viernes, 10 enero 2025
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En esta Navidad, para vos nuay

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"El clasismo y la desigualdad en El Salvador no son fenómenos nuevos, pero siguen siendo profundamente estructurales": Nelson López Rojas.

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Por Nelson López Rojas.

—¿Y vos? ¿Vos no sos del pueblo, verdá?

—No, padre-cura; soy del valle…

—¡Hum, hum!… ¿Tus cipotes nuán venido a la doctrina, verdá?

—No, Siñor: tamos lejos…

—¡Hum, hum! Para vos nuay; para vos nuay. ¿Entendiste? Para vos nuay. Pase lotra, pase, pase…

(Fragmento del cuento “Noche buena” en Cuentos de Barro, de Salarrué, 1933).

En el 2020 escribía una reflexión navideña y la pandemia, que parecía ser un “gran nivelador” en la sociedad, no hizo más que agudizar estas disparidades. Cuatro años después y casi un siglo después de haberse escrito este cuento, las palabras de este fragmento resuenan en un país que aún carga el peso de profundas desigualdades. La pobreza, la falta de acceso a oportunidades y la indiferencia continúan moldeando la vida de millones. Pero, ¿es solo culpa de las instituciones? Quizás no. El problema está también en nosotros mismos: en la cultura del “sálvese quien pueda”, de la “vivianada” y en el hábito de cerrar los ojos ante la miseria del otro.

El Salvador de hoy no es muy distinto al de hace 90 años, salvo por los nombres de los actores políticos y la tecnología que llevamos en el bolsillo. Sin embargo, en muchos rincones del país, la brecha entre quienes tienen todo y quienes no tienen nada sigue tan amplia como siempre. Cada tormenta tropical, cada epidemia de dengue y, más recientemente, la pandemia, exponen con crudeza esta realidad. Mientras unos comparten fotos de sus vacaciones en destinos paradisíacos, otros caminan kilómetros para recoger un cántaro de agua, para ir a la escuela o a sus trabajos o esperan en vano una ayuda estatal para reparar sus caminos que nunca llega.

“El dinero alcanza cuando nadie roba” dice el popular eslogan. Al parecer, y siguiendo esta lógica, alguien está robando, pues en las calles de Ciudad Delgado, San Marcos, Soyapango o Guazapa los baches son el dolor de cabeza de los conductores. ¿Y qué decir de las escuelas descuidadas en Huizúcar o en Lempa? “Lo público debe ser mejor que lo privado” reza otra frase popular. ¿Entonces por qué ANDA se tarda 8 meses en conectarle el servicio a alguien en Lomas de Candelaria y un par de semanas para los de la colonia La Mascota?

El clasismo y la desigualdad en El Salvador no son fenómenos nuevos, pero siguen siendo profundamente estructurales. Este sistema injusto lo hemos sostenido entre todos, con nuestra apatía y nuestra incapacidad de mirar más allá de nuestro círculo inmediato. Mientras tanto, las soluciones llegan maquilladas: obras públicas para la foto, paquetes de víveres que llevan más logotipos que alimentos, discursos de esperanza vacíos que no se traducen en cambios reales.

¡Qué alegría que podemos disfrutar de un país sin la zozobra de los mareros! Los cambios cosméticos del centro, de los parques, de los monumentos históricos son una labor laudatoria para los encargados gubernamentales. Pero ¡tenemos que hacer que el espacio público sea para todos” El Centro ya no es para los que viven en el Zurita, San Esteban o sus alrededores que compraban un café de a cora. Ahora el Centro es para los que pueden comprarse un latte de $4. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo un país donde para algunos “nuay”? Un país donde la ayuda está condicionada por la religión, la política o el puro interés. El cuento de Salarrué tiene casi cien años, pero su eco todavía se siente: la cultura del “para vos nuay” sigue vigente, no como frase de un padre-cura, sino como práctica de una sociedad que muchas veces elige mirar para otro lado.

Dicen que la Navidad es una época que nos habla de amor y paz, de esperanza y solidaridad. Pero ¿cómo darle sentido real a esas palabras? ¿Cómo convertir ese amor y esa paz en acciones concretas hacia nuestros semejantes, hacia quienes más lo necesitan? Ojalá pudiéramos concretizar ese amor y esa paz con nuestros semejantes, con los que no tienen nada, con los que perdieron el empleo, con los que no tienen para la medicina. En un momento de crisis global como el que vivimos, es imperativo romper con la indiferencia que tantas veces nos paraliza.

No basta con un gesto simbólico, con compartir un post en redes sociales o indignarse unos minutos. No. Necesitamos adoptar un verdadero sentido de colectividad, una responsabilidad compartida. Si podemos ceder el paso a los transeúntes, hagámoslo. Si podemos donar, hagámoslo con generosidad y no para la foto. Si tenemos el conocimiento, pongámoslo al servicio de quienes necesitan aprender. Y si lo único que se nos pide es no molestar al otro, cumplamos con ese mínimo acto de empatía.

El cambio no llegará desde las altas esferas si nosotros, como individuos, como sociedad, no lo impulsamos desde nuestras acciones diarias. La Navidad nos ofrece la oportunidad de reflexionar y actuar: que el amor y la paz no sean solo deseos, sino compromisos reales que transformen vidas, empezando por las nuestras.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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