es el mismo: el miedo y la extorsión que se lucra de ese miedo, lo que nos permite afirmar que durante todos esos años la democracia era algo inexistente o, en el mejor de los casos, algo perverso.

Las preguntas forzosas son: ¿cómo fue posible que el pueblo permitiera el montaje de una institucionalidad delincuencial con las elecciones como coartada? ¿cómo es posible que exista una oposición que niegue el pasado para volver a él? ¿cómo es posible que exista una oposición que, sin remordimientos, pretenda volver al pasado delincuencial que lideraron y que a eso le llamen democracia? Ese retorno al pasado que tanto busca la oposición -y que la define en su talidad- para instaurar de nuevo la corrupción, la impunidad y la represión contra el pueblo, usando a los grupos criminales, lo denomino como “fascismo negacionista” que tiene un mensaje garantista a favor de los victimarios, ese tipo de garantismo que les permitió usar la delincuencia para distraer a los ciudadanos de sus malos desempeños y saqueos y que hizo del miedo el símbolo patrio por excelencia.

En mi opinión, el fascismo negacionista es un tipo de fascismo social que mana de los grupos opositores en peligro de extinción (partidos políticos, universidades reaccionarias, académicos oscuros, ongs administradoras de la pobreza y del dolor, medios de comunicación amarillistas cooptados y familiares de capturados) y que se caracteriza por usar un discurso beligerante que niega los severos daños causados al país en la Era de la Gran Delincuencia, al afirmar, por ejemplo, que los grupos delincuenciales cumplían una función social necesaria y tenían una forma de vida válida como movilidad social y como imaginario). En el discurso electoral, el fascismo negacionista que signa a la oposición, defiende una identidad sociocultural permisiva basada en el miedo, el silencio, la extorsión y la impunidad.

Para darle coherencia a ese absurdo societal de negar el pasado para hacerlo presente, los fascistas negacionistas afirman que de la seguridad ciudadana no se come y que es imposible e innecesario erradicar la delincuencia, por lo que debemos aceptar que estábamos -y debemos seguir estando- condenados a vivir con ella, a vivir de ella y a adorarla en la misa negra de la cotidianidad que promulgaba los derechos humanos de los victimarios, y que hoy promulga los derechos del criminal encarcelado que asesinó y extorsionó a mansalva. Siendo así, la oposición busca retornar a la religión fascista, que niega ser fascista, al llamarla “la democracia perfecta”.

El fascismo negacionista encarnado en la oposición -cuyo sector más perverso son los grupos que se dicen de izquierda debido a que ésta lo tuvo como enemigo principal- cuestiona, principalmente, los logros históricos en seguridad ciudadana para captar adeptos que sean militantes, lo cual pone en peligro a la democracia real -que reivindica a las víctimas y promueve que lo público sea mejor que lo privado-, ya que fomenta el regreso al país más peligroso del mundo que profundizó la desigualdad social, lo cual compromete el desarrollo. En estos días, el fascismo negacionista de la oposición acecha las elecciones de 2024 negando todo el dolor y el luto que la delincuencia nos heredó, y sus candidatos encarnan los años más oscuros del pasado reciente en los que el país era el feudo de los victimarios y los corruptos. Es más, el solo hecho de que se presenten como candidatos es, para la democracia, un hecho catastrófico.     

El futuro del país está en las papeletas de votación, o sea en manos de la ciudadanía que tiene dos opciones: continuar con la reinvención del país liderada por Nayib Bukele, o volver al pasado de la matanza que nos promete la oposición alineada como fascismo negacionista, esa oposición que es como el vuelo de minúsculos cuervos que manchan las ilusiones celestes que, desde el pueblo, se tomaron el cielo por asalto; esa oposición fascista que es como un fétido soplo que trae pestes mortales que ninguna vacuna puede curar y ninguna cuarentena puede prevenir.  

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René Martínez Pineda
René Martínez Pineda
Sociólogo y escritor salvadoreño. Máster en Educación Universitaria

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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