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El silencio

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Por Ro d r i g o  Ba r b a

El silencio no es bueno en ninguna sociedad, mucho menos cuando se están dando cambios y transformaciones aceleradas.

El Salvador es un país que adolece históricamente de falta de continuidad en sus proyectos políticos y, cuando por fin una élite logra tener algo de solidez, lo ha hecho imponiendo el yugo militar, la opresión, la violencia simbólica y enarbolando lo más alto que se puede la bandera de la mentira.

El Salvador del siglo XXI en el año 21 sigue incrustado en una vorágine de violencia que, aunque las estadísticas de muerte vivan altibajos, los desaparecidos —que siempre han sido una constante en este país—van tomando el protagonismo como un coro de fantasmas en las dudas y miedos de la ciudadanía, la persecución política a través del aparato de justicia está mostrando sus dientes, el fanatismo va in crescendo y la libertad de expresión, poco a poco, ha ido menguando debido al shaming social impulsado desde las instituciones comunicacionales del Estado.

Esos componentes alimentan el terror, lo hacen vibrar más bajo, lo entierran como se hizo en Chalchuapa con la fosa clandestina, mientras la población vive la ilusión de la paz que otros gobiernos y otros partidos políticos ya han ofrecido como moneda de cambio.

El humor social puede medirse a través de un software, como también se puede interpretar a través de las ciencias sociales, pero en un país como este donde la educación, la cultura y la ciencia están relegadas a un segundo plano o a un plano secreto que podría llamársele instrumentalización del conocimiento y de la técnica, el humor social se mide a través del miedo a desaparecer de la faz de la Tierra y que nadie se dé cuenta.

Negar la Historia es peor que repetirla.

Los hechos se agolpan uno tras otro y cuando se acumulan hay un momento en que su hedor es innegable. Las sociedades mutan y entonces el pasado se retuerce.

También es cierto que existen campañas permanentes en redes sociales de desprestigio contra el gobierno de turno, enfocadas en dinamitar la imagen del presidente a través de burlas y mofas burdas, lo que no es excusa para no dar respuesta a un clamor nacional que exige soluciones permanentes y no parches, mucho menos silencio.

Además, tras bambalinas ocurren otros sucesos de relevancia, como la Corte Suprema de Justicia reteniendo a jefes de la MS-13 de la extradición que solicita Estados Unidos o la Ley de Agentes Extranjeros recién aprobada por la Asamblea Legislativa que limita el involucramiento exterior en los asuntos internos del país.

En todo caso, lo fundamental para sanear y clarear el panorama es que se pongan los problemas en la mesa de los problemas y se saque de ahí las fantasías, las ilusiones, el entretenimiento y la posverdad.

La voluntad política es clave para la continuidad de una idea, pero se requieren razones contundentes para que la población crea en ella y la respalde.

Mientras el silencio sea la norma institucionalizada, la sociedad seguirá, como suele decirse, silbando en la loma sus desgracias.

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Rodrigo Barba
Rodrigo Barba
Analista local

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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